Un poyo rojo, de Cía. Un Poyo Rojo

 Teatro gestual.

A veces pienso en el sentido que pueda tener un comentario crítico de una obra teatral que se ha representado un solo día en Alicante... Me da la impresión de que puede ser un ejercicio solipsista, puesto que quien lea estas líneas no tiene ya ocasión de animarse a ir a verla. Curiosamente ayer el Teatre Arniches estaba hasta la bandera, y eso que trenía que vérselas con la competencia de El Rey Lear en el Principal producida por gente de la solera de Atalaya y TNT, también en función única. Vuelvo a señalar que estas notas están entre la memorabilia personal y la esperanza de que en otro lugar donde se vaya a representar pueda servir de acicate para disfrutar como hicimos ayer quienes presenciamos Un poyo rojo, puesto en escena por la Cía. Un Poyo Rojo, como no podía ser de otra manera. Así pues, allá va. Se trata de dos actores argentinos, Alfonso Barón y Luciano Rosso, que ahora vivien en París, pero que están paseando el espectáculo por todo el mundo desde 2008. Sobran las palabras.


El espectáculo se inicia sin telón. Los dos actores están en una especie de gimnasio con  un banco y cuatro armarios, botellines de agua, toallas y una radio portátil. Están calentando, como hacen los atletas antes de competir. Ya entonces, con sus estiramientos, sus movimientos y acciones, están dejando claro que poseen una extraordinaria forma física. Cuando por fin las luces se atenúan, comienza el diálogo sin palabras que los dos personajes mantienen. El modo de ocupar el espacio,  la complementariedad de los movimientos, por oposición o en paralelismo, el ritmo endiablado que son capaces de imprimir a sus desplazamientos, muestran a las claras un grado de compenetración inusitado. Me recordaron los tiempos en que yo trabajaba la expresión corporal con el alumnado de Teatro en el instituto y planteaba este tipo de ejercitación. Aquí ellos ponen de manifiesto que lo que aparentemente son ejercitaciones físicas neutras, sirven a una finalidad expresiva riquísima y a una comunicación no verbal que transmite todo tipo de sentimientos y estados de ánimo: competición, confrontación, intentos de seducción, seguimos sus estados de ánimo con asombro y partidos de risa, porque todo se construye desde el humor.



















 
En realidad es, como dice el progframa, un pas de deux que dos gimnastas, pero también bailarines y cómicos y acróbatas y geniales minmos van conformando sobre las tablas. No hay entre ellos el más leve asomo de recato ni de respeto al espacio mínimo de cada uno. Se golpean, se abrazan, se cargan en brazos, usan la boca del otro como resonador, se besan sin pudor alguno poniendo en cuestión la virilidad típica de los tíos de gimnasio; una botella de agua derramada sobre la cabeza de uno de ellos como al desgaire, lo puede convertir en una marylin que se ofrece, todo sin la más mínima "pluma": dos varones frente a frente. En un guiño irónico, al final, uno de ellos quiere dejar claro que no son pareja. Añade que todo es improvisado a partir de las sintonizaciones que la aguja del dial de la radio va lanzando al aire y que los lleva de pasos de balé clásico,  a la bachata desaforada,  o al hip-hop. Mover partes grandes del cuerpo a ritmo no es demasiado difícil si se ensaya, pero controlar cada gesto mínimo de la comisura de los labios, de una ceja, del omóplato requiere un dominio corporal asombroso. Resulta imposible elegir a alguno de los dos. Sus cuerpos son herramientas perfectas puestas al servicio de la comunicación mutua que se transmite instantáneamente al público
 





























Todo es minimalista en la función: la iluminación, el atrezo, los objetos empleados (genial el momento con los cigarrillos), rodilleras, camisetas, zapatillas que acaban volando hacia el público... todo menos la fisicidad de ambos cuerpos y la complicidad. Se nota el tiempo que llevan trabajando juntos.


























No quiero dejar de contar que al final la gente acabó puesta en pie, aplaudiendo con ganas y todavía riendo con gusto tras lo que habíamos contemplado. Trabajo sencillo, que no simple, hecho desde las tripas pero con un control mental absoluto. Dondequiera que vaya va a arrasar. Lo advierto desde aquí. ¡Qué buen rato! Gracias, Poyo Rojo. 


José Manuel Mora.

P. S. En "Yo Obtuve" hay un vídeo cortito que puede servir de muestra y que fue el bis que nos ofrecieron para despelote final, que diría dos buen porteño como ellos . No dejéis de verlo.


Comentarios