El día de mañana, serie de M. Barroso

 Tiempos extraños.

Quien curiosee por estas páginas me habrá visto defender siempre la prelación del libro frente a una película o en este caso, a una serie. Cuando he ido a rebuscar en el índice de "libros recomendados", he descubierto con estupefacción que hace ya ocho años que leí y dejé aquí el comentario del libro homónimo (http://mbadalicante.blogspot.com/2011/08/lectura-de-verano.html). No fui además demasiado condescendiente con él, a pesar de haber seguido leyendo sucesivos títulos de Martínez de Pisón, aquí reseñados. Mi compañero y tocayo J. Antonio, de buen paladar cinéfilo, me recomendó  su visionado. El día de mañana es una serie manejable, de tan sólo seis capítulos de cincuenta minutos cada uno y de una sola temporada, de esas que se ven en un par de tardes. Se puede ver en Movistar.

Su director es Mariano Barroso, quien ha tenido bastante éxito en tareas para la pantalla grande, y que aquí es corresponsable del guión junto a A. Hernández con quien trabaja habitualmente. Vi hace muchos años ya Éxtasis, con Bardem y Luppi a muerte, pero tendría que volver a visonarla. Me enfrento pues a la serie con bastantes espectativas. El modo en que arranca corresponde con la multiplicidad de narradores que veíamos en la novela. Aquí hay una serie de personajes que, mirando a alguien tras la cámara que parece entrevistarlos, van dando su visión de Justo Gil (un Oriol Pla al que no había visto con anterioridad y que está espléndido en la complejidad de su personaje), el protagonista, que llega a Barcelona en 1966 con su madre gravemente enferma. Quien inicialmente aparece como un hijo dispuesto a todo con tal de curarla, pronto irá mostrándose como un caradura nato, un manipulador, un aprovechado, una persona sin escrúpulos, capaz de todo con tal de medrar, en una palabra, un buscavidas, al que no podemos acabar de odiar porque siempre parece tener buenas intenciones, de esas que empedran el infierno. Engaña, trapichea, se aprovecha del encanto que posee con las mujeres, y en medio de una España en la que el franquismo parece estar dando sus últimos coletazos represivos y el desarrollismo está transformando la cara del país, él procura estar siempre en el lugar adecuado para sacar tajada, aunque todo le salga del revés y en su intento de negar su fracaso cause auténticos destrozos a su alrededor.




Cuando entra en contacto con la burguesía catalana, se le considera sin embargo un cateto. Aparecen los primeros panfletos, las redadas, la necesidad de convertirse en confidente de "la social" para escapar una vez más y sobrevivir. Y llegarán los 70 y el trasfondo político va cobrando más relevancia en el condicionamiento de los personajes. Los cortes televisivos van informando de lo que sucede: manifestaciones de curas pidiendo libertad, los catalanes recibiendo enfervorizados a Franco (aunque ahora parezca que nunca hubo franquistas en Cataluña), las huelgas, las células del PSUC (un David Selvas humanísimo en el papel de jefe del grupo, que tanto me gustó en Amigo/amado)... Y junto con la historia de amor entre Carme y Justo (maravillosa y sensible Aura Garrido con su mirada transparente), la otra gran trama argumental es la relación con el policía Mateo (, que no recordaba después de haberlo visto en Celda 211, o más recientemente en La isla mínima, pero a quien habrá que prestar atención en lo sucesivo, perfecto en su acento andaluz y en su manera de decir unos diálogos que parecen cortados a su medida). Ambos llegarán a apreciarse y uno tendrá que vivir con la culpa y el otro con los muertos, según dice. Todos son personajes poliédricos, con luces y sombras. El único de una pieza, el auténtico hijoputa, un  "Billy el niño" como debía de haber tantos en la policía de la época, es el comisario Landa, genialmente encarnado por Karra Elajalde, difícilmente reconocible rapado, con gafas de sol y con bigote, más temible aún como organizador de un grupo de extrema derecha. 













Se nota que ha habido dinero para la producción y para todo el aspecto de documentación. Los detalles están cuidadísimos: atrezo, vestuario, localizaciones... En muchas ocasiones me podía reconocer en prendas o cortes de pelo de mi época de estudiante. Y aunque la banda sonora tiene momentos inspirados, se escucha un ritornello obsesivo, ha habido ocasiones en que la música se hacía demasiado presente. Me ha parecido sin embargo perfecto el uso que se hace de Mozart y emocionante, el "Lacrimosa" en un momento cumbre de la historia, por no hablar de la música de época que suena en determinadas fiestas. Por acabar por donde he empezado, lo que en la novela me pareció confuso por la profusión de personajes no siempre del todo acabados de perfilar, en la serie las interpretaciones han ayudado a individualizar a cada uno, el tío botiguer, el señorito homosexual que acaba recibiendo electrochoques para "curarlo", el director de teatro, estupendo Pere Ponce. En conjunto un buen retrato de época con un personaje que no podrá escapar finalmente a su destino y que resultará difícil de olvidar.

José Manuel Mora.







Comentarios

Fran ha dicho que…
Molt bona sèrie. La vaig disfrutar prou l'estiu passat mentres cuidava al meu xiquet. Abraçada!