Mario, de Marcel Gisler

 Gais y fútbol.

Algunos amigos lo ponen a uno en la pista de un cine distinto, ese que no se estrena en nuestras pantallas. Pocas son las pelis suizas que nos llegan. Aquí creo que tengo una sola comentada, El orden divino. No siendo nada aficionado al fútbol, había algo que me interesaba, más que nada por ver como trataban el tema los muy educados helvéticos, en una historia ambientada en la actualidad. Mario es del año 2018 y su director es el también guionista Marcel Gisler. Reside en la actualidad en Berlín. Naturalmente desconozco su filmografía.


Un jugador excelente de un equipo local suizo, Leon, se esfuerza todo lo que puede por conseguir promocionar a la bundesliga, lo que le supondría convertirse en jugador profesional. Su padre, su patrocinador, el capitán del equipo esperan que lo consiga. Y aparece Mario, otro jugador que puede hacerle la competencia a la hora de obtener la plaza. Sucede que, además de competir por el puesto, acaban enamorándose. El rumor de esa relación empieza a extenderse en el vestuario y surge un acoso soterrado (otra cosa sería impensable dentro del propio club, asegura el patrocinador, aunque algún compañero de vestuario diga que necesita saber con quién se ducha (?), y la necesidad de negar su condición, para lo que habrá que buscar una coartada femenina, hay una buena amiga que se presta, para que enmascare la situación. Mario se niega a entrar en el juego, mientras que el protagonista se debate entre ser fiel a sus sentimientos y su pasión por el fútbol. Y hasta aquí puedo leer.


El conflicto progresa hasta estallar. Y, viendo la cinta, uno se pregunta cómo es que ese deporte es el único que no tiene entre sus filas el famoso diez por ciento de homosexuales que se presupone en el conjunto de la sociedad. Los pocos que han tenido el valor de dar el paso y salir de un armario con siete llaves han explicado lo difícil que les resultó. Y uno piensa que eso puede ayudar a entender que tantos otros no se sientan capaces de hacer otro tanto. Lo curioso es que eso sí que ha sucedido en natación, en tenis, incluso en baloncesto. Tiene que ver seguramente con el hecho de que no sólo el vestuario vería con recelo al que se mostrara abiertamente, sino que la hinchada, tan homófoba como suele reaccionar según se ha visto tantas veces, podría provocar un auténtico linchamiento. La testosterona va por barrios y los prejuicios siguen pesando sobre la vida de gente que tiene que renunciar a sus sueños o a sus afectos.



La peli presenta muy bien el conflicto y, aunque pueda resultar algo previsible, está filmada con tacto y muy bien interpretada por los dos protagonistas, Max Hubacher (Leo) y Aaron Altaras (Mario) a los que naturalmente desconozco.  La figura de la muchacha no se queda en la "mariliendres" habitual, sino que es un personaje solidario y empático que llega hasta donde puede. Tampoco los padres responden a un cliché y cada uno reacciona de modo diferente. Pelis de este tipo podrían dar lugar a buenos debates en los centros de secundaria para combatir prejuicios absurdos y para mostrar modelos de afectos alternativos. 

José Manuel Mora.

 

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