Una cuestión de género, de Mimi Leder

 Del espíritu de las leyes.

El enterarse uno de la existencia de una persona por un suelto de prensa indica lo lejos que estamos de poder abarcarlo todo, máxime si no sucede en nuestro entorno. Y es verdad que me intereso por los sucesivos nombramientos para el Tribunal Supremo de los USA, ya que sus decisiones condicionan la vida de aquel país y a veces, de rebote, de otras partes del mundo. Así que, al leer que se estrenaba un biopic, una peli de tintes biográficos, en román paladino, sobre la figura de Ruth Bader Ginsburg, (fue nombrada para el alto tribunal en 1993 por el Presidente Bill Clinton), me pareció interesante asistir a su proyección, un modo como otro cualquiera de sumarme a la próxima huelga feminista, que reivindica los derechos de las mujeres por los que esta juez (o jueza, como el femenino de león es leona) luchó. Éramos siete féminas y yo en la sala. Una cuestión de género (On the Basis of Sex) presenta la figura de una mujer que ahora cuenta ya con 85 años y que, a pesar de lo quebradizo de su salud, sigue asistiendo a las sesiones del Supremo estadounidense. Está dirigida por Mimi Leder, neoyorquina con larga carrera en cine y televisión como directora y productora, aunque yo no conozca nada de sus trabajos anteriores. El guión, previsible en su planteamiento hagiográfico y con muy buenos diálogos, viene firmado por Daniel Stiepleman, sobrino de Ginsburg.  En los cines Panoramis se estrenará próximamente el documental RBG, sobre la misma persona, dirigido por Julie Cohen y Betsy West, del que me han llegado muy buenas referencias.

Y me voy a permitir un pequeño excurso de lingüista, a partir del título inglés y su traducción al castellano. En nuestro idioma personas y animales son sexuadas, machos o hembras, y para los humanos, la diferencia está entre varones y mujeres ya desde el Cantar del Mío Cid donde se dice al recibir al héroe en Burgos: Varones e mulleres por las finiestras sone. Las palabras poseen género gramatical, masculino y femenino. Esa distinción no existe en inglés, lengua que sólo tiene gender para ambos conceptos. Y es en la cultura anglosajona donde surgió el movimiento feminista hace años. S. de Beauvoir con su libro El segundo sexo (1949), no planteó ninguna confusión al respecto. Sin embargo quienes empezaron a teorizar modernamente en USA y en UK sobre la naturaleza de la lucha de las mujeres, comenzaron a hablar de "género", no ya sólo por cuestión idiomática, sino como constructo relacionado con la mujer, no sólo como ser sexuado, sino desde su manera de estar en el mundo con todo lo que ello implica. Y así parece acuñada ya definitivamente en nuestro idioma la expresión "violencia de género". En el filme es una secretaria la que propone sustituir en un alegato judicial la palabra "sexo", muy fuerte en inglés, por "género", para que fuera más digerible por los miembros del tribunal, todos varones. Dejando esto de lado vayamos ya a la cinta. 


El arranque es impactante. Años cincuenta en Harvard, sexta promoción que incluye tan sólo una docena de mujeres en los estudios de derecho (no había ni baños específicos para ellas) de la prestigiosa universidad en medio de una marea de varones formalmente trajeados. Ginsburg añadía algún hándicap más a su condición de mujer a la hora de pelear por entrar en un bufete, era judía. Se ha de "conformar" con ser profesora ya en los años setenta y batallar por sacar adelante a sus dos hijos, tarea en la que comparte dedicación con su marido, otro abogado especializado en cuestiones fiscales, con el que forma el tándem perfecto para una cinta de litigios judiciales, todo un género en la cinematografía estadounidense. 



Me entero por boca de un juez de que en su Constitución no aparece la palabra "mujer", lo que sitúa a las leyes originarias redactadas por los padres fundadores lejos de la igualdad entre sexos. La abogada replica que tampoco aparece la palabra "libertad" y no por ello hay que tenerla menos en cuenta. Sí que aparece la palabra "igualdad", lo que hará que ella decida litigar para defenderla como un derecho humano más, semejante a la igualdad racial que se ventilaba en los sesenta. El caso que la pone en el disparadero es la defensa de un varón que se dedica a cuidar a su madre y que no tiene derecho, según la ley, a desgravarse la ayuda pertinente, cosa que sí que pueden hacer las mujeres. Dándole la vuelta al calcetín, la abogada sabe que está peleando no sólo por los derechos de ese hombre, sino que puede empezar a cuestionar el resto de leyes discriminatorias por razones de sexo, como ejército, pilotaje de aviones, sueldos por igual trabajo, horas extras y tantos cometidos que se salen de los típicos cuidados asignados tradicionalmente a las féminas (escuela, hoispitales, crianza), lo que contraviene la pretendida igualdad ciudadana. A esa batalla judicial es a la que me refería cuando hablaba de guión previsible, pero no deja de estar llevada con buen músculo narrativo.



A partir de entonces se hace evidente que Times are changing, que decía Dylan. Y la bola de nieve se convierte en algo imparable que aún no ha dejado de rodar. Que esta mujer siga batallando en la actualidad desde el Tribunal y quiera mantenerse en él mientras pueda es un cortafuegos a los planes del misógino de Trump, quien no dudará en colocar a alguien afín a sus postulados, lo que puede suponer retrocesos en derechos tan arduamente conseguidos. Probablemente gran parte de la efectividad de la historia está en la interpretación de  Felicity Jones como la abogada peleona. Creo haberla visto en The Theory of Everything sin que me dejara más huella, pero aquí está enérgica y combativa, muy creíble. Armie Hammer es el marido perfecto que toda suegra desearía para su hija, colega y buen padre. No lo he reconocido como el protagonista de Call Me by Your Name, donde hacía un papel de más enjundia. Justin Theroux, camuflado bajo un bigote imposible está correcto en su papel de secundario, nada que ver con la intensidad de The Leftovers donde tanto me gustó. Por último Kathy Bates está como suele en un papel episódico. En definitiva, un drama judicial que descubre un personaje importante en la vida política estadounidense que merece ser resaltado por su denodada lucha en favor de la igualdad. Un mensaje todavía necesario setenta años después. Queda mucho por hacer y habrá que volver a salir a las calles el próximo viernes día ocho de marzo. 

José Manuel Mora. 





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