"Special" (Serie de TV), Ryan O'Connell

 Todos somos "especiales".

Bucear en los contenidos de una plataforma puede llevar un buen rato. A veces se busca algo concreto por recomendación previa amical o por referencia leída en prensa. Y otras uno se encuentra con un título anodino, pero con una sinopsis que permite intuir algo distinto. Esto me ha pasado con Special, serie de Netflix, estrenada este mes de abril y que es, por tanto y contrariamente a mi costumbre, una "novedad"; ofrece ocho capítulos de 15 minutos cada uno, lo que permite bebérsela, y que es obra de un creator (qué importancia), de esos que casi lo hacen todo. Ryan O'Connell es el ideólogo de la historia, su guionista, director y actor protagonista. Ahí es nada. Y sin embargo la cosa funciona. Veamos.


El treintañero Ryan padece una discapacidad proveniente de una parálisis cerebral que, aunque no lo incapacita para gozar de una cierta autonomía, sí que lo ha tenido dependiendo de su madre, sin demasiada relación interpersonal. Desde una de las primeras escenas sabemos también, de una forma natural, sin subrayados y divertida, que el muchacho es homosexual, un gay asumido por su madre y por quienes le conocen. Sin embargo reconoce que es virgen, dado su aislamiento. Consigue un trabajo como becario en una empresa de comunicación que se distribuye desde la red. Su jefa es una especie de dominatrix laboral, aunque para compensar él descubra en la oficina a su primera amiga auténtica, también "especial", por su color de piel, por sus medidas fuera de norma, por la libertad con la que se mueve y expresa. La madre del muchacho también es "especial", en la medida que a sus 50 años y con su hijo por fin autónomo, es consciente de su soledad y se ve en el conflicto de atender a sus necesidades afectivas o seguir pendiente de su hijo. Que gracias a su amiga de oficina él sea capaz de empezar a salir, a conocer gente real, a bailar, a reírse de sí mismo, supondrá un enorme avance en su maduración como ser humano.



El personaje, un trasunto de su creador,  se atreve por fin a contratar a un chico de compañía que lo ayude a perder la virginidad. Hace falta valentía y capacidad de asumirse con sus limitaciones para rodar esa escena de cama tan delicada, lo que se consigue con un tono irónico muy creíble en alguien que ya vamos conociendo bien. El ritmo en que los sucesos se van produciendo es casi de comedia slapstick. Todo fluye con una naturalidad muy creíble y con sus puntos de clímax emocional. La escena de la "cita a ciegas y a sordas" es desternillante, como lo es el modo en que logra engañar a toda la oficina con el relato de su atropello, que logra escalar al más visto en las redes.


Lo "especial" de Ryan está en su interior, en su íntima contradicción entre pensarse liberado por asumir su opción sexual y su incapacidad para relacionarse con naturalidad con la gente, al desconfiar de la aceptación de los demás, de su amiga, de su jefa, de sus posibles parejas. El primero que reconoce no quererse lo suficiente es él mismo. Y esa será su  conquista definitiva, ser capaz de afirmar con convicción: "Se acabaron los armarios" y ser capaz también de aceptar las consecuencias de soledad e inseguridad con la que todos los seres "especiales" que vivimos en el mundo tenemos que apechugar. El final es bierto, lo que tembién sitúa esta comedia relámpago fuera de los estándares habituales. Y se agradece el plano final. En definitiva, una miniserie burbujeante, divertida y de trasfondo serio. Recomendable.

José Manuel Mora.
 
P.S. En este mes de mayo de 2021 veo la segunda temporada siempre en Netflix. Mantiene el temple del personaje, la ironía con la que se ve a sí mismo, la ruptura del cordón umbilical materno, los ligues más o menos acertados, los subidones de adrenalina, las depresiones y las tristezas tras los fracasos. Y comprobamos que Ray es tan especial como cualquiera de nosotros pueda serlo. La serie se ve con la sonrisa pintada en nuestra cara y, dada la brevedad de los capítulos, en un suspiro.



 


 

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