Los extrarradios.
Se anuncia como una comedia a la italiana, pero nada más lejos de aquel cine costumbrista del neorrealismo, que yo recuerdo en riguroso B/N y en unos paisajes urbanos de las afueras industriales de las grandes ciudades del norte, adonde los de Calabria, Puglia y Sicilia llegaban con una maleta de cartón y cuatro cosas para empezar una nueva vida, que no era el sueño que ellos habían tenido antes de llegar, como le sucedía a la familia de Rocco y sus hermanos (1960). En este caso, Como pez fuera del agua en la traducción de los exhibidores de nuestro país (Come un gatto in Tangenziale, es decir, "un gato en plena autopista"), es un filme de Riccardo Milani, a quien no había oído nombrar con anterioridad, pero que parece haber tenido buenos maestros con los que ha trabajado como ayudante de dirección: Mario Monicelli, o Nanni Moretti, por citar sólo dos grandes. LLeva dirigiendo sus propias cintas desde 1997, aunque no sé si se han llegado a estrenar en nuestro país; creo que no. Aquí coescribe el guión también. Parece que ha arrasado en Italia.
La periferia de la que se habla al inicio al citar a Pasolini, justo donde acabó muriendo asesinado, puede servir para las afueras de Roma, o las banlieues francesas, o los barrios de la zona norte de mi ciudad.Antes acogían migrantes interiores y ahora se han convertido en un muestrario de razas, lenguas, religiones, culturas, tradiciones culinarias... Y eso no siempre es fácil de gestionar. En mi instituto, de vocación integradora, había estudiantes de 25 países diferentes cuando yo me jubilé hace diez años. No sé ahora. Y de ese entorno proviene un tal Alessio, preadolescente enamorado de Agnese, compañera de instituto y que vive en el centro de Roma. Esto no es más que un pretexto para que los progenitores de ambos, preocupados por una relación sin futuro, entren en contacto de forma explosiva. No pueden ser más diferentes: él pertenece a un think tank, que decimos los ingleses, que es llamado como experto en extrarradios en Bruselas. Ella, antigua cajera de supermercado, despedida cuando llegaron los cajeros automáticos (ahora trabaja en una residencia de ancianos sirviendo comidas), ha tenido que sacar adelante a su hijo sola (su marido está en la cárcel) y se ha hecho cargo de dos hermanas gemelas, ladronas compulsivas cada vez que ven ocasión, y aun sin verla. El choque no puede ser más brutal, con bate de béisbol incluido. La manera en que educan, la forma en que viven o se entretienen (las dos playas a las que acuden son una radiografía de ambos mundos, por no hablar del cine), todo lleva al encontronazo. Y sin embargo el interés común permite un acercamiento entre ambos.
El trazo grueso con el que están dibujados ambos personajes no impide que sean presentados con respeto y que sean entendibles, cada uno dentro de sus coordenadas. La conciencia social de él, cultivada sin haber visitado esas realidades de las que es experto, y el antieuropeísmo y la fobia a los políticos "que van a lo que van", de ella, son ambas razonables, y aún siendo el tono de comedia disparatada muchas veces, el trasfondo es un tanto desesperanzado, porque no parece haber demasiada soulción, a pesar de un final en parte complaciente, como no podía se de otro modo, dado el aire de comedia imperante. Los gags son descacharrantes en algunas ocasiones. En otras me parecen demasiado burdos.
Antonio Albanese y Paola Cortellesi (esposa del director, lo que se evidencia en la manera en que es tratada visualmente) conforman una pareja con química, que opta por interpretaciones voluntaria y acertadamente histriónicas para enfatizar el tono de sátira que el director ha considerado oportuno imprimir a su historia. Con estos mimbres otros directores, en situaciones semejantes, han construido auténticos dramas. No sé si la opción de Milani ayuda a la comprensión mutua o promueve mayor intolerancia y desafección hacia la posible integración y hacia los medios de que disponemos para conseguirla.
José Manuel Mora.
José Manuel Mora.
https://youtu.be/PkGShSJaTo0
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