En buenas manos, de Jeanne Herry

Adopción.

El tema de la adopción es peliagudo, incluso cuando sale bien. Tengo casos cercanos de familiares y amigos y siempre es una especie de montaña rusa de dificultades y emociones sin cuento. Poder conocer todo el proceso paso a paso, casi con un tono documental puede resultar muy instructivo, con la salvedad hecha de que se trata de lo que sucede en el país vecino. Y esa parece la opción de la guionista y directora de la cinta En buenas manos, de Jeanne Herry, quien es además novelista y actriz. Es su cuarta cinta como directora y la primera que veo de ella.


El arranque es intenso: una muchacha joven llega de parto a un hospital y plantea de entrada que no quiere quedarse con la criatura, sin más explicaciones. La maquinaria de los servicios sociales se pone en marcha: servicio de adopción, trabajadores sociales, padre de acogida, un grupo extenso de personas, integrado por gente diversa y con sus problemáticas personales, que intentará hacer las cosas bien para encontrar un hogar para el recién nacido Théo. Por otra parte Alice, la candidata a madre adoptiva lleva casi diez años luchando por conseguirlo y cuando llega el momento se encuentra sola, como familia monoparental. Lo que en principio puede parecer un conjunto de trámites que están perfectamente establecidos, va mostrándose como algo con enormes implicaciones emocionales para todos quienes participan en el proceso. Éste se muestra no exento de conflictos, pero en la cinta hay una clara apuesta por el funcionamiento del estado del bienestar. Para mantener algo así es necesaria mucha gente preparada y mucho dinero para pagarla. Aquí en España, y por los casos que me son próximos, no siempre las cosas salen todo lo bien que deberían.


Una de las mayores virtudes de la peli es la naturalidad con la que se nos cuenta la historia, con cierto aire documental, y cómo los personajes, que forman un todo coral, muestran sus debilidades y sus necesidades personales en un entramado muy bien tejido, en el que el bien del bebé es siempre el objetivo final. Como dice una de las responsables del proceso: “mi trabajo no es el de encontrar un hijo a unos padres que sufren, sino el de encontrar los mejores padres para niños que tienen dificultades”. Y es posible que Théo padezca alguna malformación congénita o alguna dificultad y será necesaria la entrega absoluta y la aceptación total de la futura madre, una  Élodie Bouchez cuya cara me sonaba de haberla visto en  Los juncos salvajes de A. Téchiné (1998), aquí en plena madurez interpretativa. Emocionante el momento del primer encuentro con la criatura. Por no hablar de la figura que más me ha conmovido, el entregado padre de acogida, que tendrá que despedirse del crío después de haberlo cuidado día y noche, un tal  Gilles Lellouche, quien pone toda su humanidad y su largo saber actoral al servicio de un papel aparentemente no trascendental, pero que a mí me ha llegado al alma. La directora homenajea a su madre, la gran Miou-Miou, en un papel de secundaria impecable. Un canto, pues, a la solidaridad, a los deseos de mejorar y proteger la vida de los más débiles, con todo lo que eso supone de apuesta política y humana. Muy recomendable.

José Manuel Mora.


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