Stranger Things, de los Hermanos Duffer

 Mundo de pesadilla ochentera.

Por la edad llegué tarde a toda una serie de blockbusters de los años 80. Era el tiempo de S. Spielberg, de G. Lucas, los «Goonies», los "Cazafantasmas" y de tantos otros. A pesar de que era un cine pensado para la juvenalia, resultaba difícil sustraerse a determinados títulos: E.T., American Grafitti, o En busca del Arca Perdida...; cito sólo algunas de las que vi, y que he de confesar que las disfruté a modo. Señalo todo esto porque la serie que voy a comentar revive en parte el espíritu de esa época y de esos filmes. Stranger Things comenzó a emitirse en 2016 en su primera temporada. Debido al éxito, en 2017 Netflix programó la segunda, y la tercera se ha estrenado en este julio de 2019, con lo que no queda muy desfasado mi comentario: cada una de ellas tiene nueve capítulos de unos 45 mi. cada uno. En sus inicios yo no tenía todavía la plataforma y ni me enteré. Ahora leí una reseña que me llamó la atención y he de dejar claro que las estoy viendo en plan maratón seriéfilo. Parece que se piensa en una o dos temporadas más.


Los Hermanos Duffer son los creadores de la idea. Estos mellizos de Carolina del Norte son escritores y directores de televisión. Empezaron rodando con una cámara súper 8 que les regalaron sus padres y seguramente ello los llevó a estudiar cine en California. Una vez más no consigo entender del todo cómo se puede dar a 27 capítulos en total un aire de unidad estilística, cuando ni los guionistas ni los directores son siempre los mismos. Supongo que la supervisión de los hermanos será lo que conseguirá que todo sea coherente. Y he de decir que lo es. Shawn Levy, de quien no he visto nada, ni dirigido por él ni interpretado, es uno de los directores y productor de muchos de los capítulos.


Para los que no conocemos los USA profundos, esos no lugares con casas diseminadas entre los árboles, con un núcleo poblacional en torno a la escuela o el instituto, la oficina del sheriff  y el centro comercial, la ubicación de la historia en el ficticio condado de  Hawkins (Indiana) durante el año 83 permite viajar a territorios familiares para ellos, pero alejados de lo que nosotros entendemos por ciudad o incluso pueblo. Hay un grupo de chavales preadolescentes, aficionados a los juegos de rol, cuando todavía no se practicaban en pantallas, sino con mapas, dados y figuritas. Uno de ellos, Will, desaparece misteriosamente. Mike, Dustin y Lucas, sus amigos, se ponen a buscarlo y contarán con la ayuda de una extraña niña, Eleven, que casi no habla, que se ha escapado de un laboratorio donde investigan los poderes telequinésicos que al parecer posee. El misterio que pretenden resolver los lleva a vivir toda una serie de aventuras de las que salen incomprensiblemente indemnes.


Dado el éxito obtenido por la primera temporada, los creadores insisten en la segunda y la tercera en ese submundo habitado por ese ser multiforme que parece ir infectándolo todo desde ese "mundo del revés" en el que vive. La ambientación temporal es perfecta tanto en interiores como en exteriores y los productores sabrán lo que han invertido para conseguir unos efectos especialísimos. Con todo, lo que más me ha gustado ha sido el acierto en el dibujo de los personajes que conforman la pandilla de amigos. Están perfectamente individualizados, son creíbles gracias a las situaciones en las que se ven inmersos y cómo planean salir de ellas y sobre todo a unos diálogos escritos con mano maestra. Es difícil hacer hablar a chavales y que no te chirríen ni por lo que dicen ni por cómo se expresan. Al verla en V.O.S. la verosimilitud se ve aumentada. El que conforme avanzan las temporadas ellos crezcan y los veamos hacerse parcialmente adultos con nuevos conflictos, como que lograr pareja empiece a ser más importante que los propios colegas, hace que se logre la adicción a la serie. La aparición de Max, que tendrá difícil aceptación en la banda, acabará siendo un elemento importante para que se rompa el cliché de las niñas suspirando por el guaperas de turno y se planteen, Eleven y ella, una relación de amigas que se sale de lo que en aquella época debía de ser habitual. El tono feminista es patente en el papel de Stacey, la hermana de Mike.


Los adultos que completan el reparto, la madre de Willy, una impecable Winona Ryder provinciana y sin glamur, y el jefe de policía, Hooper, para el que David Harbour compone un personaje muy alejado del macho alfa habitual, suponen en las dos primeras temporadas una vivencia de los problemas en los que la historia personal de cada uno de ellos explica sus actitudes; sin embargo en la tercera parece írseles de las manos a los creadores y caen en estereotipos que se podían haber evitado. Al mismo tiempo el Azotamentes, que es el nombre que le han dado al ser  monstruoso, ha perdido parte del terror que provocaba en las primeras temporadas, más cuando se ve mezclado con un grupo de soviéticos que parecen querer controlarlo desde las profundidades de la tierra, y además su manera de actuar ahora hace pensar en La invasión de los ladrones de cuerpos o, más cerca de la actualidad, a The Walking Deads.


Como colofón baste decir que me lo he pasado bien con los adolescentillos, con sus neuras, sus salidas, sus peleas tan auténticas, su ingenio, su solidaridad, sus leyes. "no se miente a los amigos". No sé si me picará la curiosidad, caso de que cuelguen una cuarta temporada, a la que el final parece abocar. Si lo hago no será por el monstruo, sino por ver la evolución de ese plantel de actores tan en su punto.

José Manuel Mora.







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