Madres e hijos, de Colm Tóibín

 Irlanda y otras latitudes.

No hay en estas recensiones demasiada literatura irlandesa, a pesar de que esa tierra ha sido cuna de grandes escritores, ya los cité aquí en otra anterior; algunos los leí antes de empezar este blog y por eso no han sido consignados como merecen; a otros los he visto representados. Dejo aquí la referencia de Escenas de un paisaje que se aleja a modo de ejemplo. La presente, pertenece a TÓIBÍN, COLM. Madres e hijos. Barcelona: Ed. Lumen, 2019, con cuidada traducción de Antonia Martín (salvo el uso de granja como lechería, tan barcelonés) y con 379 págs., prologadas por Andreu Jaume, quien es también responsable de la selección de los cuentos procedentes de Mothers and Sons (2006) y The Empty Family (2010); el cuento que cierra el libro fue publicado por primera vez en The New Yorker en 2013. Lumen siempre me pareció una casa que selecciona y cuida bien sus títulos. La presentación de la cubierta es sencillamente bella. Me sorprende que, desde la primera edición en inglés de 2006, se haya tardado tanto tiempo en verlo traducido y publicado aquí.



He de confesar que no había oído ni siquiera el nombre del escritor, ni tenía ninguna referencia vital o estilística del mismo. Tóibín (Enniscorthy, 1955, pueblo de apenas diez mil habitantes del sur de Irlanda) ha vivido en muchos otros países: España la conoce bien, especialmente Cataluña, Argentina, Brasil y EE.UU, en concreto California (su novio vive en Los Ángeles) y Nueva york. Viajero pues y vividor. Ha vuelto a su tierra y echa de menos todos esos lugares en los que ha estado. Se ha convertido en un experto en Henry James, de quien se considera deudor. Ha sido varias veces finalista del Premio Booker y es considerado uno de los mejores escritores irlandeses de esta época. Su primera novela, El sur (1990) está ambientada en Barcelona. The master (2006), centrada en la figura del maestro citado y en su posible homosexualidad, tuvo un enorme éxito; Lumen la editó en 2018. Ha tocado géneros diversos, de la novela al libro de viajes, de la autobiografía al ensayo crítico, de la historia social al relato breve, obras teatrales, como El testamento de María (2011), y guiones de cine como Brooklyn. Parece que se crió rodeado de mujeres, como le sucedió a Cortázar, lo que no sé si será la razón de que las plasme de modo tan excelente en sus narraciones. Ser gay en la muy católica Irlanda suponía un problema añadido. Mudarse a Barcelona en los 70 le facilitó el vivir con más libertad. Ya en los 90 publicó El amor en tiempos oscuros y otras historias de vidas y literatura gay, una colección de artículos sobre la vida de escritores homosexuales.


La colección de cuentos lleva el título genérico del volumen de 2006, porque es cierto que en muchas de las narraciones las protagonistas son mujeres, con relaciones maternofiliales, pero también es cierto que hay narraciones en las que éstas están ausentes, como sucede en La calle, casi una nouvelle, hermosa y conmovedora historia de amor imposible entre dos varones inmigrantes paquistaníes afincados en Barcelona, en la que la sensación de exilio, extrañamiento y soledad es inmensa: "Malik sólo deseaba que el paseo continuara, no decir nada más y que Abdul siguiera callado" (pág. 216). Hay otra historia ambientada en la capital catalana, Barcelona, 1975, en plena Transición, con el trasunto de un personaje famoso entonces por su reivindicación libertaria y divertidísima en las Ramblas, Ocaña, como contrapunto de un irlandés de veinte años recién llegado y tan despistado que "Al principio eran dos [...] eran guapos [...]. Me observaban y querían algo de mí, y yo no estaba seguro de qué era" (pág. 131); aquí el sexo está tratado con frialdad y crudeza para dejar en carne viva lo íntimo. Y todavía otro más, titulado La nueva España, en el que una chica de buena familia, que tenía la sensación de no encajar y que regresa de su exilio voluntario de ocho años en Londres,  va a buscar a su familia a Menorca, donde veraneaban en su infancia y que está irreconocible. "Daba la impresión de que Franco había quedado muy atrás [...]. Aunque llevaba menos de tres años muerto" (pág. 126), época en la que se mezcla el alivio y la desilusión ideológica. En los tres se da una de las características del escritor, la ambigüedad moral y la dosificación temporal de los elementos que van apareciendo.


Otro de los instrumentos que maneja con sabiduría es la elipsis, que a veces completa con finales que no son nada concluyentes, como si la resolución no tuviera tanta importancia como el conflicto planteado: como en El quid de la cuestión, en el que aparece esa mujer fuerte, viuda, que agobiada por las deudas, decide montar un fish and chips a pesar de todas las  dificultades que le van surgiendo y que combate a base de determinación, frente a la incomprensión de su hijo adolescente. La sociedad dublinesa se muestra con todas sus contradicciones, como en Un cura en la familia, en la que una madre, ya en los ochenta, tiene que estar ahí, con su débil fortaleza, apoyando a su hijo sacerdote, que ha sido acusado de pederastia.  Hay otra abuela encantadora que siente una especial ternura por el tercero de sus nietos, con el que establece una relación tan particular que supera a la que mantiene la propia madre con su hijo. "Frances no tenía ni idea de lo que pensaba y sentía su hijo" (pág. 329). Dejo para el final comentar el primero de ellos, Silencio, un homenaje explícito a H. James, que aparece como personaje del que una mujer casada acaba enamorándose, ya que "había leído toda su obra [...] y era un hombre que hablaba con seriedad a las mujeres" (pág. 38), razón poderosa ciertamente. Como el hecho de admirar el que "la vida era el material que [James] usaba" (pág. 42). Y por último, en La familia vacía surgen las reflexiones en torno a qué es el hogar, a la nostalgia por haber pasado una vida fuera y que ahora sea irrecuperable "Añoraba mi tierra [...] Mi tierra era esta casa deshabitada de Ballyconnigar" (pág. 51). Construido todo el cuento en segunda persona, va dirigido a un antiguo amante ya definitivamente ausente. "Esta tierra poblaba mis sueños y mis horas de vigilia" (pág. 52). Esa sensación de saudade que parece casi gallega. Y todo el libro emana contención expresiva y de sentimientos. De "restrained" califica el prologuista la categoría estilística típicamente anglosajona y que traduce como cohibida, reservada, mesurada. Ese es el tono del libro, contenido, como escrito a media voz, sin énfasis, pero con toda la lucidez del mundo, para escucharlo en silencio. Seguramente volveré a leer algo más de este irlandés desconocido. 

José Manuel Mora. 

P. S. Me voy de vacaciones. No creo que escriba nada hasta mi regreso. Buen agosto.  
 








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