Bérgamo, II, Lombardía. V.

Città Alta.

La Mare de Déu d'Agost. El famoso Ferragosto. Barbara nos ha preparado una collazione de campeonato. Desayunamos juntos con una familia holandesa. Hay que cambiar de locanda, y la que nos dirige al B & B "Colleoni" (nada que ver con los atributos masculinos, lo explico abajo) es una señora estupenda que sabe latín y que, sfortunatamente, no tiene tarjetero y tenemos que pagarle en efectivo, léase en negro, los 90 € que cuesta. Pero, al ver el jardín interior francés, el salón de amplios ventanales y pinturas de firma (il proprietario fa il collezionista) y lo confortable de la habitación, nos quedamos. 
 
Y hoy seguimos en la Città Alta, la antigua y fortificada que ya conocimos de noche, pero que seguramente veremos con otros ojos. La Biblioteca Civica, que cierra uno de los lados de la Piazza Vecchia, merecerá una entrada específica en la etiqueta temática pertinente. Está especializada en la obra de Torcuatto Tasso y todo lo que sobre él se ha escrito. Desde sus balcones tenemos una hermosa panorámica de la plaza vacía a esta hora tan temprana con el imponente campanone junto al Palazzo del Podestà. Y al pasar bajo los arcos góticos del Palazzo della Ragione, descubrimos que, lo que creímos anoche ser el Duomo, no era tal, sino la basílica de Sta. Mª Maggiore.


La cúpula de tambor de la izquierda completa el edificio neoclásico que alberga la catedral. Su interior posee una decoración tiepolesca y no nos resulta llamativo, por lo que no hacemos fotos. En Sta. María hay misa mayor por ser el día de la Virgen y la iglesia está atestada. Este fenómeno lo veremos en otras fechas menos señaladas y en otras ciudades. Italia sigue siendo mucho más religiosa que España, o al menos la vivencia permanece aquí instalada con más presencia social y mayor influencia de la Iglesia en política y en cuestiones de costumbres. 




Vemos entonces que el edificio adjunto, que habíamos tomado por una prolongación, es la Capilla Colleoni, un condottiero veneciano, que mandó erigirla a su mayor gloria como lugar para ser enterrado y que es el máximo exponente del Renacimiento en la ciudad. La conjunción de ambas portaladas crea un impacto fascinante. Completa la plaza un baptisterio neogótico sin ninguna gracia. 



















 
Una vez que la gente ha salido de misa, entramos para disfrutar de nuevo con esa borrachera barroca de estucos, dorados, pinturas al fresco, órganos, esculturas medievales, púlpitos de madera tallada, cuadros renacentistas, marqueterías imposibles, baldaquinos suspendidos y sobre todo la constatación de que no hay un sólo centímetro en techos y paredes sin ocupar. Orror vacui, que le dicen. Una auténtica locura.


















 
Callejeamos hasta la puerta del funicular, que une las dos ciudades y evita a los turistas más cómodos darse buenos tutes de subir y bajar, y volvemos a comer al Circolino, un restaurante ubicado en un viejo convento que están restaurando y que es enormemente popular, a tenor de cómo están las salas de llenas. Menos mal que habíamos reservado. Sorprenden los techos pintados al fresco dieciochesco y bien recuperados. Aunque la polenta de trigo sarraceno y conejo está buenísima, no sé si merece la pena tan larga espera. 



Tras la siesta cambiamos el rumbo hacia la puerta de S. Alessandro, de donde se toma el funicular hasta el mirador de S.Vigilio, que sube rápido y en curva. Desde arriba, en esta tarde de luz dulce, se llega a divisar la silueta de Milán en lontananza, las estribaciones meridionales de los Alpes suizos al norte y las primeras cumbres de los Apeninos hacia el sur. Se puede acceder a lo alto de un torreón de la primitiva fortificación. El campo alrededor está restallante de verdes de todas clases. Como estamos descansados, decidimos bajar dando un paseo largo y pausado, disfrutando de las villas que se han encaramado hasta aquí, alejados de las muchedumbres, y llegamos a Città Alta.


















 
También desde la Porta S. Giacomo, con su mármol blanco que se divisa desde la città bassa, se tiene un espectáculo de atardecer distinto pero no menos hermoso. El puente reforzado que salta el foso hace todavía más impactante la vista de la muralla. Es uno de los sitios que los bergamascos prefieren a la hora del paseo vespertino, ya que no da el sol, pero se divisa la ciudad iluminada a los pies.


























Y ya de noche nos incorporamos a la procesión turística que va y viene entre los dos extremos de la calle Colleoni, que muy probablemente será casi lo único que acabarán conociendo quienes vienen a pasar un sólo día en la ciudad, donde se amontonan todas las tiendas, restaurantes y heladerías que uno pueda imaginar. En un momento dado noto que no llevo el móvil encima. Más que por el aparato, recién comprado para el viaje, lo siento por las fotos que guarda, de las que no he hecho copia para subirlas a la "nube". Bajamos corriendo como hacía tiempo y, en el restaurancito que habíamos pensado elegir para cenar y del que luego nos desdijimos, estaba el telefonino en el cajón de la señora. Buena gente y buen susto. Acabamos con un gelato en "Carmen", atendidos por dos muchachas uruguayas. No saben si regresarán. Nosotros sí, a nuestro jardincito francés tenuemente iluminado. Mañana nueva jornada y nuevo paisaje.

José Manuel Mora.

























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