"Adults in the Room", de Costa Gavras

 Tragedia griega.

Esta vez no ho necesitado recomendación alguna. Guardo un recuerdo indeleble, signifique indeleble lo que signifique, que diría el maestro Millás, de uno de los primeros títulos que vi en Burdeos, cuando llegué en 1972: État de Siège convulsionó con la fuerza de sus imágenes mis castos ojos protegidos hasta ese momento por la censura franquista. Aquel thriller político protagonizado por un Yves Montand  arrollador, valía más que un buen mitin explicativo sobre las guerrillas urbanas en Latinoamérica y los efectos devastadores de la intromisión estadounidense a través de la CIA en aquellos países. Su director, Costa-Gavras (1933), se me quedó fijado en la memoria e hizo que siguiera con apasionamiento sus anteriores y siguientes títulos: Z (1969), La confesión (1971), aquí prohibidas, y más tarde Missing (1981), con un Lemmon inmenso, La caja de música (1989),o Amen (2001). A sus 86 años vuelve a hora con otro filme político y controvertido: Adults in the Room ("Comportarse como adultos", en su titulación española). Además firma el guión escrito en paralelo al libro redactado por uno de sus principales protagonistas, Yanis Varoufakis. Se trata, según confiesa el director de una cinta de ficción sobre hechos reales.


Y el griego vuelve a engancharme desde las primeras imágenes, reales, del día de las elecciones que llevaron al poder a Alexis Tsipras en 2015, acompañadas de esa música griega que me emociona desde mi adolescencia, cuando la escuché por primera vez en un documental sobre las islas del Egeo. La música, con protagonismo del buzuki, tiene mucha importancia, es un personaje más. No me he desprendido nunca de ella. La izquierda de Syriza gana a la derecha corrupta que había llevado a Grecia al desastre de recortes, privaciones, cierres, hambre y emigración, y que la había puesto en manos de la "troika" para que devolviera una deuda impagable, lo que si no se hacía ponía en riesgo a todos los bancos acreedores de Centroeuropa. Primer acto de presentación. 


Inmediatamente se presentan "los hombres de negro", los representantes del FMI, el Banco Mundial y el Eurogrupo, los acreedores de la inmensa deuda contraída por los anteriores gobiernos griegos, quienes propusieron nuevas medidas de rescate que iban a suponer nuevos sacrificios para un país al borde del colapso, porque no estaban dispuestos a que los países de la Europa rica perdieran lo invertido en sus préstamos. Para ello están dispuestos a saltarse las normas de la democracia de los organismos europeos.  Tsipras envía a la negociación a su ministro de economía, Varoufakis, y ésta se alargó durante cinco meses interminables. Como la película se apoya en las momorias de éste, en ella se reflejan todas las exigencias, los desplantes, los chantajes, las amenazas de salir del Euro y de cierre de los bancos griegos, las traiciones, las intrigas, a través de infinidad de reuniones interminables que a un profano o a alguien poco interesado en la Historia reciente se le pueden hacer reiterativas o premiosas. Pero es todo ese cúmulo de enfrentamientos lo que muestra a la perfección el conflicto del segundo acto. Ahí están todos los dramatis personae: el propio Varoufakis, Wolfgang Schäubdle, que era quien cortaba el bacalao en nombre de Merkel, Jeroen Dijsselbloem, de un cinismo impecable, con quien sostiene discusiones a cara de perro, Mario Dragi, Christine Lagarde, Junker e tutti quanti..., más preocupados del comunicado de prensa que de la resolución equilibrada del problema. El culmen de la tensión se muestra en la manifestación silenciosa ante un restaurante, cual coro griego y, mucho mejor todavía, la coreografía que presenta el acorralamiento del ministro en Bruselas. Es perfecta como metáfora.

Tercer acto: desenlace trágico. Ese grupo de adultos encerrados en diferentes habitaciones no hacen otra cosa que preocuparse de ver "quién la tiene más larga", quién impone su voluntad al contrario y aparece como triunfador ante la opinión pública, lo que servirá de escarmiento caso de que alguien pretenda recorrer la misma senda. Pero sobre todo, de lo que se trata es de hacer que la izquierda en el gobierno heleno muerda el polvo para demostrar a la de otros países que no tienen nada que hacer, aun en el hipotético caso de que accedan al poder. Y lógicamente los griegos son derrotados. Se ha acusado a Gavras de didactismo (necesario, puesto que ni los que seguimos entonces todo el proceso lo recordábamos con precisión), de parti-pris. ¿Qué esperaban del viejo cineasta comprometido? Y es verdad que la prespectiva narrativa, voz en off del propio Varoufakis desde el principio, no esconde sus intenciones. Y es evidente para mí que el director tiene razón en su toma de partido. La tragedia se consuma cuando Varoufakis dimite y Tsipras no acepta el emou (Memorial of Understanding o propuesta de entendimiento) como trágala a los griegos, que estos rechazan en  referendum. Es la de Tsipras la figura que sale peor parada, con todas las dudas y las angustias de quien tiene que tomar las decisiones desde la más absoluta soledad, como fue la de aceptar las condiciones finales de la Troika tras plantear nuevas elecciones, que volvió a ganar, pero la izquierda se rompió por las costuras y la derecha causante del desaguisado inicial volvió al poder. Las tragedias griegas son así. Tristes.


Christos Loulis es el que encarna al ministro de Economía que batalla por la dignidad del país y por que los en parcialmente causantes de la crisis carguen con parte de las pérdidas. Lo hace con convencimiento y entrega. Es una película de interiores, de despachos de cristal y caoba que encierran miedos y ambiciones, de oscuridad de habitaciones de hoteles y de luz cegadora de los grandes salones oficiales. Y que sirve como documento de memoria que ayude a saber dónde y por qué nos aprieta el zapato. No habla sólo de Grecia, sino de aquellos que provocaron la crisis desde sus despachos y de cómo es la gente de a pie la que sigue pagando las consecuencias. No olvidamos.

José Manuel Mora.

 Una Europa de los ciudadanos que pasa obligatoriamente por la democratización de sus instituciones

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