Downton Abbey, de Michael Engler

 God "shave" the King.

En su momento no estaba abonado a las plataformas televisivas y se me escapó una serie que por alguna imagen suelta sabía de mucho glamur. Downton Abbey es una adaptación al cine de la serie homónima dirigida además por su creador, Michael Engler. Menos mal que la wiki me ha puesto en la pista de este director de cine y de series para televisión (¿no son lo mismo?) que parece que se hizo cargo de algún capítulo en Six Feet Under, que seguí con fruición (signifique lo que signifique "fruición") y también participó en Masters of Sex, que disfruté muchísimo. La verdad es que fui a ver la peli sin toda esta información, que dejo aquí para el curioso lector. A veces basta una actriz para que uno vaya al cine y en este caso el reclamo para mí era Maggie Smith. Luego hablaré de ella.


El pretexto para llevarnos al palacete del título, en el Yorkshire, el castillo (real) de Highclere, es la visita de los reyes, Jorge V y María de Inglaterra, de camino a otro lugar. Para quienes siguieron la serie, los personajes resultarán conocidos, ayudados porque los actores que los encarnan se han mantenido. No para mí. Es evidente la separación tan grata a los británicos entre el up y el down, los señores de la casa, que en 1927 no pasan por su mejor momento, y la servidumbre, en la que también hay distinciones de rango por responsabilidad y antigüedad. Si a eso se le añade la llegada de los criados específicos de la pareja real, que se consideran por encima de sus homólogos de la residencia, ya tenemos el miniconflicto creado. A ello hay que añadir las venturas y desventuras de los de arriba (los ricos también lloran), las rivalidades familiares, las peleas por la herencia. Hay que organizar una parada real, una cena de gala, un baile en otro caserón cercano... ¡Qué estrés!... No sé si se nota mi tono irónico. De todo se acaba saliendo, porque lógicamente todo acaba resolviéndose. No es un "espoiler", resulta evidente desde el principio.


Los pobres ricos, los Crawley,  han de lidiar con la organización y con poder estar a la altura, aunque sean los criados quienes deban tenerlo todo a punto. Y así luce todo en su momento, con una brillantez, una exquisitez de puesta en escena, con un gusto por el detalle preciso, que supone una auténtico regalo para quienes quieren entrar en el juego. Y yo he querido. El tono de comedia se mantiene a lo largo de toda la cinta y así se hace áun más llevadera. Incluso la militancia repúblicana del irlandés, o la solcialista de la criada, no son nunca propuestas radicales, así como el apunte de relación gay entre dos de los criados, en un tiempo en que se pagaba con la cárcel, como bien supo tío Oscar, no deja de estar dignamente tratado y con alguna referencia a un futuro distinto que ya es nuestro presente.


Hablaba más arriba de Maggie Smith, quien mantiene unos dignos 84 años, con una elegancia y una gallardía admirables. Con todo son los primeros planos de gestos contenidos, muy haigh class, sus comentario mordaces, los que resultan arrolladores. Su duelo con la grandísima Imelda Staunton, inolvidable desde su papel en El secreto de Vera Drake, es antológico. El resto del reparto está impecable. Me da lo mismo que a mucha gente pueda parecerle intrascendente. El haberla podido seguir en V.O.S. ha multiplicado el gozo, al poder escuhar las voces, los acentos, los giros de unos y otros, en esa sociedad británica donde el acento te sitúa en tu sitio sin necesidad de nada más. Que se lo digan a si no a Eliza Doolittle (mercado de Covent Garden) o a Boris Jhonson (Eton College) sin ir más lejos. Quienes no deseen pasar por el aro de este canto a la monarquía británica y a los modos y usos de cierta sociedad, deberán abstenerse. Yo he de confesar, pecador de mí, que lo he pasado en grande.

José Manuel Mora. 




Comentarios

aulaartisfigueras ha dicho que…
Voy por la quinta temporada y es el mayor disfrute televisivo en décadas