Los novios, de A. Manzoni.

Fresco histórico.

                                                                           Alla mia amica Onorina di Gaetano

Entre mis múltiples lagunas de supuesto especialista en "lenguas y literaturas románicas" está el hecho de que no conozca tan a fondo como debiera la italiana. Algún fragmento del Dante, algún soneto del Petrarca y por supuesto los cuentos de Bocaccio. Y un salto mortal hasta llegar a las comedias de Goldoni. Y en el s. XIX, un inmenso agujero, salvo E. Salgari, claro, para pasar al XX, siglo del que hay aquí (etiqueta "libros recomendados") algunas referencias, aunque seguramente no tantas como debería. Sin embargo sí sabía de la existencia de Manzoni, Alessandro. Los novios (I Promessi Sposi).  Madrid: Ediciones Cátedra, 2015. (1ª ed. 1985). Edición y traducción a cargo de Nieves Muñiz. 772 págs. Hacía mucho tiempo que no tenía entre manos una edición crítica y tanta información a pie de página llega a acogotar, aunque la extensa introducción proporciona claves necesarias para los lectores de la actualidad. Las ilustraciones resultan muy "de época". 

La novela romántica con ribetes históricos tiene su máximo exponente de la literatura europea en W. Scott. En él se miran sus contemporáneos y quienes lo siguieron. Pero, sin ánimo chovinista, hay que decir que a quien tuvo de modelo H. Fielding fue al padre de la narrativa moderna, Cervantes, conocido y mejor valorado en G. Bretaña que aquí. Y hay constancia de que Manzoni había leído  D. Quijote. El autor tuvo una vida azarosa por cambiante, (Milán, 1785 - 1873). Debido a su educación en colegios religiosos, se convierte pronto en un anticlerical. Se manejaba perfectamente en francés lo que posibilitó que, como buen ilustrado, leyera a Voltaire. A partir de 1810 reingresa en un catolicismo estricto. Evoluciona ya en el XIX a gustos románticos procedentes de Alemania. Empieza la elaboración del libro que he tenido entre manos, con el título de Fermo e Lucia, publicado en 1827, pero en una Italia en la que la unidad del idioma estaba lejos de conseguirse, se fue a Florencia a depurar su obra de términos y giros lombardos. La volvió a publicar con el título definitivo en 1840. Aquí dejo un fastuoso retrato de Hayez que he visto y descubierto este verano en Milán y la escultura que le han levantado en Lecco.


 




















Mi viaje estival ha tenido que ver con la elección de la lectura posterior. Fue mi amiga  romana, Onorina, la que me habló, con cita incluida, del libro que para los italianos es una de sus cumbres. Leer ahora que los personajes se mueven por una geografía que acabo de visitar me ha supuesto un plus de emoción: "Más hosco, más soberbio, más ceñudo que de costumbre, salió y fue paseando hacia Lecco" (pág. 200), en el lago de Como (vid. infra); saber que uno de ellos cruza el río Adda, ante el que estuve descansando me trnasporta. Y tengo sentimientos encontrados ante lo leído. 












 


















Algunos críticos hablan de una "epopeya de la Providencia". Y es cierto que, proveniendo de una ética laica, resulta llamativo  todo el discurso religioso moral que sobrevuela toda la narración. La acción se sitúa en 1628 y hay en la zona "una guarnición estable de soldados españoles" (pág. 82) de ocupación, que no son vistos lógicamente con especial simpatía. El escritor nos señala que parte, para su historia, de un manuscrito anónimo escrito en aquella época. Él lo que hace es reelaborarlo. También Cervantes hablaba de Cide Hamete Benengeli como supuesto autor original. Sin embargo creo que hay aquí, en el desdoblamiento que propone Manzoni, mayor distancia irónica. Desde bien pronto nos dice: "el lector ya se habrá percatado de ello" (pág. 92). Estamos ante un narrador omnisciente; no sólo conoce el destino de sus personajes, sino el sentir de sus lectores. Aunque manteniendo un cierto sentido del humor añade: "Nuestro autor [el anónimo] protesta que no sabe nada y yo creo que tampoco" (pág. 196), de modo que la omnisciencia queda restringida, así como un escepticismo historicista cuando dice: "La historia se ve obligada a adivinar, suerte que está acostumbrada" (pág. 322). Hace lo que quiere con lo que cuenta: "Debemos retroceder un paso " (pág. 199), moderno flashback.


Se trata de la historia de dos jóvenes novios, campesinos humildes, Renzo y Lucia, que planean casarse. En sus deseos interferirá un señor de la zona, rico, calavera y acostumbrado a hacer su santa voluntad, al considerar que tiene derecho de pernada. Conseguir a la muchacha no es más que una apuesta con un amigo tan impresentable como él. Para ello cuenta con un escuadrón de "bravos", maleantes a su servicio, dispuestos a cualquier cosa por complacer a su señor. Y lo primero será amedrentar al cura, D. Abbondio, que los ha de casar, para que posponga el enlace. Luego llegará el intento de rapto de la chica, narrado con una técnica totalmente cinematográfica, modernísima y ágil. Este es el hilo argumental mínimo que servirá al escritor para realizar un retrato de época: hechos históricos (la Guerra de los 30 años), personajes reales (el cardenal Federigo Borromeo, fundador de la Biblioteca Ambrosiana), la revuelta del pan en Milán producida por la escasez de una mala cosecha, la invasión de la zona por parte de los lasquenetes con sus pillajes, y con ellos la llegada de la peste, los lazaretos y la muerte.



















 
Manzoni sabemos que se documentó bien sobre todo lo que iba a contar, recurriendo a fuentes variadas y solventes. Y así perdemos pronto de vista a los novios, separados para ponerse a salvo, ella en un convento (y aquí introduce la historia de la monja de Monza, una auténtica novella dentro de la global, como hacía Cervantes con la historia de la pastora Marcela), y él en Milán, pasando desventuras y puesto "en bando", lo que lo obligará a exilarse a Bérgamo, perteneciente entonces a la Serenísima.  Para ello usa de una técnica narrativa discontinua para contar hechos simultáneos. Volvemos de nuevo a la modernidad. Manzoni es consciente de los meandros de su narración y vuelve con su sentido del humor a decir: "Quien no tuviese interés en oírlos [...] que salte sin más al capítulo siguiente" (pág. 468). Es explícito en sus propósitos: "Dar a conocer [...] un retazo de historia patria" (pág, 623); de ahí el título de esta entrada. En él hay detalles, no por conocidos, menos curiosos, como el hecho de que, debido al general analfabetismo, la gente del pueblo llano dictara cartas a quienes sabían escribir con las consiguientes tergiversaciones. Aún no hace 40 años vie en Lima esta floreciente actividad. Otro de los grandes aciertos del escritor es su dibujo de personajes. Y uno de los que más me han gustado ha sido el del cura, tan humano en sus miedos, tan egoistón, tan cómico: "También esto tenía que caerme encima" (pág. 602). En su presumir de objetividad dice Manzoni de uno de los dos protagonistas: "Es necesario todo el amor que sentimos por la verdad para hacernos seguir fielmente el relato que en tan poco honra a un personaje tan principal [Renzo]" (pág. 352). Lucía sin embargo es presentada sin tacha, salvo sus dudas por la promesa hecha. Me gusta más su madre, Agnese, o fray Cristóforo, aunque también es un bendito.

Y en una novela río como ésta las descripciones ocupan un lugar importante, pero son tan extensas que sólo voy a citar este hallazgo expresivo, metafórico, para plasmar un toque a rebato: "Una tempestad de tañidos en fila" (pág. 222); uno de sus objetivos estilísticos fue el de uns "retórica discreta", para dejar mayor presencia a los hechos. Y un par de apuntes sobre la traducción de Muñiz, que es concienzuda y que corrige correctamente algunas de las lecturas propuestas por Benítez con anterioridad. No deja de sonarme a italiano calcado al español alguna de las expresiones usadas: "me da fastidio" (mi da fastidio), en vez de 'me molesta'; "figúrate" (figurati), en vez de nuestro 'por supuesto' o 'de nada'. Detalles sin importancia frente a un trabajo exhaustivo y muy aclarador. No puedo dejar de advertir al posible lector actual que no es este un libro en exceso dinámico, al gusto de los que se escriben ahora, y que la carga ideológica está siempre presente, pero también puedo asegurar que no deja de ser entretenido y que proporciona una visión novelada de unos hechos reales y terribles que marcaron toda una época y una sociedad. Con razón es considerado una de las cumbres de la literatura italiana. Gracias por la sugerencia, Onorina.

José Manuel Mora.




































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