Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar

 Contradicción permanente.

No puedo, ni quiero, ser neutral al comentar esta película. Por muchas razones. La figura del protagonista, el lugar de los hechos, la "rabiosa" actualidad que cobra su estreno en el momento presente. Vayamos por partes, que dijo Jack. Mientras dure la guerra (2019) es la última de las películas de Alejandro Amenábar, al que he seguido casi desde sus inicios y que no siempre me ha convencido. Tesis (1996) me resultó inquietante. Abre los ojos (1997) tenía imágenes de impacto. Los otros (2001) me pareció un remedo de Otra vuelta de tuerca y la vi efectista. Sin embargo Mar adentro (2004) me conmovió hasta el tuétano. Con estos antecedentes y con lo peliagudo del tema de la presente he ido a verla con cierto recelo.


Las espléndidas localizaciones elegidas por el director me han retrotraído a mi época de estudiante, a  la Salamanca de mis 20 años: La fachada de la Universidad, su biblioteca,  el puente romano, la calle Compañía, la Plaza Mayor, me permitían volver a pasear por aquellos sitios de piedras doradas que tan bien conozco. El busto del rector, de V. Macho,  en las escaleras del Palacio de Anaya me daba los buenos días al acudir a clase. Don Miguel supuso en mi formación literaria y humana un revulsivo tremendo. Su San Manuel Bueno, mártir (1931) puso en entredicho muchas de las convicciones religiosas que tenía por entonces. Y sin embargo me aferraba a aquellos dos últimos versos de su agónico soneto: "Hay que ganar la vida que no fina / con razón, sin razón, o contra ella". Su  íntima contradicción me resultaba enormemente moderna y la vivía como mía. Hay en este blog alguna referencia más al bilbaíno que se hizo tan castellano. (https://mbadalicante.blogspot.com/2012/10/de-fuerteventura-paris-de-unamuno.html).
Y aquí se nos presenta en su última fragilidad, aunque inasequible al desaliento, a no dejar de decir lo que piensa, aunque le cueste un disgusto. 



Por último, el que la peli se estrene cuando el Tribunal Supremo acaba de sentenciar que Franco puede y debe ser exhumado de Cuelgamuros, hace que pueda tener un epílogo extracinematográfico. Amenábar parece que ha elegido ser didáctico en cuanto a los hechos históricos, y humanísimo en el tratamiento de la figura del rector. Arranca con la destitución de su cargo por el gobierno republicano, dadas las simpatías mostradas a los golpistas (donativo de 5000 pts. de la época de por medio), que prometían traer el orden al país, y lo muestra a la vez amigo de un masón y de un izquierdista con quienes, a pesar del bando inicial, quiere seguir yendo a tomar café al Novelty. Le espetan que él había sido sucesivamente cristiano, ateo, marxista, socialista, liberal, antimonárquico, republicano y defensor del golpe de Estado de 1936. Del "No es esto, no es esto" de Ortega con respecto a la República, va pasando paulatinamente a una visión crítica con los sublevados, que acaban por hacerle temer lo peor para él y para su familia (tremenda la secuencia en que se llevan a su alumno delante de él). Tan sagaz como era, no supo ver lo sibilino de Franquito, aunque no podía sufrir al legionariote que gritaba "Viva la muerte" y "Muera la inteligencia", lo que le hizo intervenir en el Paraninfo, rodeado de militares y falangistas armados. No volvió a salir de su casa, nuevamente destituido y aislado hasta su muerte en diciembre del 36. 



El erudito de enormísimo ego ("¿Dios, Dios? No. Yo, yo"), preocupado a veces más por la corrección del castellano que exige impoluto, que por sus semejantes (no quiere enterarse del fusilameinto de Lorca, y los disparos de madrugada deben de ser de cazadores, dice), acaba como ser sufriente hasta las lágrimas ante la mujer de su amigo el pastor protestante, o su incapacidad para la réplica ante la desaparición de su joven amigo. Todo pasa por el cedazo de sí mismo. Y en el Paraninfo ironiza sobre la Fiesta de la Raza, tan "ariana" y tan fascista. Y contrataca a Pemán cuando habla con desprecio de vascos y catalanes, ante el obispo del otro lado del Ebro, y él mismo, vasco de pura cepa, reconvertido a españolísimo noventayochista, para enojo del histriónico y excesivo Millán que no soporta a los intelectuales de libro, que no arriesgan en las trincheras.



La ambientación de interiores casi tenebristas, como yo recuerdo los de mi infancia en el pueblo, es muy acertada. No así el exceso y la ampulosidad de la música, imnnecesarios. Como tampoco creo que lo fueran los flashback relamidos, de una pasada felicidad, casi idílica, con "su costumbre". No comparto algunas críticas que consideran la figura de Franquito como un figurante, centrada la peli en la del filósofo. Creo muy acertado que no se le caracterice como una marioneta, sino como un ser oscuro y complejo: cobarde, ambicioso, taimado, cruel con sus enemigos, despiadado, que consigue quedarse con todo el poder "miestras dure la guerra", lo que luego se convirtió en 40 larguísimos años y con su sombra proyectándose todavía hoy. Toda la cinta converge hacia la secuencia final en la que, independientemente de la literalidad de la frase, el "Venceréis, pero no convenceréis, porque para convencer os faltan razones y os sobra fuerza bruta" me sigue pareciendo igual de válido que cuando lo escuché por primera vez en Salamanca.


Dejo para el final la interpretación ajustadísima de Karra Elejalde, que no sobreactúa en ningún momento y aguanta muy bien los primeros planos: dubitativo, colérico, discutidor, tierno, contradictorio, creíble. Eduard Fernández, como suele, da la corporeidad necesaria a Millán-Astray, al "novio de la muerte" y bestia parda, comilitón de Franquito, preservado según él por la "baraka" ('bendición', en árabe kabileño). Santi Prego ha compuesto una figura del futuro dictador nada exagerada a mi modo de ver, ajustada desde el tono de voz a las maneras. Para mí ha sido un descubrimiento. En definitiva, una inmersión en un pasado que a veces parece seguir demasiado presente. Buen toque de atención este enfrentamiento "incivil", que seguimos reproduciendo tantos años después. 

José Manuel Mora. 

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Muy acertado el comentario de la película