Our Boys, de Noah Stollman

La guerra interminable.

Educado como fui en la religión "verdadera", siempre escuché hablar de la Tierra Prometida como el lugar que Dios tenía destinado a su puebl, el elegido (esto de tener hilo directo con las alturas...). Hasta mi llegada a Valencia para estudiar con 18 años, no creo que hubiera oído hablar con claridad de Palestina, ni conocía la Historia con la suficiente profundidad como para saber de las consecuencias que, tras la IIª Guerra Mundial, tuvo la descolonización de un territorio ocupado por los británicos, pero en el que los palestinos llevaban viviendo 2000 años. Llevados tal vez por la mala conciencia tras el holocausto, y seguro que presionados a fondo por los políticos estadounidenses y el lobby sionista en aquel país desde sesenta años antes, se decidió que los judíos podrían asentarse en un territorio determinado. En 1948 se estableció el Estado de Israel a costa de la expulsión de los habitantes de aquellas tierras y de la ocupación de las mismas. Se inició inmediatamente una guerra con la invasión de los países musulmanes del entorno para recuperar lo robado. Vencieron los hebreos y ocuparon más tierras de las que les fueron asignadas, incluso una parte de Jerusalén. Doy estos datos por si acaso aún hay gente que no sabe cómo se inició todo. Los conflictos armados se sucedieron hasta hoy, cada vez más cruentos por ambas partes, y además Israel no ha cumplido los designios de la ONU. De aquellos polvos...


La serie arranca a partir de unos sucesos verídicos ocurridos en 2014 y en los que murieron tres jóvenes adolescentes israelitas a manos del grupo terrorista Hamás, lo que provocó una auténtica guerra  con 50 días de bombardeos por parte de los palestinos. Como venganza, los primeros secuestraron a un muchacho de 16 años, Mohammed Abu Khdeir, lo golpearon y lo quemaron. Se pone en marcha la búsqueda de los responsables, al tiempo que asistimos a la angustia de la familia y al dolor subsiguiente, y al intento de los integristas árabes de convertir al chaval en un "mártir" de la causa, con los consiguientes enfrentamientos con el ejército israelí. No son los únicos encontronazos, claro. En el seno de la comunidad hebrea hay enormes diferencias: los demócratas que intentan hacer prevalecer el imperio de la ley, frente a los que se toman la justicia por su mano y consideran que todo árabe es un terrorista que estará mejor muerto; los de procedencia askenazí y los de origen sefardí; los ultraortodoxos y los agnósticos; quienes quieren desentrañar el crimen y los que pretenden obtener réditos políticos para Netanyahu. Y naturalmente la presencia invasiva del ejército judío que todo lo controla y que impide una vida normalizada a los árabes, a lo que éstos responden con violencia e incluso con bombas por parte de Hamas.


La serie de HBO hablada en hebreo y árabe, aunque creada por  Noah Stollman, fue escrita, dirigida y producida por dos judíos israelíes, Joseph Cedar y Hagai Levi,  y un árabe israelí, Tawfik Abu Wael. Son diez episodios en los que se combinan los elementos cinematográficos con imágenes reales. Diez capítulos que recrean paso a paso lo sucedido. La serie ha causado un tremendo impacto en ambas comunidades porque han revivido el dolor sufrido no hace tanto. Una vez detenidos los presuntos autores del hecho (las cámaras y los micrófonos de la policía secreta israelí controlan casi todos los movimientos de la población), jóvenes colonos ultraortodoxos, llega el momento de los interrogatorios y de la recreación de lo sucedido. Ese es uno de los instantes cumbre de la serie: la narración del más joven y frágil de los acusados mientras se graba su testimonio, y en paralelo las imágenes de lo que ocurrió, que no habíamos visto al inicio, en una elipsis que potencia el interés y el horror. La tensión que produce esta doble perspectiva es impagable. Mientras, las familias están destrozadas: la del muerto, como es lógico, el padre se resiste a ser instrumentalizado pero quiere justicia; y la de los detenidos, hijo y sobrinos de un rabino venerado en su comunidad, porque no entienden cómo sus vástagos han podido llegar a semejante crueldad.



Y al tiempo que las calles hierven de manifestantes de uno y otro signo y las televisiones dan la información según a quien conviene, se inicia el juicio. Las maniobras de los abogados y del fiscal para presentar los hechos de un modo u otro; la conciencia del más joven de haber cometido un acto execrable; los intentos de manipulación de las opiniones de los técnicos; las declaraciones de policías y acusados con los padres del muchacho presentes. Todo ayuda a lograr el clímax necesario que muestra un enfrentamiento de violencia colectiva e intolerancia en ambas partes. Del mismo modo que yo no recordaba los hechos ni sabía de las sentencias, no quiero aquí destripar el veredicto. Éste se completa con imágenes reales de las sucesivas apelaciones que se han dado hasta la fecha. A la serie se la ha acusado de representar la visión de la izquierda askenazi, crítica contra el gobierno derechista de Netanyahu, que gobernaba apoyado en los de la derecha extrema. Quienes quieran tener presente el triple asesinato origen del que vemos, deberían rodar otra película.


Todo lo narrado viene servido por un grupo de actores y actrices para mí desconocidos, que dan una veracidad dramática a sus personajes.  Los padres muestran su dolor cada uno a su modo: Jony Arbid, es un padre contenido, arrasado por el dolor; ella, Ruba Blal, en un mutismo dolorido que estalla con furia cuando se siente engañada. El policía, Simon (Shlomi Elkabetz), frío, metódico, que vive la contradicción íntima entre cumplir con su obligación y la empatía hacia el débil Avishai (Adam Gabay), actor que está soberbio con su tartamudeo, sus miradas perdidas, su sentido de culpa íntimo, su conciencia de haber sido manipulado, pero de no haber hecho nada por impedirlo, violando no sólo las leyes de Israel, sino las de su propia fe. A mi parecer la manipulación violenta de los radicales palestinos, dispuestos a todo con tal de usar a "su" mártir, frente al odio y el afán de venganza de los radicales israelíes, me parece que está bastante bien presentada. Deja el mal cuerpo que debe y nos recuerda que hay un problema humano y político que no parece tener visos de ser resuelto.  

José Manuel Mora. 



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