Parásitos, de Bong Joon-ho

 Arriba y abajo.

Por más que me he resistido, han sido tantas las presiones de mi amiga Inma, de Merxe, de J. Antonio, toda gente fiable, que al final he acabado por acercarme al cine. Curioso que, siendo una película surcoreana, haya aguantado dos semanas en cartel, cosa poco frecuente en Alicante, salvo cuando se trata de productos jolivudenses de impacto. Es cierto que venir avalada por la Palma de Oro al mejor largometraje en Cannes, puede tener su atractivo, pero creo que no deja de ser para cinéfilos este Parásitos, dirigida por  Bong Joon-ho, quien también ejerce de coguionista. Es posible que viera en su momento otra cinta suya, Mother (2009), ya que la sinopsis de la wiki parece recordármela. De todas maneras es como si viera un primer trabajo de este director y guionista.


Nada más comenzar, la ubicación de esta familia, los padres y un hijo y una hija, me ha traído a la mente El tragaluz, de Buero, encerrados en el subsuelo, malviviendo a base de trabajos embrutecedores y mal pagados y viendo la vida exterior desde el fondo de su pozo. En la primera secuencia ya se pone de manifiesto su parasitismo, con esa búsqueda de señal wifi que necesitan piratear. El up and down acaba poniéndose de manifiesto cuando el hijo mayor va a dar clases de inglés a una adolescente de familiatambién de cuatro miembros, reverso exacto de la anterior, pero riquísima, a tenor de dónde vive. El diseño de la casa, incluso para alguien lego en la materia como yo, es brillante, luminoso, amplio, con todos los detalles de decoración de exquisito gusto. El contraste no puede ser mayor. Y la familia del inframundo irá ocupando la vivienda y se irá haciendo imprescindible para quienes los contratan mediante una picaresca que en principio casi resulta divertida. Y el siguiente flash me ha venido de la mano de El sirviente (1963), de Losey, en el que se daba un proceso de vampirización semejante. Ese arriba y abajo se constituye pues como una metáfora social. 



Y lo que empieza casi en tono de comedia se va ennegreciendo en un giro de guión que no revelaré, en el que las escaleras vuelven a estar presentes y que pone de manifiesto que la mansión es un auténtico personaje en la historia. También el hecho de que, a pesar de los buenos sueldos, hay explotación, hay humillación ("ese olor" como de gente de metro), hay dolor. Y sobre todo, no hay salida, como sucedía con la cinta comentada hace unos días de K. Loach. El desenlace, disparatado, resulta creíble a pesar de todo y desesperanzador, con esa carta sin aparente posible respuesta.


Como es natural no conozco a ninguno de los actores pero, tanto los que componen la familia pobre, como los de la bien situada, están perfectos en sus papeles y absolutamente creíbles. Renuncio a poner sus nombres, que sé que no voy a recordar, aunque tal vez a algún lector despitado de estas líneas les puedan interesar (Song Kang-ho, Lee Seong-gyun, Jang Hye-jin, Cho Yeo-jeong). E insisto en que uno de los elementos que más me han gustado de la peli es la manera en que el director va encontrando los rincones exactos de las casas en la puesta en escena para conseguir potenciar su valor metafórico; el váter en alto, el sótano, la mesa del comedor, la lluvia en el jardín. Muy buena la fotografía y excelente la música que acompasa el descenso a los infiernos a modo de contrapunto, con ese Mozart en la fiesta final, descacharrante.

José Manuel Mora. 

P.S. Se ha llevado el Oscar a la mejor película, dirección, extranjera y guión original. 

 

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