Ventajas de viajar en tren, de Aritz Moreno

 Una rareza.

Ha estado a punto de escapárseme debido a la acumulación de estrenos y a haber priorizado otras opciones. Sin embargo he aquí que, en tan sólo uno de los cines de Alicante, y son muchas las salas, ha permanecido en cartel, lo que me ha dado la oportunidad de ver Ventajas de viajar en tren, película de Aritz Moreno (San Sebastián, 1980), para mí un auténtico desconocido, que es montador, cortometrajista, y que enfrenta aquí su primer largo. Ha sido curioso entrar y ver el enorme espacio vacío todo para mí. Un lujo. Sin embargo, recién iniciada la cinta, alguien ha entrado con la linterna del móvil encendida para no tropezar. Ha subido hasta colocarse en la misma fila que yo, unos asientos más allá, y he "disfrutado" de sus comentarios a lo que sucedía en la pantalla. Aquello parecía un poltergeist, lo que resulta apropiado para ponerse a ver una cinta que descolocó a los espectadores en el Festival de Sitges.



El guión de Javier Gullón está basado en una novela de Antonio Orejudo del año 2000 que no he leído, pero que por la estructura fílmica y el tono, tengo la sensación de que debe de ser una buena trasposición a la pantalla. Traía una vaga impresión positiva de la peli, el adjetivo "sorprendente" me bailaba en la cabeza. Y nada más empezar, el discurso de E. Alterio en el tren, pretendidamente natural, tiene un trasfondo inquietante por la manera en que lo va contando de verborrea incontenible y que genera una dudosa credibilidad en el espectador, aunque en la persona que escucha produzca curiosidad y asombro. Estamos en la famosa estructura de la muñeca rusa o, por volver a mi papel de profesor de Lengua, a una estructura de subordinación triple, una historia dentro de otra historia dentro de otra historia en la que la narración cumple un papel protagonista. Quien escucha, Pilar Castro, es una editora  que ve en todo lo que se le presenta, material para una novela. Es ella la que dice en un momento dado que, cuando leemos un libro o vemos una peli se produce un querer creer lo que tenemos delante por el simple hecho de que está bien contado, aunque sepamos que nos pueden estar mintiendo. Pero lo que aquí escuchamos y vemos tiene tintes de horror mezclados con un humor negrísimo, tanto que puede parecer inverosímil, aunque como se dice en el cartel:  “La verosimilitud está sobrevalorada”. Un guiño más.


Resulta difícil contar el argumento, algo que no suelo hacer. Al no ser una esturctura lineal, los tres capítulos acaban teniendo relación aunque aparentemente sean historias distintas: síndrome de Diógenes, coprofagia, animalismo, tráfico de órganos por parte de las élites, deformaciones físicas, la identificación de los residuos que producimos para lograr conocer y controlar a la ciudadanía, esquizofrenias y paranoias varias, por citar sólo unos temas. Como sucede en la literatura, tan importante es lo que se cuenta como la manera en que se hace, la forma se convierte en el vehículo que convierte algo que puede ser intrascendente, en materia literaria o cinematográfica, aunque con el aniñamiento del cine jolivudense de los últimos años, sólo parezcan tener cabida las historias de superhéroes lineales. En este sentido, la peli de Moreno se sale de las pautas del cine actual y se convierte en una auténtica rareza dentro del cine español. Es todo tan esperpéntico y se sale tanto de madre que acaba por crear auténtico desasosiego en el espectador. Al menos a mí me ha sucedido.



  
El director parece haber optado por plasmar el libro de Orejudo, siempre tan crítico, con una estética muy particular tanto por el cromatismo como por la luz o la música (divertidísimo "El amor" que canta Massiel), por no hablar de los barridos de cámara para presentar el contraplano. Todo ello ayuda a crear la atmósfera precisa que se necesita para inquietar aún más. Muchas veces las imágenes transmiten una atmósfera surrealista que se acaba rompiendo de forma inesperada y a veces cómica, aunque uno no sepa muy bien de qué se está riendo. Sí es cierto que en ocasiones las referencias literarias son tan desmitificadoras que se acaba por reír, la de Garcilaso, Petrarca y compañía a propósito de las deformaciones físicas de los posible amantes por ejemplo.


Semejante rompecabezas viene servido por un elenco de actores y actrices poco frecuente para un debutante. Es cierto que Luis Tosar ya había protagonizado un corto del director con anterioridad, Cólera (2013), y que son amigos, lo que se pone de manifiesto en la complicidad necesaria para presentarse como el gallego lo hace, con su torrencial potencia habitual. Tanto él como los arriba citados, más un espléndido y aterrador Quim Gutiérrez como sádico amante de perros y una deliciosa, por lo habitual que va siendo, Belén Cuesta dan vida a este conjunto de seres desnortados, buñuelescos, muy humanos, tan parecidos a nosotros mismos. Una rareza, pues, que resulta inquietante, que me llegó a producir malestar físico, aunque la curiosidad me llevara a aguantar hasta el final. Ahí lo dejo.

José Manuel Mora.





 



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