Cuento de Navidad, de Steven Knight

 Para pasar el trago...

En estas fechas tan señaladas... ¡Uy, no, que parezco el que te dije...! Soy un poco, no, un bastante, grinch. Y no de ahora, que el palabro parece haberse puesto de moda, sino desde que dejé de ser niño y perdí a mis padres. No puedo con tanto edulcorante artificial, ni tanta felicidad obligatoria, ni tanto consumismo desaforado. "A mí una pobrecilla / mesa de amable paz bien abastada / me basta" para ser feliz, que decía el fraile de Salamanca, y la compañía de la persona que quiero a mi lado, como cada día, mientras la vida lo permita. Viene esta larga introducción para explicar la contradicción de que me haya animado a ver la miniserie Cuento de Navidad que han colgado en HBO hace dos días. Razones: un producto de la BBC ONE con su habitual marchamo de calidad; una historia sacada de un clásico de Ch. Dickens que nunca leí; la firma como guionista y creator de Steven Knight, de quien disfruté Eastern Promises (2007) y más cerca, Locke (2013). Además de que se trata de una miniserie de tres capítulos para ver de una sentada. Allá va un minicomentario.


Pensaba que la novela de Dickens sería de las típicas que se han filmado tantas veces cauajadas de buenismo. Tal vez el texto lo sea. El director ha optado por algo mucho más sombrío, que parece haber sido rodado casi en B/N, a pesar de ser en color. El fotógrafo Si Bell ha tenido mucho que ver en la creación de espacios y ambientes a base de jugar con luces tamizadas y claroscuros sorprendentes, con un diseño de producción austero a más no poder. Lo que me ha resultado interesante, más que la lenta, necesaria y supuesta evolución de Mr. Scrooge, ha sido la visita de esos tres espíritus (pasado, presente y futuro) que vienen a reclamar una casi imposible rectificación, y las armas de las que se valen, que nos permiten conocer el trasfondo del hombre malvado, las razones que lo han hecho actuar así, aunque no lo justifiquen. Y ahí está ese Dickens que tan bien conocía y retrató su siglo, el de la revolución industrial, el de la explotación minera, el de la miseria londinense. Y más que la propuesta de amor "navideño" inherente a las fiestas (se dice que él es el creador con su novela de la manera actual de celebrarlas), me ha gustado el que habla de las acciones que se realizan sin esperar reconocimiento, tan sólo porque uno piensa que son las correctas y por lo tanto deben hacerse, en palabras de una viejecilla anónima. 


El análisis psicológico que se propone de los personajes es menos optimista que el de tantas versiones anteriores. Incluso su final tiene cierto regusto amargo, un happy end pero menos.  El retrato del avaro Scrooge es descarnado y sin remisión posible, casi. Las mujeres salen aquí reforzadas, pero no es el conjunto la típica versión para niños, más bien para quienes hayan pasado ya la adolescencia y puedan entender la "filosofía" vital y desolada del protagonista. Al principio pensé que el personaje de Guy Pierce (espléndido como suele) iba a resultar de una pieza y por ello poco creíble, pero conforme su angustia aumenta se va humanizando. Los efectos que más me han sorprendido, por lo potentes, han sido el sombrero de copa convertido en zoótropo, como de cinematógrafo prehistórico, y el cielo de la estancia transformado en un estanque helado visto desde el fondo. Impactantes. No me alargo mucho más. Escribo sólo pra recordar que la he visto y para animar a quienes no conozcan el clásico. Y de paso para felicitar las fiestas a quienes desean celebrarlas.

José Manuel Mora. 


Comentarios

Unknown ha dicho que…
Molt bona pinta i encertat comentari .La veurem per a desfer- nos de tanta cursilada corteinglesera.