La vida invisible de Eurídice Gusmão, de Karim Aïnouz

 Sororismo en la distancia.

A veces es difícil elegir el título cuando hay varios en la cartelera que resultan tentadores. ¿Intemperie? ¿Y si me defrauda al compararla con la novela que tanto me gustó? ¿Joker? Demasiado jevi. ¿Puñales por la espalda?... Sugerente. Al final me decido casi empujado por mi compañera de trinos, Inma. Me ha pedido que no deje pasar La vida invisible de Eurídice Gusmão. Y le hago caso. No conozco a su director, el brasileño Karim Aïnouz, aunque sí sé que se trata de un melodrama basado en la novela de Martha Batalha, también desconocida para mí. Viene avalada además por un premio en Cannes y dos en más en Valladolid. Ya adelanto que ha sido un acierto, empezando por unos títulos de crédito muy atractivos.


No siempre sucede: hay hermanos que se llevan a matar. Otros, sin excesivo dramatismo, acaban distanciados. Pero los hay también que mantienen la trabazón emocional que se crea en las complicidades de la infancia y que perdura de por vida. No sé si entre hermanas esto es todavía más intenso, pero la historia que se nos cuenta, en el Brasil de los años 50 es la de Guida y Eurídice, una enamoradiza, otra con sueños de triunfo en una carrera pianística. El padre es un ignorante, además de un exponente del heteropatriarcado, palabra tan de moda en la actualidad. La madre, tan sólo es su sombra. Así que la hija descarriada (no destrozo nada, sucede al principio) es expulsada de casa y escribirá a su hermana cartas a lo largo de toda su vida, como en un diario postal, que no tendrá nunca contestación. Y en medio, la vida, con todas sus dificultades, sus frustraciones, sus tristezas y las pequeñas compensaciones que se le pueden arrancar. 


La cinta bebe del tono de las telenovelas brasileñas que tanto éxito cosecharon durante un tiempo. A mí me ha traído a la cabeza al maestro del melodrama, D. Sirk. Se agradece que el director no acentúe la degradación de las situaciones. Los padres de estas chicas son menestrales y tienen un pasar, incluso un piano en la sala de estar. Sin embargo la que sale de casa tendrá que batallar para sobrevivir y sacar a su hijo adelante. La búsqueda constante de la hermana lejana/cercana de un lado, y la memoria viva de la que se cree en Austria, conforman puzle emocional, más contundente, cuanto que la actuación de Carol Duarte, Eurídice, y de Júlia Stockler, como Guida, es de lo más creíble, sin subrayados innecesarios, aunque con escenas intensísimas por separado. La Eurídice adulta, Fernanda Montenegro, me conquistó en Estación Central de Brasil allá por 1998. Y aquí vuelve a estar temblando de emoción al final de la peli.



Como el buen melodrama que es, la música tiene un papel preponderante a lo largo de todo el metraje, tanto la de los hermanos  Garbato, responsables de la banda sonora original, como las piezas de piano que interpreta Eurídice, la "Polonesa en Brillante" me toca la fibra cada vez que la escucho, por no hablar de la Estranha forma de vida que canta Amàlia Rodrigues mientras pasan los créditos finales. Gratificante, pues, esta historia de amor fraterno, que se mantiene a pesar de la distancia, el tiempo y el desconcierto. Una pena no haberla podido ver en su versión original.

José Manuel Mora. 

 

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