Puñales por la espalda, de Rian Johnson

 Whodunit.

Esta vez no he hecho caso de mi amiga Inma, que suele tener buen criterio para las pelis, y además solemos coincidir. Me desaconsejó ver Puñales por la espalda y esta tarde, último día de proyección, me he encotrado con la sala llena, lo que no es nada frecuente en mis últimas idas al cine. Su director, Rian Johnson, es también responsable del guión. Como no soy nada fan del fenómeno Star Wars, no tenía idea de su existencia, aunque hubiera disfrutado, y mucho, de tres de los episodios de Breaking Bad que dirigió. Con todo, lo que me ha llevado al cine hoy, víspera de fin de año, ha sido la referencia a doña Agatha, Christie, of course, leída por encima en un comentario periodístico. Soy fan de la señora desde que en plena adolescencia descubrí Diez negritos y seguí con el resto de sus títulos. Ella es una de las culpables de mi afán desmedido por la lectura. Aunque no haya vuelto a ella más que a través de las películas filamadas con su material, le debo mucho.


He de decir también que he padecido la proyección por culpa de un doblaje infame. No estaba en mi mano la opción V.O.S. así que lo dejaré de lado, aunque aquí sí que pondré el tráiler original. Los planos iniciales que muestran la casa nos colocan en situación: las escaleras, la decoración de máscaras y objetos, los pasillos, todo favorece imaginarla como el lugar perfecto para un crimen, ¿o ha sido un suicidio?, como así sucede con el riquísimo propietario de una afamada editorial y autor de novelas de misterio. Cuando se presenta la policía a investigar a los familiares que celebraron con él su 85 aniversario la noche anterior, nos damos cuenta de que son meros comparsas de Benoit Blanc (¿trasunto de Hércules Poirot?), un investigador privado contratado por no se sabe quién. Las primeras pistas, las sucesivas confesiones (alguien que vomita cuando miente), no serán más que maniobras de distracción, como hacía la Christie. Todos son sospechosos porque todos tienen motivos para haberlo hecho, ya que hay una jugosa herencia de por medio, y cuando crees que ya conoces lo sucedido, el guionista y director le da la vuelta a la tortilla y te vuelve a sumir en el desconcierto. Y el espectador sigue enganchado hasta el desenlace final. En medio de tanto juego hay espacio para la crítica social: Trump, los filonazis racistas y xenófobos, el trato a los migrantes por parte de quienes se creen merecedores de lo que tienen, todo cabe en esta peli llena de referencias fílmicas, incluido el lugar de los interrogatorios, que parece el trono de hierro de la famosa serie.


El elenco tenía que ser necesariamente de campanillas, empezando por el muerto, un Christopher Plummer magnífico, cómplice y jodedor de una familia que se merece lo que le pase. Daniel Craig es un creíble detective que abandonó ya a 007 y que se autoparodia con la historia del donut y su gabardina. La Curtis, que tanto me había divertido en True Lies, aquí me parece algo acartonada, como le sucede a la Collette. Sin embargo intentaré retener a la muy creíble Ana de Armas, cuidadora del anciano, y a Chris Evans, de vuelta de todo, a quien desconocía al no seguir las pelis de superhéroes. Incluso el no siempre comedido Don Jhonson, para mí irreconocible hasta los fastuosos créditos, está en su sitio. Todos, perfectos estereotipos, acudirán a la lectura del testamento, y al desvelamiento del misterio, al que uno se ha querido anticipar sin éxito todo el rato, como mandan los cánones del género. La he visto con la sonrisa en el rostro todo el rato.


José Manuel Mora.

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