Sus hijos después de ellos, de Nicolas Mathieu

  Sociología juvenil y algo más.

Y sigo con la literatura francesa, y no porque no haya dónde elegir en nuestros lares. Pero es cierto que el Premio Goncourt, éste corresponde a 2018, sigue siendo para mí un marchamo de excelencia, tal vez porque no tiene un suculento cheque al portador a sus espaldas, y que quien lo recibe lo que consigue es un prestigio entre editores y lectores, y unas ventas que suelen ser estratosféricas (400.000 ejemplares vendidos). Además me llegaba recomendado por mi compñaera y avispada lectora, Clara, y por el sello de calidad que lo ha puesto en el mercado. MATHIEU, NICOLAS. Sus hijos después de ellos. Madrid: AdN (Alianza Editorial), 2019, trad. Amaya García Gallego, 456 págs. Y cito a la traductora porque estoy seguro de que me hubiera resultado difícil leerlo en el francés cargado de argot que usa el escritor y que creo que ella ha sido capaz de trasladar con bastante fidelidad. Luego lo comento más ampliamente.

Como suele suceder con estos premios, muchas veces se otorgan a escritores jóvenes y no demasidao conocidos. Al menos yo no tenía noticia de este Nicolas Mathieu, nacido en Épinal en 1978. No voy a decir que un jovenzuelo, pero casi. Hijo de mecánico y contable, conoce la clase "media" en la que se crió ("Yo nací entre los que perdieron y tienen la impresión de que mañana será peor que ayer, y entre esta gente la angustia tiene efectos políticos peligrosos", declara; y estudió en un colegio con gente de nivel económico superior con los desajustes previsibles. Tras cursar Historia y Cinematografía (tesis sobre Terrence Malick) marchó a París y publicó una primera novela, Aux animaux la guerre (2014), con bastante éxito, que se adaptó para televisión con su colaboración y que se ubica bajo el membrete de la novela negra, en Francia llamada "polar" o noir. La crítica ha recibido con esntusiasmo el título que paso a comentar y ello le ha permitido dedicarse por entero a la escritura. Ha habido comentaristas que han hablado de una nueva "comedia humana" y el propio autor reconoce ecos de Balzac, Zola y Flaubert.

La novela está dividida en cuatro partes tituladas en inglés y separadas por un par de años cada una de ellas, que tranacurren siempre en los veranos de una ciudad imaginada que el escritor sitúa cerca de la frontera con Luxemburgo, en el valle de Heillange, y que sufre las terribles consecuencias de la desindustrialización de finales del siglo XX: cierre de fábricas, paro, frustración de quienes creían vivir en la seguridad, falta de expectativas para la juventud, que se dedica a no dar palo al agua, a fumar costo y privar (uso los términos del libro), a acelerar la burra sin destino claro, a enfrentarse entre ellos y a buscar ligar con alguna de las chavalas del instituto del que salen demasiado pronto y sin la formación adecuada. De hecho, y aunque los padres quedan perfectamente retratados ("Esas mujeres que de una generación a otra acababan derrengadas y medio convertidas en chacha, sin más objetivo que garantizar la continuidad de una descendencia abocada a las mismas alegrías y a los mismos males", pág. 338), se trata de una novela de iniciación, un auténtico bildungsroman, por cómo va mostrando los balbuceos de esa muchachada que busca a tientas su camino, que se destroza la vida, llena de furia irracional, para encontrarse al final en la misma situación que sus padres. De ahí el título: "De otros no ha quedado recuerdo, desaparecieron como si no hubieran existido, pasaron cual si a ser no llegaran, así como sus hijos después de ellos", cita bíblica). Todo ello nos es mostrado con extrema cercanía por parte del escritor, que conoce bien a sus personajes, pero no parece tener ninguna piedad ante sus equivocaciones y sus desgracias.

Tampoco parece albergar el autor demasiadas esperanzas respecto al futuro de este grupo de chicos y chicas a los que acoge con catorce años (1992) y acaba dejando a los veinte (1998), con el mismo horizonte sin salida que al principio. La sociedad francesa del momento es una máquina de perpetuar condiciones, lo que lleva a esos muchachos ("Anthony rodaba a tumba abierta, sintiendo escalofríos, joven a más no poder", pág. 35; o bien esta otra definición: "Demasiado rápidos, demasiado jóvenes, escasamente mortales", pág. 44) a repetir la vida de sus progenitores ("Eso de aguantar, de convertirse en un pobre hombre como su padre, ¿de verdad era buena idea?", pág. 337), con sus mismos errores y el mismo sentimiento de frustración, con intentos de actuar de manera diferente, pero que acaban convertidos en los mismos adocenados por la monotonía de vidas repetitivas, acompasadas por la cerveza, la televisión y el gran tótem del fútbol ("La victoria [futbolera] barría la crisis", pág. 435). Nada que no pueda aplicarse a nuestra sociedad. (La cursiva es mía).

Estamos ante un fresco social de trasfondo político ("por no hablar de la tradicional hospitalidad, que había quedado ampliamente demostrada cuando, antaño, acogieron a todos los muertos de hambre del continente y del Mediterráneo para que funcionasen las famosas fábricas", pág. 186), que sólo queda insinuado como marco envolvente de unas vidas que muestran auténtica angustia vital, aunque nunca le pongan ese nombre a lo que sienten. La presencia de los migrantes de segunda generación, como Hacine ("En su pecho había un corazón de 17 años atrapado en un alambre de espino", pág. 70), que no quiere volver a Marruecos ni a rastras, a no ser que pueda encontrar un provedor de hachís para comercializarlo en el norte ("el beneficio era lo único que parecía mantener la muerte a distancia [...] Le entró el ansia de acumular [...] Necesitaba ese dinero para vengarse", págs. 198/294), y que son mirados por encima del hombro por los auténticos nativos, como Anthony, su antagonista, que "estaba resentido  con el mundo entero [...] esa sensación de lodo, esa cárcel de los días" (pág. 142) y a quien "los suyos, a fin de cuentas, le parecían insignificantes [...]. Era gente despedida, divorciada, cornuda, o cancerosa. Gente normal" (pág. 17; nótese la ironía), y Steph, la tercera en el vértice deseado, por su belleza y por ser la única de los tres, hija de una familia medianamente acomodada. No hay salida para ninguno de ellos, ("[los desheredados franceses] llevaban vidas marginales de subvenciones y de hurtos", pág. 97), a pesar de que la muchacha acabe entrando en la universidad: "Engrosaría esa categoría amargada que constituyen los trabajadores hiperformados y subempleados" (pág. 353). Vemos ahora la rabia de los que están seguros de que incluso, y por primera vez en generaciones, vivirán peor que sus padres ("La gente moría a fuego lento, de humillación", pág. 230; y es consciente de que "su tiempo no le pertenecía [...] Se había convertido en una herramienta, una cosa. Curraba." (pág. 337). Algo del ambiente que se respira en la historia me ha hecho pensar en la novela de Édouard Louis comentada aquí, Para acabar con Eddy Bellegueule con el mismo ambiente sin futuro y la misma necesidad de escapar, aunque por motivos diferentes: "Ese agujero perdido del que todos habían querido salir, una existencia similar a la de sus padres, una lenta maldición" (pág. 417). La conclusión del narrador es amarga: "Ahora también él podía quejarse de los impuestos, de los inmigrantes y de los políticos" (pág. 416), terreno abonado para los lepenes y compañía. De hecho la región real en la que se ha inspirado, ha pasado de ser un bastión comunista a convertirse en un feudo de la extrema derecha. La literatura de Mathieu es "un arma de revancha sí, pero no desde el punto de vista político, sino desde el existencial", declara.

El tono de la narración es hiperrealista. Hablaba al inicio del uso del argot, esa forma de hablar que en Francia está muy extendida y que cambia de forma palpitante, de modo que con dejar pasar unos años es posible que no se entienda mucho de lo que la juvenalia dice al volver allí. La traductora ha sabido trasmitir esas voces con naturalidad, acercándolas a lo que podemos usar aquí: "la mandanga" o  "la mierda" por la droga;  "la peña", por los colegas, y no sigo por no cansar. No sé cómo se dirá todo eso en el francés actual. Esa presencia de la realidad se traslada no sólo a situaciones, sino a los diálogos y a las descripciones de alto contenido sexual, crudas, descarnadas, ya que el sexo es uno de los motores del grupo de jóvenes y es así como lo viven: "Ese olor penetrante y sexual, que abarcaba el olor a pies, a polla, a sudor, a comida" (pág. 197).  Pero el pulso narrativo es ágil, con suspensos de fin de capítulo que se resuelven de pasada más adelante y unas tensiones a punto de estallar; a veces con el uso del estilo indirecto libre: "Le encantaba estar allí, en serio, era guay, tenían que quedar otra vez, se atrevió a decir" (pág. 101). Y unas descripciones de hondo lirismo: "De tanto en tanto, una vespino trucada practicaba en el silencio una incisión precisa" (pág. 67); el uso sabio de la sinestesia: "Un olor mojado y negro [...] un olor a día siguiente y a nostalgia" (pág. 154); "la luz de neón de los letreros, verde, viva, helada y azul, parecía de escarcha" (199). "El calor caía como un silencio" (pág. 332)... Hay mucha sabiduría narrativa y expresiva y se nota que hay un fondo profundo de lecturas asimiladas. Ha sido un buen retrato de ese momento de globalización  del que unos han salido más ricos que entraron y otros han sido arrumbados al basurero de la Historia. La crisis de 2008 ha completado la faena.  Hélàs!

José Manuel Mora. 

 


Comentarios