Especiales (Hors normes), de Olivier Nakache, Eric Toledano

 Necesidades educativas especiales.
                                                                                            A mi amigo Juan Moya

Cuando se estrenó Joker, decidí que no iría a verla, a pesar de que todo el mundo me lo aconsejaba y de que la avalaban los premios a la actuación de Phoenix. La razón es que nunca he sido capaz de enfrentarme a las enfermedades mentales, a las discapacidades derivadas de ellas, porque no sé cómo tratar a las personas que las padecen. Las herramientas pedagógicas que he solido utilizar con éxito no me valen. Sin embargo, tal vez porque no proviene de la cinematografía estadounidense, muy dada a tratar estos asuntos como melodramas, me he decidido a ir a verla. Éramos una docena de personas. Y sin embargo debería conocerse todo lo posible entre la población con inquietudes. Esta peli, Especiales (Hors normes), que ganó el premio del público en San Sebastián, dirigida y escrita por Olivier Nakache y Eric Toledano, me ha traído a la memoria a mi amigo Juan Moya, que dedicó gran parte de su vida profesional a trabajar en un centro de educación especial, el C.E.I.P "Pedro Gómez Bosque", con alumnado con autismo severo entre otras diversas discapacidades. Yo no entendía de dónde sacaba el ánimo para enfrentarse cada  día a problemáticas para mí inasumibles. Él decía que a veces un gesto de ellos o una sonrisa eran compensación suficiente para seguir intentándolo. Vayamos a la cinta.


De sus guionistas y directores, que suelen trabajar al alimón, ya había visto hace años un título que arrasó en las pantallas de medio mundo: Intouchables (2011) y que comenté aquí. Toda la problemática del hombre en silla de ruedas ayudado por un negro que contrata para que lo ayude, se suaviza en la medida en que su fortuna le hace superar muchas de las barreras. Aquí estamos en otra liga. Un París no apto para turistas, en el que apenas se ven lugares reconocibles, se alza a veces como una amenaza en la noche insomne por la que deambula un muchacho perdido. La mayor parte del tiempo la acción se desarrolla en interiores: una casa de acogida regentada por un judío, Bruno, que oculta su kipá bajo una gorra de béisbol; una especie de agencia de colocación para jóvenes que acompañarán a quienes no pueden valerse solos y que está gestionada por un musulmán, Malik, que los gobierna con mano férrea; un hospital donde están internados quienes no tienen un destino claro; las furgonetas que los trasladan de un sitio a otro... Y todo lo sobrevuelan las dificultades económicas expuestas desde el inicio, y la posible clausura de los dos refugios, en la medida en que no superen la investigación que dos funcionarios llevan a cabo por operar aquellas desde la alegalidad a la que alude el título francés (Hors normes, o fuera de las normas, ellas y los que son acogidos). Las familias no se pueden hacer cargo de los discapacitados, los hospitales no los pueden albergar eternamente, ¿Qué hacer? Los protagonistas dedican su vida a nadar en semejante río revuelto para intentar salvar al mayor número de náufragos de esta sociedad tan organizada y sin embargo muchas veces tan sin alma. 


Como entre los que nos consideramos "normales", la variedad es enorme: está quien, tras muchos años encerrado y sedado, se golpea a sí mismo o a los que lo cuidan, quien es incapaz de no tirar de la palanca de alarma en el metro porque eso le provoca excitación y que necesita apoyar la cabeza en el hombro de alguien de vez en cuando, quien escapa en cuanto puede y corre desalada por las calles... Y los intentos pequeños de superación de las dificultades: trabajar en una empresa de reparación de electrodomésticos, ir a patinar sobre hielo, llegar a acariciar y montar un caballo porque eso los tranquiliza, jugar en grupo y por parejas para ser capaces de romper la propia burbuja y relacionarse con los demás... Todo se desarrolla como un intenso docudrama no exento a veces de humor. Porque Bruno y Malik, casi sin vida privada apenas entrevista en dos apuntes de sus domicilios, disponibles a cualquier hora, trabajan desde el afecto, desde la empatía, desde el intento de comprensión de ese mundo en el que lo distinto es la norma, sabedores ambos de que sin su labor todas esas personas quedarán desprotegidas del concurso de las muy asentadas instituciones. Hay una mirada crítica en todo ello, ajustada y nada exagerada. La conclusión, que no revelaré, define la necesidad de sus actuaciones.




No sé si quienes interpretan a los discapacitados lo son en realidad, como en el caso del título español Campeones. Tampoco los que se preparan para cuidadores. Parecen sacados de la calle. Todos aportan un grado de verdad a sus personajes que los hace enormemente creíbles. Vincent Cassel y Reda Kateb, los protagonistas absolutos, son dos actores potentes, verosímiles en sus encarnaciones de personajes muchas veces al límite. Seguramente voy a mirar con ojos distintos a esos grupos que veo a veces por las calles, de muchachos con dificultades de movilidad o de relación, acompañados cada uno de ellos por un cuidador, que se dirigen al parque o a cualquier actividad que les pueda resultar lúdica. Los he visto disfrutar como criaturas en la piscina, siempre bajo la mirada atenta de quienes los acompañan. Importantísimo que estas acciones se puedan seguir llevando adelante. Una madre se pregunta en el filme qué será de su hijo cuando ella no esté. Angustiosa pregunta. 

José Manuel Mora.

  

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