Hollywood, de Ryan Murphy

 Dreamland.

Y, aunque vamos pudiendo salir (madrugo y voy hasta el Cabo de la Huerta, a 13 kms de casa a paso rápido para cumplir con la práctica de ejercicio estipulada), las tardes permiten empezar series que son de pocos capítulos. Leí una referencia laudatoria y decidimos ver Hollywood en la plataforma de Netflix. Su autor, Ryan Murphy, ya es en parte garantía de calidad, dado los títulos previos de los que se ha responsabilizado y la ha escrito con su colaborador habitual, Ian Brennan. No he visto las del "horror", pero sí me pareció muy correcta e instructiva Pose (2018), muy combativa también a favor de un colectivo y de unas experiencias vitales que desconocía por completo. Siete episodios de apenas 44 mi., perfecta para pasar dos tardes delante de la pequeña pantalla. 


Es cierto que el mitómano que habita en mí no necesitaba ningún empujón para sentarse a ver cómo era la vida de la meca del cine en los años 40. Sí había oído hablar del Código Hays, por el que se debía regir la producción de películas y que señalaba qué era aceptable rodar y qué no (crímenes, religión, sexualidad, alcohol, vestuario y bailes...), y las clasificaba luego por edades de sus posibles espectadores. Lo que sucede es que el drama de época que se nos propone seguramente dista mucho de lo que sucedía en aquella realidad, es una idealización, "qué bonito hubiera sido si...". Jack Castello (David Corenswet, guaperas algo soso para mi gusto), recién regresado de la conflicto mundial en Europa, pretende convertirse en un actor pero, ante las dificultades, acaba trabajando en una gasolinera, que no es más que la tapadera de un negocio de prostitutos de lujo para quienes puedan pagarlos, ellos o ellas, doesn't matter). Ello le proporcionará la oportunidad de entrar en contacto con gente de la industria, como le ocurre a un guionista negro y gay, o un director de origen filipino, o unas actrices, una china y otra "de color" (me horroriza el eufemismo colored usado en la época, aquí una estupenda Laura Harrier). Habrá ocasión de intentar rodar una cinta que puede alterar los parámetros al uso, lo que incluso podría provocar que no se exhibiera en los cines de los estados del sur. Raza (la mujer del productor es judía) u orientación sexual, todo juega en contra del proyecto, pero el japi end se impone. 


Algunas de las críticas que se le han hecho a la serie vienen de considerar que su ideador no ha sido suficientemente severo con la trama de los boys de alquiler. Yo creo que Murphy no ha pretendido aquí ponerse estupendo, que decía Valle, sino contar una historia que sabemos que no fue, en la que los personajes están muy bien dibujados y son tratados con mimo. Holland Taylor como encargada de seleccionar actores para el reparto, eso que todos sabemos que se dice casting, y Patti LuPone, como la que sustituirá a su marido en la producción, dos señoras de edad, están magníficas, cada una en su papel. Por no hablar del malvado representante de actores, , que se cobra cara su influencia para quien quiere entrar en la industria. Sí que deja clara Murphy la doble moral de la gente del mundillo cinematográfico. Puedes hacer cualquier cosa, siempre que no se sepa, porque si se llegara a saber podrás acabar en la cárcel o ser chantajeado y verías arruinada tu carrera y tu vida.
 

Hay nombres reales, como cuando se citan los fiestones que preparaba G. Cuckor, o la aparición de una V. Leigh, que empieza a sufrir ataques de ansiedad tras su éxito en Gone with the wind, o la tímida presencia de un desconocido Rock Hudson, que ni siquiera se llamaba así y que intentaba por todos los medios ocultar su homosexualidad. Incluso aparece Hattie McDaniel, la famosa mammy de Scarlett O'Hara, quien hace ahora ochenta años logró un primer Oscar para una actriz negra y que alecciona al personaje que pretende lograr otro sobre cómo comportarse si acaso quieren hacerla entrar por la puerta trasera del teatro al llegar a la ceremonia. Queen Latifah borda su papel de señora de vuelta de todo con la experiencia acumulada.


El diseño de producción es espectacular en cuanto a vestuario, peinados, ambientaciones y localizaciones se refiere, por no hablar de una banda sonora ajustadísima a su época. La puesta en escena no es tan barroca como recuerdo era la de Pose, pero tiene hallazgos estupendos. En fin, y voy acabando, no es "esencial para la supervivencia", como digo en otras ocasiones, paero es un buen pasatiempo, lo que no impide la incredulidad del espectador actual al ver entrar en aquella época a dos hombres de la mano por la alfombra roja de los Oscars. Es un sueño que tardaría mucho en poder cumplirse. El dreamland del subtítulo de esta entrada.

José Manuel Mora. 
























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































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