Incorrección política saludable.
Entrar en una serie sin ninguna referencia previa tiene sus ventajas. Confieso que lo hice por el título y convencido de que la dejaría después del primer capítulo, pues pensé que no estaba yo para otra historia teen con la que está cayendo. Sin embargo el arranque era tan rompedor que no me he podido desenganchar hasta terminar los ocho episodios de la primera temporada de Sex Education, serie de Netflix que viene de la mano de Laurie Nunn, a quien no había oído nombrar, guionista australiana de origen británico, con apenas 34 años, y ahora también creadora de esta desopilante historia de adolescentes que no es lo que parece. Adelanto que me lo he pasado tan bien, que ya estoy en la por ahora segunda y última temporada.
A pesar del título, su guionista no ha pretendido darnos la charla informativa y, en buena tradición británica, lo que prima es la comicidad con la que se tratan temas muy serios: aborto, masturbación femenina, identidad sexual, acoso escolar, homofobia, o cualquier tipo de horror a la diferencia, E.T.S., vaginismo, poluciones nocturnas..., el abanico temático es amplio, pero no aparece la moralina por ningún sitio, todo se trata con una normalidad poco frecuente. Y si las cosas están cambiando en nuestros centros, no creo yo que lleguemos a enfrentar todas estas problemáticas como hacen en este instituto británico. Lo más paradójico de todo es que el protagonista, Otis, es hijo de una psicóloga sexual divorciada, que habla de todo con naturalidad, pero que eso no ha impedido que el muchacho se sienta un bicho raro por ser "todavía" virgen a los 16, y con problemas con su propia sexualidad, a pesar de lo cual se acabará convirtiendo en terapeuta de sus compañeros, ayudado por Maeve, la chica malota del centro, que luego resulta no serlo tanto. Estamos muy lejos del tono de las pelis estadounidenses de esta temática, nada que ver con American Pie o Supersalidos. Y no sólo por lo políticamente incorrecto aquí del tratamiento de temáticas tan delicadas, que en los USA sería casi imposible presentar en la pantalla grande, sino porque los personajes son de carne y hueso y no meros clichés de adolescentes.
Otis (Asa Butterfield) y su amigo Eric (Ncuti Gatwa) son dos adolescentes de manual. Sin acabar de hacer, con todas las inseguridades propias de la edad, aunque cada uno con sus propios condicionantes. Su amistad se mantiene a pesar de las típicas crisis. La evolución de su autoestima, tan escasa muchas veces a esa edad, es paulatina y creíble, dada la naturalidad de sus actuaciones, aunque todos sean más talluditos que sus personajes. Menos atractivo me parece el papel de la tercera en discordia, Maeeve (Emma Mackey), construido más de una pieza, aunque también con una mezcla de protesta y solidaridad, de pensar que está por encima de sus compañeros en madurez e inteligencia, aunque se vea constantemente señalada. Ahora bien, quien se lleva de calle las secuencias en las que aparece es Gillian Anderson, la madre terapeuta, la antigua detective Scully. Cree en su tarea, aunque su separación le haya provocado una constante insatisfacción y un escepticismo en cuanto a nuevas relaciones duraderas. Como casi todas las madres, no para de entrometerse en la vida de su hijo y de meter la pata por ello, aun queriendo hacerlo bien. Muchas de las situaciones en las que se ve envuelta son descacharrantes y ella posee una belleza y una fuerza interpretativa deslumbrantes. El amplio elenco está impecable, cada uno con su "tocado", y con la contradicción entre el modo de mostrarse ante los demás y su auténtico e íntimo sentir.
La música que han elegido, tanto la que acompaña escenas propiamente musicales, como la que cierra los capítulos, es fantástica. Lamento no tener las referencias. Y para concluir, no quiero dejar de decir cuánto nos hubiera ayudado en nuestra adolescencia a muchos y a muchas (puesto que en mi época las chicas eran seres poco menos que asexuados y aquí la óptica femenina es evidente), haber visto que nuestros problemas eran más comunes de lo que nos pensábamos y también nos hubiéramos sentido menos "raros". Muchas de nuestras dudas y agobios se hubieran suavizado al ver cómo son tratados en esta serie que recomiendo vivamente. Puede ser un buen material para ver en los centros con el alumnado. Seguro que provocaría debates encendidos.
José Manuel Mora.
La música que han elegido, tanto la que acompaña escenas propiamente musicales, como la que cierra los capítulos, es fantástica. Lamento no tener las referencias. Y para concluir, no quiero dejar de decir cuánto nos hubiera ayudado en nuestra adolescencia a muchos y a muchas (puesto que en mi época las chicas eran seres poco menos que asexuados y aquí la óptica femenina es evidente), haber visto que nuestros problemas eran más comunes de lo que nos pensábamos y también nos hubiéramos sentido menos "raros". Muchas de nuestras dudas y agobios se hubieran suavizado al ver cómo son tratados en esta serie que recomiendo vivamente. Puede ser un buen material para ver en los centros con el alumnado. Seguro que provocaría debates encendidos.
José Manuel Mora.
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