Milagro en la celda Nº 7, de Mehmet Ada Öztekin

 Drama carcelario, pero menos.

No. Los que estamos en la fase 2 todavía no podemos ir al cine. O por lo menos no tengo noticia de que se haya abierto ninguna sala en Alicante. Pero la anterior entrada con esta etiqueta es del 11 de marzo, justo antes del encierro. Y Netflix no hace mucho que ha subido a su plataforma una película turca de la que no tenía más referencia que la recomendación de mi exalumna y amiga Maite. Milagro en la celda Nº 7 es una nueva versión de una cinta coreana de 2013 (!?), dirigida por  Mehmet Ada Öztekin, de quien por supuesto no había oído hablar. Al parecer ha arrasado en número de visionados en muchos países, Así que, como hace tantos meses que no iba "al cine", esta tarde he visto las dos horas y pico de su metraje.


No soy muy amigo de los dramas carcelarios. Y más si se sitúan en Turquía. Aún recuerdo la impresión que me causó El expreso de medianoche (1978), dirigida por A. Parker. Pero es verdad que ese país siempre me resulta atractivo como telón de fondo. Los personajes con discapacidad (ahora hay que decir con "capacidades diferentes") suelen dar mucho juego en las pelis que pretenden provocar la lágrima fácil. Memo (Aras Bulut Iynemli) es el padre de Ova (Nisa Sofiya Aksongur) y según su abuela tiene la misma edad mental que su propia hija. Un accidente hace que recaigan sobre él las sopechas de la muerte de la hija de un comandante. El ejército de ese país siempre me ha parecido inquietante. A ello se añade que en sus cárceles no siempre se respetan los derechos de los presos. La violencia de las primeras escenas en la prisión me ha hecho pensar que la cinta se acercaba al tono de muchas estadounidenses de ese tenor. Sin embargo el título ya sugiere que  hay un "milagro" en esa celda número siete, en la que Memo es encarcelado junto a una docena más de presos, de los altamente peligrosos.


Y aquí es donde me parece que la peli patina. No creo que seres atroces, cada uno con terribles historiales delectivos a sus espaldas, en situaciones altamente estresantes, como son las que se viven en prisión, puedan ser capaces de evolucionar como lo hacen. Es cierto que sin esta evolución no habría peli, pero hay cosas poco creíbles, como la entrada de la niña en la celda, por citar una sola. El "malo" es un personaje de una pieza, interpretado por un actor que parece de cartón piedra. Sin embargo la interpretación de los dos protagonistas es absolutamente ceíble, al igual que la de la abuela (Celile Toyon Uysal) y la relación entre el padre y la hija es muy emotiva.  Y las localizaciones del sur del país son magníficas. No sé si iría al cine a verla pero, ya que está en la plataforma, hace pasar un rato. Espero que podamos encontrarnos pronto en las salas, aunque los lugares cerrados me siguen provocando respeto.

José Manuel Mora. 













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