Papicha, de Mounia Meddour

 Enmienda a la totalidad.

Todo es muy extraño en estos tiempos. He etiquetado esta entrada en "la película de la semana" y hace cinco meses que no había pisado una sala de proyección. Me habían comentado que la asistencia estaba siendo muy floja, por lo que no había que preocuparse por más que improbables aglomeraciones. Y efectivamente, en una sala de 190 butacas éramos diez personas con distancia sobrada de seguridad. Y sin embargo, y a pesar de la mascarilla que todos llevábamos, durante toda la peli me he removido en mi asiento, pensando en el aire acondicionado respirado en común. Definitivamente henos entrado en otra época. La experiencia de l espectáculo compartido en silencio con más gente, base de las salas de cine desde que las conozco y disfruto, se ha convertido en algo inquietante. ¿Seré capaz de asistir también a una representación teatral? Hay tantas cosas a las que hemos renunciado...


Había leído tan sólo una buena referencia en el periódico, pero lo que me ha llevado a verla ha sido la recomendación de mi alumno Omar, argelino residente ya hace años en mi ciudad. Me apetecía conocer un cine de ese país. Desde La batalla de Argel, de 1966, ya ha llovido. Aún recuerdo cómo me conmocionó. Ésta, además, es una peli de mujeres. Papicha es un término argótico que allí significa chavala joven, liberal y a la que le gusta ir a la moda. Su directora, para mí desconocida,  es Mounia Meddour y creo que es su primer largometraje, aunque había realizado antes algunos documentales. Cursó la carrera de periodismo y, al parecer, la historia que cuenta tiene bastante de autobiográfica. Se desarrolla en los años 90, tiempo terrible en que se desató una guerra civil larvada entre integristas ( el GIA) y la población civil, conocido como el "decenio negro", con más de 150.000 muertos. Un grupo de muchachas jóvenes y bonitas, deslenguadas y divertidas (genial la escena del cuarto de baño donde discuten), quieren vivir la vida, salir a bailar, encontrar novio, labrarse un porvenir profesional que, para la protagonista, pasa por la costura. Todo se irá viniendo abajo cuando las puertas se les vayan cerrando, empezando por las de la residencia universitaria donde residen. Los carteles en las paredes, que exigen el hiyab como la única vestimenta correcta, preludian restricciones a determinados comportamientos, hasta ese momento aceptados con la normalidad que dejó la cultura francesa con sus interminables años de colonización económica y cultural. Frente a las coacciones, se produce el fenómeno de la sororidad, como modo de apoyarse y auxiliarse mutuamente entre ellas.


Y la directora sabe rodar con buen pulso, creando la tensión necesaria para que nos veamos atrapados por una anécdota aparentemente mínima, pero que irá aumentando en su dramatismo, conforme las parejas masculinas vayan exigiendo mayor sometimiento y cada una de las protagonistas vaya mostrando su verdadera personalidad. A veces hay cierto tono documental, como cuando hay que amortajar a una mujer. En un momento dado una de las muchachas dice que Argelia es una sala de espera, para salir del país, para encontrar trabajo, para conseguir lo que se necesita. Frente a esa situación las hay que pretenden emigrar a la metrópoli como única forma de liberación, aunque sea plegándose a la voluntad del futuro marido que la sacará, y otras que persiguen ser felices en su tierra, ejerciendo su libertad y luchando por ella, aunque sea a través de algo tan nimio como un desfile de moda en la residencia universitaria. Lyna Khoudri tiene una fuerza imparable en su actuación, muy bien secundada por  Shirine Boutella y Amira Hilda Douaouda



Cuando he titulado la entrada con el membrete de "enmienda a la totalidad", lo hago porque de alguna manera la actitud de estas chicas supone negarse a la imposición de gente que considera que no sólo está en posesión de la verdad, sino que ésta es única y se puede obligar a todo el mundo a plegarse a esa visión única del mundo, fundada hace más de mil años, como si el mundo no hubiera cambiado, como si la vida pudiera detenerse en un punto. Lástima que, tras haber acabado aquel infierno guerracivilista, el país se haya ido entumeciendo bajo la férula de la dictadura de un clan. Y ahí vuelven a estar los jóvenes llenando las calles de nuevo, reclamando libertades y que no sea necesario salir del país para ser feliz.

José Manuel Mora.












Comentarios

omar ha dicho que…
sa me réjouis que sa t'ai plus mon ami et merci encore pour le tague