Lo que no fue escrito, de Jan J. Martí

Amores imposibles


A pesar del viaje y de la preceptiva bitácora me suelo llevar, cuando voy de viaje, libros  para los ratos de descanso (?). El anterior reseñado fue uno de ellos. Éste de hoy lo vi en la mesa de novedades antes de marchar y mi librera me dijo, llévatelo. Y eso hice. Desconocía al autor y la editorial pero, al leer la contracubierta, me entró curiosodad. MARTÍ, JAN J. Lo que no fue escrito. Murcia: La Marca Negra Ediciones, 2019, págs. 323. Se trata de una editorial joven, nacida en 2015 y que parece apostar por títulos y autores alternativos. La tipografía escogida para la cubierta es llamativa de entrada, puesto que da la impresión de que vamos a leer un mecanoscrito. Sin embargo esa elección afecta en el interior sólo a los títulos de las diferentes historias que incluye el libro.  

Me resulta sorprendente que la wiki, que parece saberlo todo, no tenga una entrada de presentación del escritor. Tan sólo he encontrado en "sanguguel" algunas referencias de reseñas periodísticas a propósito de sus publicaciones. En la solapa se dice que es licenciado en Arqueología y que trabaja como gestor cultural, guía turístico o "donde lo llamen", lo que aún me sorprende más en un tío hecho y derecho, (Ceutí, 1971), que participa en la web atrozconleche.com de carácter queer, y que ya lleva escritos un libro de relatos, Cuando el amor no tenía nombre (2018), y la novela corta Azul es el olvido (2019) que, junto con la que nos ocupa, conforman su Trilogía del olvido. Parece que la productora Plano a Plano se ha interesado por realizar una versión fílmica del conjunto. Lo que no fue escrito incluye cuatro relatos de mediana extensión: Jordan y el chico del pelo rojo, Tras la pared, La habitación 406, La Viena de Olav y, a modo de coda, uno más breve, Luisita de Montparnasse

El escritor  reconoce que ha partido de una serie de fotos en B/N, encontradas en su buceo por tiempos pasados a la hora de saber cómo se vivían las relaciones de afecto entre varones en otras ciudades y otras épocas. Cada una de las historias concluye con la foto que dio lugar a la misma. Aquí dejo el collage formado con algunas de ellas.

La primera sucede en Edimburgo, años 40, un encuentro entre un joven de clase acomodada y un chaval pelirrojo que trabaja de camarero. Jordan, el protagonista, no ha conocido una relación amorosa plena en sus 23 años de vida, aunque haya vivido como títere sexual de su amigo Duncan. La primera y fogosa noche entre aquellos es descrita con una fuerza expresiva audaz, sin cortapisas, con un lenguaje "muy caliente" en los términos usados, pero que a la vez peca, a mi modo de ver, de pretenciosamente literario en cuanto a las descripciones: "La luz naranja le pintaba la cara, encendiendo el rojo de su cabello, llenándolo de chispas y luces" (pág.13); al juego de imágenes: "sus tetas de color rosa, o los pies de arcilla, o el pelo rojo de mazorca de máiz" (pág. 40); a evidentes estructuras trimembres: "las manos caóticas, en un mar caliente de sábanas, vapor y epidermis" (pág.42), o palabras de un nivel culto que no es el del resto del párrafo, "incluso a los canes les prestaba más atención y cariño que al que se estaba fornicando" (pág. 50)... La sorpresa final no lo es tanto.

La segunda ocurre en Boston,  y la perspectiva cambia, al ser la narradora una mujer lesbiana, felizmente emparejada, y arrasada por la pena que le produce el suicidio de su abuelo Jim. "Tras la pared" de la casa de su abuela encuentra una fotografía, la de la cubierta del libro, y empieza a investigar para conocer quién es el muchacho al que su abuelo abraza de manera relajada allá por los años cincuenta. Lo hace como un intento de vivir y curar el duelo que no hizo tras el silencio que se abatió en la familia después de su muerte. Enamorarse de una compañera de instituto en su adolescencia hace que  sea consciente de su singularidad: "Un amor que no esperaba respuesta, pero que me enseñó lo que yo era [...] tortillera, chicazo, camionera. También machorra" (pág. 112). Sin embargo es la historia de amor frustrado de Jim, tan wildeana por causa de su partenaire, actor teatral de éxito, la que acaba centrando la atención.  

La tercera tiene lugar en Copenague, en los años sesenta, cuando en Christiania aparecían los primeros desarrapados que fumaban maría, aunque el encuentro clave de los dos  protagonistas  tiene lugar quince años después, cuando todavía se podía perder un buen trabajo de vendedor en una gran compañía si se sabía que eras homosexual, con el agravante de que uno de los dos que se rencuentran en el hall y luego en la habitación 406 del hotel está casado. Es el otro el que confiesa, en una carta con la que pretende redimirse de sus errores, toda su historia, desde su enamoramiento cuando eran adolescentes e iban en pandilla y practicaban juegos eróticos en comandita, hasta el momento  en que se reconocen ya maduros y él es consciente de que su sentimiento es "un amor del que me siento orgulloso" (pág. 197).

El cuarto relato extenso se da en la Viena de posguerra, en los locos años veinte. Olav ha vuelto del frente absolutamente destrozado y sólo consigue recuperarse algo gracias al apoyo de quien fue su novia antes del conflicto y ahora está felizmente casada. En un antro donde suena música de jazz y tangos argentinos, conoce a un hombre que le cambiará la vida y que también se la pondrá en peligro, dado el ambiente mafioso en que se mueve con su antiguo amante. Todas estas relaciones están por supuesto fuera de la ley y su descubrimiento puede acarrear penas de cárcel. El golpe de efecto final acabará resolviendo el problema. 

 

El libro se cierra con  una historia más cercana, años setenta / ochenta, con los milicos argentinos en el poder y lo que eso conllevaba, y dos hermanos gemelos. Quien cuenta la historia es la hermana, venida de Buenos Aires a Madrid, donde intenta olvidar la muerte de su hermano, a quien siempre le gustó vestirse de niña, hasta acabar siendo "Luisita de Montparnasse". Aquí es cierto que el autor ha logrado muy bien el habla porteña de la que escribe la carta. 

Todo el libro es un intento de presentar las relaciones homosexuales como normalizadas, en un tiempo en que no lo eran. Unas acaban bien y otras mal, como en la vida misma, pero el escritor subraya, tal vez en exceso, que el amor entre varones puede ser pleno, generoso, redentor, por usar una palabra que él utiliza. Las cinco historias están bien tramadas, aunque puedan pecar de demasiada "literatura", de dexcesivamente intensas. Con todo, se leen con agrado y para quienes no conocen cómo se vivía la homosexualidad antes de la actual "normalización", puede ser una buena manera de entrar en ese mundo.


José Manuel Mora.



 

 

Comentarios