"The Human Voice", de Pedro Almodóvar.

 Soledumbre.

En estos días en los que todo es distinto, también la asistencia al cine tiene algo de novedoso. Éramos cinco en la sala, algo frecuente incluso en tiempos de la antigua "normalidad" en las primeras sesiones. La novedad es que la peli que vamos a ver es un mediometraje, apenas 30 mi. Y también es la primera vez que el director de la cinta, Pedro Almodóvar, se dirige a los espectadores antes de comenzar la proyección propiamente dicha para agradecernos nuestra presencia en una sala, como se hacía antes, en ese espacio sacralizado, a oscuras y rodeados de desconocidos, que es lo que provoca una mayor intensidad y comunión con lo que se ve. La cita del manchego es de la Sontag. Y es cierto que venir al cine tiene ahora algo de ritual. The Human Voice, así titulada por su director, es la primera que rueda en inglés y lo ha hecho en este extraño verano que hemos dejado atrás, cargados todos de mascarillas y medidas de protección en el equipo de rodaje. Si filmar algo siempre debe de ser complejo, no quiero imaginar lo que habrá sido este rodaje. He fotografiado el cartel, en vez de recurrir a la red, como una prueba de mi venida física.

Recuerda Almodóvar en la presentación que no es su primer acercamiento al texto de Jean Cocteau. De hecho no se me olvida, a pesar de los años trascurridos, cómo la Maura se desesperaba, pendiente del hilo telefónico, en La ley del deseo (1987) interpretando a la transexual que recorría el escenario de un lado a otro, como un tigre enjaulado mientras sonaba Ne me quitte pas, tal vez la canción de amor más triste que conozco. Luego lo retomó en Mujeres al borde de una ataque de nervios (1988) como inspiración, aunque ya sin el texto original. Ahora él ha vuelto a la obra del francés, aunque reconoce que el personaje de mujer sumisa y herida no le atraía y que necesitaba reconducirla. La apuesta se apoyaba en la elección de Tilda Swinton, actriz exquisita, que está encantada de convertirse en "chica almodóvar", y que también se presenta con la cara lavada en el prólogo de la peli explicando las razones que la llevaron a aceptar el papel.  



Desde el cartel y los títulos de crédito iniciales, originalísimos, estamos ante la estética almodovoriana: colores saturados, restallantes. El set de rodaje podría haber sido el de La piel que habito, y el balcón recuerda el de Mujeres, pero en un vuelo de cámara imprevisto, lo muestra al completo, como un complejo escenario teatral de varios y distintos espacios, un escenario dentro de un escenario, en el que la mujer está encerrada, tan sólo acompañada por el perro que olisquea por todos sitios la ausencia de su amo. Los libros (Alice Munro) y las pelis (Kill Bill) que la protagonista está recogiendo, son su personal homenaje a los autores que admira. Y el cuadro que preside la habitación, de Artemisa Gentileschi, en el que se muestra a una mujer en brazos del amor, es también muy significativo. La música de Alberto Iglesias, su compositor de cabecera, es envolvente, expresivísima, recopilación de temas compuestos por él para otras pelis del director. Y la interpretación de la Swinton es de alto voltaje. No hay aquí teléfono de hilo, sino un móvil con aurículares. Sólo ella escucha las respuestas del que llama para despedirse definitivamente. Y es magnífico el cambio en el guión, (no sé si está en el original de Cocteau), haciendo que la narración de la mujer pase de la cotidiana frivolidad, al desgarro más absoluto. El inglés que la señora se maneja es un auténtico regalo para oídos duros como el mío. 


 

Los primeros planos de Swuinton, magníficamente iluminados, la toma circular en torno al rostro de ella, todo resulta enormemente expresivo y coherente con su obra anterior. Su rostro trasmite el dolor de la herida del abandono, encarnada en una elegancia distante, y ardiente, y también la rebeldía de quien no se resigna. Hay mucha sobriedad, a pesar de todo. Frente al desborde habitual, hay aquí contención y una elegancia extraordinarias. Y no quiero adelantar el sorprendente desenlace, que me ha encantado. Animo a los y las fanes del manchego a acercarse a una sala de proyección y disfrutar la vieja ceremonia, que ahora tan rara se nos aparece.

José Manuel Mora.  


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