Asturias en un verano vírico. Playas. X.

 Domingo playero.

 Desayuno estupendo y tranquilo. Asun nos recomendó que fuéramos a una playa cercana con un nombre muy curioso, La Franca. Nos proponemos dejar allí el coche y caminar hasta la siguiente para disfrutar del paisaje y del aire libre. Como llegamos temprano, el arenal, amplio, semicircular, está prácticamente vacío. Llegamos hasta el borde del agua, mansa, de reflejos dorados en la zona iluminada y grises y azules en la parte que se oculta al sol. Apenas media docena de personas disfrutan del paseo matutino con los roquedales que se levantan tras ellos, desafiantes. No es cuestión de bañarse aquí y tener que ir mojado después durante el paseo programado, así que decidimos gozar de la contemplación. Es cierto que a la vuelta, con el sol en lo alto, la playa habrá perdido su encanto al estar llena de gente, como cualquiera de las de nuestra tierra.














 

Nuestra intención es llegar a Buelna, a tan sólo 5 kms. No hace mucho calor y vamos andanado por la N-632, en la que están marcadas las indicaciones que orientan a los que hacen el Camino de Santiago. Pocos nos encontramos a esta hora, aunque sí que hay mucho ciclista que aprovecha el domingo. Nos vemos obligados a preguntar, hasta que en Buelna encontramos las indicaciones para alcanzar la playa del Cobijeru, otro de los lugares à ne pas manquer, según nos advirtió Asun. Si hubiéramos llegado con coche, habríamos tenido que dejarlo junto a la carretera, porque a la playita sólo se accede a pie, por un camino semioculto por el boscaje. Por fin vemos desde una altura prudente el pequeño arenal que, como el de Gulpiyuri, está cerrado hacia el norte, donde está un mar que no vemos, por un alto muro de roca kárstica tapizada por el verde perenne de estas latitudes, y que también viene perforado en su parte baja por los embates del mar. La marea lo hace entrar en un ricón a la izquierda, anunciándose con estruendo y hace que se retire casi en silencio, aunque con tanta fuerza que podría arrastrarlo a uno en un descuido. Hay media docena de personas en la arena cubierta de cantos rodados. A pesar de la pequeñez del espacio se puede mantener la distancia de seguridad consabida. A veces los agujeros del roquedal de la derecha hacen que el mar entre como por un sifón y que luego se dispare hacia lo alto en una nube de espuma atomizada que nos provoca una emoción infantil. Aquí sí toca baño. El agua está tan fría como la del Mediterráneo en invierno. 


 


  








Al ver a la gente en lo alto del montículo, decidimos ascender por una sendita que lleva a la boca de una cueva, un cobijo, de ahí el nombre, que usaron antiguamente los piratas y que volvió a ser necesario para ocultarse durante nuestra guerra incivil. Nos advirtieron de la necesidad de traer una linterna, pero no lo tuvimos en cuenta y adentrarse en el vientre de la tierra, a oscuras y con un suelo de rocas resbaladizas por la humedad, no es muy recomendable. Con todo hay un valenciano que viene pertrechado de una potente y le pido que me permita acompañarlo. El techo se va viniendo sobre nuestas cabezas y hay que inclinarse. Al tiempo hay que cuidar dónde se ponen los pies por lo resbaladizo de las rocas. De repente un ensanche permite incorporarse algo al llegar al centro de la galería, en la que se ven incluso estalactitas. El lugar es efectivamente digno de una novela de aventuras. Tras 150 m. de oscuridad, abstenerse los claustrofóbicos, poco a poco la luz del exterior nos va haciendo más cómoda la andadura, hasta que nos lleva a la boca de la gruta, casi una balconada desde la que ya se ve el mar. Como hoy no hay marejada, las olas tan sólo baten contra las rocas, se adentran hasta llegar a nuestros pies y se retiran dejando un fondo de transparencia. No imagino cómo será esto con temporal. Parece que en esos casos no se debe intentar.


Una vez fuera, vemos a la gente que sigue trepando hacia lo alto del repecho y ascendemos nosotros también. El Cantábrico aparece, ahora sí, en todo su esplendor. Como no nos hemos informado suficientemente, no sabemos que hacia poniente el roquedal, de firme dificultoso, se convierte en una especie de arco pétreo  a cincuenta metros del mar, el "salto del caballo". Nos quedamos sin verlo. Las fotos de las redes son espectaculares. Tendremos que volver... El vacío siempre atrae y nos acercamos demasiado al borde. Luego, como la marea, nos retiramos. Al bajar vemos otra cavidad cuya boca es mucho más amplia y que da entrada a la gran galería de la cueva de “de los Ijancanos”. Dada la falta de tiempo y de equipamiento, nos conformamos con una foto del lugar.


 Hay que regresar. Son las 12:30 y el sol cae de plano. Por la carretera vamos buscando algo de sombra inexistente. Un hombre cruza la carretera y se pone a trastear en un coche aparcado en un prao junto al arcén, cargado hasta arriba de aperos de pesca. Le pregunto si va hacia Santander. Y, al responder que sí, le pedimos que nos lleve, volviendo a hacer auto-stop, como en mis tiempos. La vida nos da. En cinco minutos estamos de nuevo en la Franca, en vez de las dos horas que nos hubiera costado llegar caminanado. La playa, como adelanté más arriba, está de domingo y ha perdido el encanto matinal. 

 
Regresamos a nuestra casa y comemos por una vez de forma sencilla. Siesta reparadora. Y hoy ya sí toca programar un poco los días que vendrán. Decidimos instalar nuestros cuarteles en el Parador de Gijón y desde allí ir haciendo excursiones. Cuando queremos ponernos en marcha, el Archivo Indiano ya está cerrado. Es una tarde dulce de domingo pueblerino. No hay mucha gente paseando y la temperatura es perfecta, lo que nos permite sentarnos en el exterior de "La Barata" a cenar. Unas croquetas de aperitivo y un revuelto de setas con media ración de embutidos y quesos de la zona. Cuando la vemos llegar nos hacemos conscientes de que no podremos acabarlo todo. ¡Menos mal que era media ración! Al volver a casa hay que hacer maletas porque tardaremos varios días en volver. 
 
José Manuel Mora. 


Comentarios

Unknown ha dicho que…
Preciosa ruta.I millors formatges...
Unknown ha dicho que…
Que hermosos lugares ,bella España ♥️