Fin de viaje.
Aquí ya escribo de memoria. Las fuerzas no me daban para seguir anotando en la bitácora cada noche y dejé de escribir. Este viernes, al salir de Gijón, de regreso a nuestra casa, queremos parar en Villaviciosa y Lastres, dos pueblos de los que tenemos muy buenas referencias. Sin embargo el cielo decide otra cosa y las nubes se derrumban sobre el parabrisas. Un tormentón. Procuro mantener la serenidad, porque las escobillas no dan abasto a quitar toda el agua que cae y la visión es deficiente. Sobre la marcha optamos por seguir directos a nuestro refugio. No hace día para turisteo. A media mañana, ya en Colombres, decidimos realizar la visita al edificio que nos ha acompañado desde nuestra ventana cada noche: el Archivo de Indianos. Al llegar, descubrimos que, además de una hermosa construcción, el archivo es también Museo de la Emigración, que se constituyó en 1987. La Quinta Guadalupe, edificio que lo alberga, se construyó en 1906 por un emigrante retornado de México, Iñigo Noriega Lasso y es la más grande de las existentes en el pueblo. He preferido colocar una foto de la parte trasera, para que se vea más como el "casoplón" que su propietario quería que fuera, que la frontal, de aspecto más institucional. El conjunto es un exponente de la arquitectura indiana. Antes fue casa de reposo y hospital de sangre.
Rodea la quinta un jardín extenso y cuidadísimo, considerado ya "jardín histórico", brillante ahora tras toda el agua que ha caído, con ejemplares catalogados traídos del otro lado del océano y con un grupo escultórico que tal vez me hubiera pasado desapercibido, de no haber sido por la advertencia de nuestra amiga Asun: "Diálogo", de César Montaña, que se da entre mujeres, siempre mejor dispuestas al intercambio colaborativo. Se ha elegido un lugar excelente para su ubicación.
Para la despedida elegimos de nuevo "La Barata" y así cerramos el círculo. Nos enteramos entonces de que es el último día que sirven comidas, puesto que sus propietarios se jubilan y cierran. Una pérdida para el pueblo y para los amigos de la buena mesa. Preparamos maleta y procuramos dejar la casa en orden, para que el regalazo que nos ha supuesto la invitación de Jesús y Asun no tenga que cargar encima con trabajo extra cuando vengan. Arrancamos hacia Burgos y las nubes nos van amenazando a lo largo de todo el camino y parece que las vamos esquivando. Al llegar a la capital, el desplome del cielo nos impide salir del coche, tal es el agua que cae. El resto del día lo dedicamos a celebrar la amistad y la fraternidad mantenidas más de cuarenta años. Al día siguiente continuamos viaje hacia Quintanilla de Abajo; queremos visitar a nuestra amiga Mariaje para ponernos al día después de tiempo sin vernos, y despedirnos de nuestros huépedes, La Luisa, que decide cumplir 91 y celebrarlo, de Felipe el atento ("sí, sí, sí", "sí"), de Miguel Ángel, con su siempre sanadora generosidad, con su calurosa acogida. Sin ellos el viaje hubiera tenido menos sentido. Incluso aparece Salomé, maestra rural a la que di clase allá por el año 1976 y que ahora devuelve con creces lo aprendido. Nos despedimos también del Duero, antes de seguir hacia Madrid, esta vez por Somosierra, con un nuevo diluvio. Logramos llegar antes del anochecer al Parador de Chinchón, no tan hermoso como el de Almagro, pero confortable y al lado de la plaza porticada. Es domingo y está llena de gente sentada en sus terrazas. No parece haber virus alguno. Como escribo en diciembre, sé las consecuencias que tuvo tanta relajación.
Tras la cena, el paseo nocturno por calles vacías, es casi fantasmagórico, tanto por la luz de los monumentos, como por la ausencia de vida. Nos retiramos pronto. El lunes, con buen sol, hacemos la última tirada, ya sin paradas hasta llegar a Alicante. A pesar de haber tenido presente el maldito covid ( masculino, por "virus" y aguda) durante todo el viaje, hemos sido capaces de disfrutar cada día, cada rincón, cada monumento, cada paisaje, cada comida, cada encuentro interpersonal, como si no pasara nada. Dos meses después seguimos capeando el temporal, pero ya con la esperanza de la próxima vacuna. Tal vez el verano próximo podamos volver a conocer la parte occidental de la provincia, a viajar con menos angustia, pero con el mismo cuidado que lo hemos hecho en este "verano vírico".
José Manuel Mora.
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