El desorden que dejas, de Carlos Montero

 Paralelismos

Y de repente empiezas a leer comentarios elogiosos en diversos medios, y te enteras de que el creator (¡cuánta tontuna se gastan los de Jolivú!) es antes que nada escritor y guionista, aunque no hubiera oído hablar de él.  Carlos Montero, gallego de profesión, es el autor de la novela homónima (de 2016 y que ganó el Premio Primavera de Novela), de la que parte la serie que voy a comentar, El desorden que dejas, subida hace poco a la plataforma Netflix. Que sean tan sólo ocho capítulos de 50 mi. cada uno los que componen la única temporada, nos animó a empezar a verla. Es muy propia para maratón. Otro de sus atractivos es que está rodada en Galicia. Hay más, de los que hablaré luego.

Algo más sobre quien ha sido capaz de arriesgarse a cambiar de lenguaje para contar la misma historia. Seguramente la experiencia como coguionista de series de éxito como Al salir de clase, El comisario, Élite o Física o Química, le ha debido de ayudar. También ha sido adaptador de una novela que arrasó, El tiempo entre costuras, de María Dueñas. Pero aquí su trabajo ha sido triple; primero adaptar su novela, luego convertirla en un guión para la serie, y luego dirigir dos de sus episodios. Son tareas bien diferenciadas. Como no conozco la novela original, no sé decir del éxito de la traslación. En la dirección ha estado acompañado por Silvia Quer y Roger Gual, ambos muy experimentados y con sólidos trabajos a sus espaldas. 

A Novariz, un pueblo ficticio recreado a partir de Celanova y Ourense, de esos concellos pequeños donde todo el mundo se conoce, llega Raquel, profesora de Lengua y Literatura, con la que me identifico con facilidad. Qué más quisiera yo haber impartido en un centro como el de Celanova, que sirve de localización a las escenas escolares, con ese claustro, esa biblioteca, esas aulas... Llega para sustituir a una profesora anterior y animada por su marido, que es del pueblo y cuya familia lleva un restaurante en un pazo del lugar. Pronto descubrirá que su alumnado no es especialmente acogedor, antes bien, reticente y retador, y entre sus papeles descubrirá una nota anónima: "¿Y tú cuánto vas a tardar en morir?". Porque lo que ella no sabe es que la profesora anterior, Viruca, apareció muerta flotando en la presa. Sin querer, conforme se le vayan desvelando detalles de lo que sucedió, cobrará más interés por saber lo ocurrido y se dará cuenta de lo oscuro que resulta todo y la manera en que todo el mundo parece estar implicado. 

La elección del director, que no sé si está en la novela, consiste en ir alternando las dos figuras femeninas, pasando del pasado al presente de un modo sutil, mediante asociaciones situacionales, sin llegar a solaparse del todo ni llamar a confusión, muy inteligentemente. La manera en que ambas mujeres se plantean la enseñanza es completamente diferente. Viruca es poderosa y provoca a su alumnado, quiere tenerlo todo y parece que nada se le resiste. Raquel en cambio es insegura, frágil, y cuando se ve sometida a chantaje está a punto de derrumbarse. Tampoco ayuda la carga de la muerte de su madre o el conflictivo de su marido con sus pretensiones de escritor. Y así se va construyendo un thriller sin policías, en el que la "investigadora" es la recién llegada, que ve cómo su propia vida comienza a estar en peligro a medida que va descubriendo cosas y que el supuesto suicidio ha podido ser un crimen. He de confesar que "los malos" se huelen desde el principio, pero eso no quita interés al desarrollo de la trama, que guarda una última sorpresa.  


Inma Cuesta, que ha tenido que recibir clases de fonética para imitar el acento gallego, está creíble en su atormentada fragilidad, en su inseguridad y en su deseo obsesivo de conocer lo sucedido. Su oponente en el tiempo anterior es Bárbara Lennie, misteriosa, luchadora, capaz de enfrentarse con demonios externos e internos y de pisar los charcos que sean necesarios para conseguir sus propósitos. Ambas están bellísimas. El paisaje en que se mueven, espacios naturales sugeridores, empapado de lluvia y de dificultades, las arropa a la perfección. Las parejas, Roberto Enríquez, ambiguo e inquietante por momentos y Tamar Novas, en su inmadurez perenne, les dan una ajustada réplica. Sin olvidar al rebelde y atormentado Iago (Arón Piper), a la amiga discutidora y feminista Nerea (Isabel Garrido),  y a Roi (Roque Ruiz, qué voz tiene el muchacho!), de espíritu atormentado y de afanes literarios. Habrá que recordar sus nombres.

Para ser la primera apuesta de la plataforma rodada íntegramente en Galicia y con equipo mayoritariamente de allí, creo que ha quedado un producto más que aceptable. Si més no, que decimos por aquí, la serie ha tenido el plus añadido de provocarme un deseo de volver a aquellas tierras, a las que fui en autoestop por primera vez con 20 años y donde pasé el último verano de mi madre en O Grove. Me apetece mucho conocer la Ribera Sacra, donde también se han filmado algunos planos. En definitiva, una historia que atrapa y que se puede ver en un par de tardes.

José Manuel Mora. 




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