La amiga estupenda, de Elena Ferrante

 Sororismo en Nápoles

Quienes brujulean por estas páginas saben que me gusta citar mis fuentes. Que dos hermanos, buenos lectores ambos, Asun y Pablo Cifuentes, me recomienden el mismo libro, hizo que me propusiera leerlo. Además su autora era todo un misterio de las letras italianas, puesto que hasta hace muy poco nadie conocía su verdadera identidad. Volveré sobre ello después. FERRANTE, ELENA. La amiga estupenda. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2018, aunque su primera edición en italiano es de 2011; col. Debolsillo; título original, L'amica geniale, 386 págs., trad. Celia Filipetto, muy  buena a mi entender a pesar de la dificultad añadida del dialecto napolitano en que se expresan muchos de los personajes. El libro es el primero de una tetralogía napolitana, cuyos otros tres títulos son: Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida; lo advierto porque el final es abierto y quien quiera conocer el desenlace deberá continuar con los volúmenes siguientes.

De Ferrante, se ha dicho de todo, incluso que podría ser el pseudónimo de un varón oculto tras el nombre de mujer. Sin embargo un periodista italiano desveló no hace mucho que se trataba de la traductora napolitana Anita Raja (1953), aunque ella prefería seguir en el anonimato para que sus libros fueran leídos por lo que cuentan, por su valor literario y no por la biografía de quien los ha escrito. Su primera novela, El amor molesto, data de 1992, y ya está ambientada en su Nápoles natal. Las traducciones al inglés, al francés, al español, la han convertido en una autora de best-sellers. Tras los diez millones de copias vendidos en cuarenta países, HBO se decidió a convertir la tetralogía en una serie en 2018, que por cierto no he visto, pero que he buscado ya y he comenzado a ver, espoleado por la lectura.

Quien no ha tenido un amistad especial en la infancia y en la adolescencia, puede que no entre en la historia. Toda la necesidad de compartir ideas, lenguaje y sentimientos, de sincerarse, de ser considerado de manera especial por el otro, de ser valorado como individuo incipientemente adulto, todo ello convierte ese tipo de amistad entre iguales, en algo que es difícil que se rompa. Y si el tiempo, la distancia o algún malentendido posterior acaban con la relación, siempre hay un recuerdo emocionado para ese momento inaugural, fuera ya del hogar. Porque todo eso es lo que presenta el libro de Ferrante: dos niñas,  Elena Greco, "Lenú" y Rafaella Cerullo, "Lila",  conviven en un barrio deprimido de Nápoles en los años cincuenta del pasado siglo. La historia la cuenta Elena a sus sesenta años, al recibir una llamada del hijo de su amiga, quien le dice que su madre ha desaparecido. Ello pone en marcha el relato de la infancia y adolescencia de ambas. Vecinas y compañeras de escuela, son completamente distintas. Lenú, con más capacidad de adaptación, se mira constantemente en el espejo de Lila, independiente, valerosa, rebelde, y compite por estar a su altura; la admira y la envidia, de un lado porque "sólo lo que Lila tocaba se convertía en importante" (pág. 111), y de otro porque "con ella toda prohibición perdía firmeza. Sabía cómo traspasar los límites" (pág. 68). Se establece entre ellas una ligazón que proviene del hecho de que "nadie nos entendía, pensaba yo, sólamente nosotras dos nos entendíamos" (pág. 118). Las dos ansían salir de las estrecheces en las que viven, de la violencia familiar, vecinal, donde impera la ley del más fuerte, la que enfrenta a golpes a los varones, y a gritos y arañazos a las mujeres, "no siento nostalgia de nuestra niñez. Está llena de violencia" (pág. 35). Y pretenden hacerlo a través del estudio, aunque por ser mujeres  las familias puedan considerar estudiar un lujo superfluo, y de la escritura, inspiradas por Mujercitas. El ingreso en bachiller, que sólo consigue Lenú, empieza a distanciarlas aunque, a pesar de la autoestima que le produce el hecho de las buenas notas y de estudiar latín, ella "volvía a buscarla, como quien va al encuentro de la fatalidad" (pág. 178). 

 
El paso a la adolescencia también es vivido de forma diferente por ambas. La presencia de los chicos, las peleas entre ellos según el estricto código del honor del sur de Italia, muchas veces por la superioridad social de quienes pretenden ser los amos del barrio por tener un Simca, los noviazgos como posible vía de escape de ese mundo, el horizonte laboral para una y la llegada al preuniversitario de la otra, las primeras experiencias sexuales son vividas de forma completamente distinta por cada una de ellas. Aunque la he leído traducida, uno de los elementos que las diferencia también es el uso del napolitano, cerradísimo, por parte de Lila y el italiano formal, escolar, de Lenú, quien naturalmente es capaz de pasar al dialecto cuando quiere. "Lila hablaba únicamente en un dialecto mordaz, plagado de palabrotas" (pág. 64). Y a pesar de ello, Lenú siente la necesidad de verse aprobada por su amiga, incluso a la hora de escribir su primer texto firmado. Esas dos personalidades están perfectamente dibujadas y sostienen el libro al completo. Las nueve familias que las rodean conforman el panorama social y vital que las condiciona. Y ahí, tantos personajes acaban por crear algo de confusión, de modo que el esquema inicial sirve de gran ayuda. La manera en que Lenú va expresando sus sentimientos y cómo estos se van modificando frente a las nuevas experiencias es exquisita y profunda. El interior de Lila quedará un poco más oscuro, dada su susceptibilidad. El afecto entre ellas las sotendrá, a pesar de los vaivenes a los que la vida las someterá. Y todo está contado en un estilo sin grandes artificios estilísticos. La narración es lineal y apenas he anotado un par de expresiones que me hayan llamado la atención: "La forma en que nuestras gargantas húmedas mojaban las palabras en el líquido de la saliva" (pág. 98), o una sencilla comparación,  "Las olas rodaban como tubos de metal azul" (pág. 155). Para la escritora/narradora la lengua es un elemento diferenciador e importantísimo, porque llega a formar parte de nuestra idiosincrasia: "Me sorprendió el hecho de que la escritura [de una carta] contuviera la voz de Lila" (pág. 260). Para concluir he de señalar que, a pesar de haberla leído con gusto, no creo que me embarque en los restantes volúmenes. Tengo otros títulos en cartera y me conformaré con acabar de ver la serie.
 
José Manuel Mora.  
 

Comentarios

Antonio Diez ha dicho que…
Comparto tu impresión final. Yo caí en la trampa de leer la tetralogía y no creo que merezca la pena