Adú, de Salvador Calvo

 Frontera sur

Contra la fatiga pandémica cada uno se busca el modo de sacar la cabeza del agujero para no acabar enterrado, como la Winnie de Los días felices, del alegrías de Beckett. Mis padres nos inculcaron el ser disciplinados, "aprovechad el tiempo, hijos", y a fe que lo hemos sido. De otro modo no se explica que haya tenido ocasión de desplegar actividades tan variadas a lo largo de mi vida. Ahora que todo sigue cerrado, esperando la eclosión primaveral que ya se está prodcuiendo en los almendros que conducen a Elche, y que la cervecita se la ha de tomar uno en el balcón de casa, viendo la calle vacía, ahora, digo, madrugo, camino, leo prensa, cocino, llevo adelante la lectura del libro que tengo entre manos, veo tele y escribo. Y la escritura me obliga a ejercitar la mente para que no se oxide, aunque me desespera no encontrar a veces el término que antes me hubiera venido a las teclas de manera dócil y sin esuerzo. Escribir, como caminar, tonifica musculaturas diferentes y necesarias ambas. Así pues anoche, sin nueva serie entre manos, y dado que no hay en los cines alicantinos nada que me espolee a entrar en una sala, decidimos ver la "película de la semana" en la tele de casa. Netflix la tenía colgada desde enero de 2020, pero no habíamos encontrado la ocasión ni los ánimos pra ver Adú, película de Salvador Calvo (Madrid, 1970). No vi en su momento Los últimos de Filipinas (2016), así que era un estreno, aunque sabía de lo seleccionada que estaba para numerosos premios. De su trabajo en multitud de series españolas, no conozco nada, así que no tenía prejuicio alguno. Y el tema era sesible.


La película se estructura en tres relatos, aparentemente sin conexión, aunque sus personajes acabarán por ver cómo sus caminos terminan por cruzarse. África sigue siendo el resultado de siglos de colonización europea, de fronteras trazadas con tiralíneas, en su intento por explotar sus recursos materiales y humanos. Y huyendo de la miseria y el horror que les dejamos en sus países, miles de personas se arriesgan en viajes imposibles para alcanzar lo que ellos creen El Dorado, estrellando su enfebrecido recorrido contra las vallas fronterizas erizadas de concertinas del norte que, junto con el mar insalvable, dificultan el último salto. El director, en contacto con la CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), conoció las historias del niño que protagoniza la parte más impresionante y dramática de la cinta. De hecho las otras dos sirven de contrapunto, pero interesan menos, dado lo apasionante de la odisea de Adú, su hermana Alika y Massar, el muchacho que mostrará que la solidaridad es algo más que una palabra. Lo que se oculta tras tanto viaje en patera, o en camiones por el desierto, o en el tren de aterrizaje de un avión, son historias de explotación y mentira de las mafias, de prostitución para poder comer, de violencia y desesperación, de enfermedad y muerte. Y no creo que haya exageración en lo que se nos muestra, tal vez por eso emociona más.

 




 

 

 

 

 

Seguramente no me habría conmovido tanto de no ser por la interpretación increíble de Moustapha Oumarou, un niño de seis años nacido en Benín y desconocedor de lo que era el cine, que nos hace descubrir el mundo a través de sus ojos asombrados, primero junto a su hermana, Zayiddiya Disssou, impactante la escena del tren de aterrizaje que yo he comentado con mi alumnado de Diversificación como noticia veraz, y el francés Adam Nourou, que aquí habla en inglés y que a pesar de ello es capaz de entenderse con su protegido dada la necesidad de comunicación. Frente a ellos, la correcta actuación de los siempre creíbles Tosar, Castillo y Cervantes, queda desdibujada. Lo que quiero es seguir la pista a ese viaje a la esperanza que trenzan las criaturas africanas. Y el filme me trae a la cabeza otras historias vividas en primera persona cuando, colaborando en Cruz Roja, trataba de enseñar los rudimentos de nuestra lengua a los que fueron rescatados por el "Aquarius" y fueron acogidos en Alicante. Cuando se marcharon deseé haber podido comunicarme mejor con ellos y conocer sus experiencias, seguramente tan espeluznantes como las que la película presenta. Buena opción para trabajar en clase, para ver qué hay detrás de los despectivamente llamados menas

José Manuel Mora. 

 



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