Deseando amar, de Wong Kar-Wai

 Revisión necesaria

Se dice que se ha reestrenado en diciembre pasado con motivo del 20 aniversario de su primera proyección en las pantallas. No sé si remasterizada. En el año 2000 yo no llevaba este blog y, aunque recuerdo que me dejó una honda impresión, había olvidado la trama y sólo retenía retazos de imágenes de dos seres tristes por callejones estrechos y mal iluminados, envueltos en una música obsesiva y bellísima. Se trata de In The Mood for Love (Deseando amar, se tituló en español), escrita y dirigida por el cineasta hongkonés Wong Kar-Wai, hoy convertida en una película "de culto", que le dicen. En su momento ya había visto la terrible Happy Together (1997), aunque ni me enteré de Días salvajes (1990), precuela de la que comento. Para una tarde más, otra, de encierro precavido, ahora que parece que los setentones seremos convocados pronto a vacunarnos, ésta ha sido una opción perfecta.
 

Ambientada en el Hong Kong de la década de los sesenta, nos presenta a dos personajes que inicialmente parecen pasar uno junto al otro casi sin mirarse; el señor Chow, periodista de un diario local y
la señora Chan, secretaria de un exportador, a pesar de vivir en las estrecheces de un mismo edifico, puerta con puerta, apenas se dirigen las frases mínimas de cortesía. Las parejas de cada uno de ellos pasan mucho tiempo fuera, nosotros casi ni los llegamos a ver, pero la soledad de ambos es palpable y poco a poco entablan una relación de amistad que irá transformándose, cuando se den cuenta de que comparten algo más que la vecindad, en una historia de amor de las más tristes que recuerdo y en la que la represión debido al entorno potencia más si cabe el sentimiento. 
 
Así contada, la anécdota parece mínima, pero una vez más la manera en que el director decide mostrarla es lo que la convierte en única por su emotividad, por su contención, por la pasión soterrada, llena de desencuentros y sin posibilidad de futuro. La sofisticación un punto manierista de la planificación, la iluminación de la noche en interiores asfixiantes y exteriores desolados y barridos por una lluvia inclemente, el colorido de la fotografía agria y oscura de los callejones, la elegancia extrema del vestuario de los dos, los quipaos de ella y los trajes impecables de él, la envolvente música de Michael Galasso y la acertadísima selección de las canciones de Nat King Cole forman un todo armónico que atrapa sin posibilidad de escapatoria. La sencillez del melodrama que el director ha elegido consigue con mínimos elementos una enorme expresividad emocional.
 
Maggie Cheung y Tony Leung, con quienes ya había contado con anterioridad, son un prodigio de expresividad contenida que a veces se desborda irremediablemente. Los diálogos son minimalistas. El modo en que se miran, muchas veces a través de espejos, de paredes que separan y unen en un mismo latido, los silencios cómplices mientras suena ese "Quizás, quizás", que deja abierta la puerta a un improbable final feliz, forman un dúo que hubiera sido impresionante ver, el cómo componían las escenas durante un rodaje que parece que tuvo mucho de improvisación, según la manera de rodar de Wong y del que él confiesa que se deshizo de muchísima película en la mesa de montaje. El modo en que son capaces de ser ellos mismos y de incorporar a sus parejas para imaginar lo que ha podido suceder entre sus respectivos cónyuges, es magnífico. La trilogía la completó  con 2046 (2004), que se me debió de escapar o que no recuerdo en absoluto, aunque intentaré recuperarla. Una triste gozada. 
 
José Manuel Mora.
 
 
 
 

Comentarios

Pilar Bacas ha dicho que…
Qué sugerentes tus comentarios y qué sugerentes las imágenes. La veré. Gracias