Fauda, de Lior Raz

 Una ocupación interminable

Por seguir con cinematografías periféricas al mainstream, que decimos los ingleses, he empezado a ver una serie que no es ninguna novedad, puesto que inició su andadura en 2015 en Netflix, y lleva ya tres temporadas. Se trata de Fauda ("caos", parece que significa), una producción israelí, creada por Lior Raz, actor escritor y con pasado militar en un comando antiterrorista  Avi Issacharoff, periodista y corresposansal en esa zona. Los capítulos son de 40 mi., con lo que se siguen con soltura, además de que el ritmo de la historia es frenético, lo que hace que se mantenga el interés, aparte de otros factores de los que luego voy a hablar. En algún momento me ha traído a la cabeza Homeland, que tanto me impresionó. La estoy viendo con unos subtítulos legibles, lo que permite disfrutar de los dos idiomas que se usan en la historia, entre gente que lleva años en un contacto distanciado, valga la paradoja.


Con 18 años, recién salido de casa y sin mayor formación que la académica, en el Colegio Mayor de Valencia, conocí a un estudiante palestino que se formaba en medicina, de modales exquisitos. Por primera vez oí hablar de un territorio considerado propio desde hacía más de dos mil años y del que habían sido expulsados por los acuerdos entre la potencia colonizadora, Gran Bretaña, y el gobierno incipiente de Israel, al que se le asignaba lo que ellos consideraban la "prometida" tierra bíblica, en compensación por el holocausto sufrido. Para mí aquello supuso un cambio radical de perspectiva, que hasta entonces había estado condicionada por el cine de Hollywood y su película Éxodo. Desde aquel 1948 se han sucedido guerras entre ambas partes en las que Israel ha ido ampliando la zona ocupada y colonizada, apoyada siempre por los USA, y los palestinos se han visto expulsados a Jordania o han quedado atrapados en el mayor campo de concentración del mundo, la franja costera de Gaza apoyados, aunque nunca suficientemente, por sus vecinos árabes. A los bombardeos indiscriminados contra objetivos civiles por parte de Israel, los palestinos han respondido con ataques de carácter terrorista, muchas veces de tipo suicida, donde también han muerto inocentes. 


Valga toda esta personal introducción para contextualizar la historia que la serie nos presenta. Siendo una producción israelita, me temía una visión de la realidad desde una óptica de panfleto partidario, sin embargo da la impresión de que la crítica recae en los dos bandos por igual. Doron (Lior Raz) retirado a su granja para cultivar vino junto a su mujer y sus hijos, se ve llevado a volver a participar en una unidad de elite del ejército israelí, que pretende atrapar a un terrorista de Hamás que daban por muerto, pero que sigue moviendo los hilos de la resistencia y la venganza, Abu Ahmed, el Pantera (Hisham Suliman). Los enfrentamientos se suceden, confundiéndose los objetivos políticos con las venganzas personales. De hecho ambos son personajes que se podrían mirar mutuamente en un espejo y reconocerse. Todo se mueve por el principio de la acción / reacción. Los imponentes medios tecnológicos con los que cuenta el ejército, contrastan con lo artesanal pero no menos mortífero de los palestinos. El dron que sobrevuela cada localización hace que muchas veces los personajes parezcan insectos que se mueven entre las callejuelas de las poblaciones palestinas en persecuciones imposibles, y que se ven desde el otro lado del muro que los judíos han construido. Todos salen perjudicados, salpicados por una violencia que tiene que ser siempre superior al golpe recibido. Todos son blanco del terror y todo acaba convertido en el caos del título. Para los israelíes sus barbaridades parecen siempre justificadas por la necesidad de liberar del peligro terrorista a su comunidad, mientras que para los palestinos a su vez todo responde a la lucha por liberarse de la opresión y castigar con la misma moneda a sus oponentes. Los actos de unos y otros resultan terribles, bodas destrozadas, explosiones en un pub, interrogatorios brutales, chalecos bomba que destruyen a quienes los llevan... y al tiempo todo se entrevera con historias de afectos con toques melodramáticos.
 

Para que todo ello resulte creíble, la serie cuenta con unos actores excelentes y con una producción que ajusta desde detalles mínimos de vestuario o de costumbres específicas, como el lavado purificador, a los cambios de idioma del hebreo al árabe según convenga. La religión está presente en ambos lados, como una de las motivaciones que los llevan a actuar, aunque otros puedan ser los intereses de sus actos. Los enfrentamientos se producen entre las dos facciones palestinas, como también suceden entre los propios mandos israelíes. En definitiva, un thriller  político que nos recuerda el horrible conflicto que se vive allí y en el que no hay héroes porque todos pueden convertirse en asesinos deshumanizados. 

José Manuel Mora. 
 
 





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