Tigre blanco, de Ramin Bahrani

 India "gallinero"

Entre las carátulas que ofrece la plataforma, no era ésta de las más atractivas. Ni me había detenido a leer la sinopsis. Tener amigos cinéfilos, aunque sea lejos, en la Cistérniga (provincia de Valladolid, para los de fuera), puede ayudarle a uno a orientarse en la maraña de títulos en oferta. José Luis tiene cerrado el bar a causa de la maldita e inacabable pandemia, así que me ha adelantado y me la sugiere prudentemente como "interesante". Se trata de Tigre blanco (The White Tiger), estrenada en Netflix este mes de enero pasado. Escrita y dirigida por  Ramin Bahrani, estadounidense de origen iraní, del que no conocía nada anterior (Un café en cualquier esquina, 2005), decidir verla suponía volver a embarcarme en cinematografías diferentes de las habituales, en este caso cine de la India de algo más de dos horas de duración. Y ya que hace tiempo que no he vuelto a las salas por precaución, puedo colocar así otra entrada en la etiqueta de "la película de la semana". Parte de una novela homónima, escrita por el periodista indio Aravind Adiga, convertida pronto en superventas y ganadora del Premio Booker, y que está publicada en España por Roca Editorial.

He estado en la India un par de veces, una en el norte, hace cuarenta años, y otra en el sur, hace diez. Las diferencias que pude observar se debían no sólo al tiempo transcurrido, sino a lo distintos que son geográficamente ambos territorios y a los gobiernos que los han gestionado, progresistas en el segundo caso, donde la miseria era menos aterradora. El país que la peli nos muestra mantiene los contrastes brutales entre la miseria de las zonas rurales y las inmensas y caóticas ciudades, en las que los todoterrenos y la tecnología informática están al alcance de unos pocos privilegiados. El protagonista, que destacó en la escuela por su facilidad para la lectura, un "tigre blanco", se marcha de su pueblo a la ciudad en busca de oportunidades y con la encomienda de mandar todo el dinero que gane para sostener a toda su familia, gobernada por una abuela matriarca tiránica. Consigue colocarse con una familia poderosa, terratenientes de su zona de origen, como chófer del hijo y su mujer, recién llegados de los U.S.A. Su mentalidad lo tiene adscrito a la clase de los sirvientes, lo que le hace someterse ante la ferocidad de sus patronos de más edad y lo mantiene en  medio de una duda lacerante: “¿Odiamos a nuestros amos detrás de una fachada de amor, o los amamos detrás de una fachada de odio?”. Sin embargo, por encima de las religiones, de las castas, que condicionan las vidas de los habitantes de ese inmenso continente marcando su destino desde la cuna, Balram (Adarsh Gourav) descubre pronto que en su país "En los viejos tiempos, cuando la India era la nación más rica de la Tierra (antes de los 200 años de dominio británico), había mil castas, en estos días solo hay dos", los que tienen enorme barriga y los que están delgadísimos. Y como uno de nuestros pícaros, decide intentar ocupar un lugar al sol. Un incidente nocturno hará que todo cambie y que la situación se le vuelva custa arriba.

La cinta está lejos de las que retratan la India exótica, o de la visión que los propios hindúes trasmiten desde Bollywood. Ha sido rodada entre Delhi y Bangalore (el Silicon Valley de aquellas tierras) por un elenco constituido al completo por actores indios. Y el paisaje humano tiene también otro componente metafórico, el de un gallinero del que sólo se sale para ser degollado y donde sólo sobreviven los más fuertes. Ello unido a la corrupción de los que mandan por quienes poseen los medios para corromper, acaban conformando el background de lo que sucede. El protagonista fue seleccionado entre gente que no proviniera de una gran ciudad y que no fuera conocido, aunque había liderado una banda de heavy metal consigue una autenticidad que traspasa la pantalla. Probablemente  su formación durante años en la mejor escuela de interpretación del país, a la que solo pudo acceder gracias a una beca, ayaudó bastante. Rajkummar Rao, su joven jefe, sí provenía del mundo bollyvudiense y junto con la actriz Priyanka Chopra Jones, conocida en Hollywood por la serie Quantico (2015) y aquí además coproductora, conforman los tres personajes principales. 

Ella se reserva los intentos de rebelión contra la cosificación de la mujer, a la que no se le permite hablar ni participar si son los varones los que llevan el asunto. Algunos la han comparado con Slumdog Millionaire, pero yo creo que ésta tiene mucha más mala baba. La manera de filmar y las localizaciones son de una autenticidad que reconozco en lo que viví y el sarcasmo y el humor la hacen corrosiva. La afirmación del protagonista, que habla por boca de su director es demoledora: "Para los pobres, solo hay dos formas de llegar a la cima: el crimen o la política". Y la corrupción, añadiría yo de nuevo. En definitiva además, y esto creo que es desde la perspectiva occidental, la conclusión es poco complaciente para nosotros. "La gente blanca está saliendo", dice Balram. "Se acabarán en el transcurso de nuestra vida; es el siglo del hombre marrón y amarillo; Dios salve al resto". China y la India en el próximo futuro como dominadores de la economía mundial.

José Manuel Mora.


 




 

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