Zona fronteriza (Grenseland), de Bård Fjulsrud,

 Nordic noir, que le dicen

Ya he dicho en ocasiones anteriores que los países nórdicos ejercen sobre mí un atractivo especial, desde que viajé allá por primera vez en un intercambio profesoral con mi compañera, y desde entonces amiga, Birgit Jensen, en el lejano año 93. La fascinación fue tan absoluta que al año siguiente decidimos visitar Suecia y los fiordos noruegos en plan turistas libérrimos. Aquel intercambio dio sus frutos y en el 97 me llevé a 20 estudiantes del "Virgen del Remedio" a Copenhague. En el 99 le tocó el turno a Islandia y ya en el siglo actual hemos vuelto a Dinamarca y Suecia en varias ocasiones. Digamos que voy conociendo el territorio y a algunas de sus gentes en Upsala (Yvonne, Ulla), Gotemburgo (los Zapata)... Para redondear la cuestión, se pusieron de moda las producciones seriadas de aquellos países. Borgen me llevó de nuevo a territorios conocidos de la capital danesa. Bron // Broen (1915) se situaba en el puente que cruza el estrecho de Øresund sobre el Báltico,  y  Atrapados (1917) me devolvió a Islandia, mientras veía Los asesinatos del Walhalla (2020). Así que  esta serie, Zona fronteriza (Grenseland), situada entre Suecia y Noruega reunía bastantes alicientes para animarnos a verla. La plataforma que la alberga desde 2018 es Netflix y son apenas ocho capítulos. Como se ve, no es ninguna novedad.

No conozco a su director, Bård Fjulsrud, ni a su guionista, Megan Gallagher, pero inicialmente situar la historia entre los dos países de la península escandinava, en medio de una naturaleza inextricable de coníferas gigantes, casi un personaje más, fotografiada a menudo a base de vistas desde drones, es un acierto, ya que el ambiente de aislamiento supone una localización perfecta. El thriller se plantea desde una doble perspectiva: la detención de un policía corrupto, dada su implicación en un asesinato, por parte de sus propios compañeros, y el hecho de que el inspector que la ha llevado a cabo, Nikolai Andreassen (Tobias Santelmann, sí el Ragnar de los vikingos), al llegar a su pueblo de permiso, se encuentra con un supuesto suicidio que no es tal, en el que se ve envuelto su hermano pequeño, Lars, también policía (Benjamin Helstad). Y una vez más se repite el esquema de que quien ha de encargarse de la investigación, llegada desde Oslo, es una mujer, Anniken (Ellen Dorrit Petersen), inteligente, minuciosa, intuitiva, exquisita en el cumplimiento de las normas legales y también implacable.

El conflicto íntimo y el profesional aparecerán cuando Nikolai, el íntegro oficial, se vea en el compromiso de encubrir a su hermano y fabricar pruebas falsas. ¿Dónde acaba la responsabilidad y comienza el sentimiento de culpabilidad? Todo se oscurecerá más cuando el tráfico de drogas tenga su parte en la trama con sus sicarios inmisericordes. Así cada capítulo irá derivando la historia por caminos inesperados, con pequeños saltos atrás en el tiempo para contextualizar los sucesos. Los personajes están muy bien dibujados, así como los diálogos bien escritos, lo que ayuda a la credibilidad, aunque el final abierto, se podría pensar que incluso sin acabar, lo coloca a uno en una situación de desconcierto. Y no deja de resultar inquietante que, en una sociedad aparentemente tan pulcra, la negrura de determinadas actuaciones pueda darse con tanta facilidad. No sabe uno si la oscuridad y el frío conforman una manera determinada de estar en el mundo.

Los secretos de familia se dan, pues, en un pueblecito junto a una frontera que no tiene ni siquiera barrera separadora y que se atraviesa sin ningún control y en el que una familia monoparental (de un solo padre varón) con dos críos auténticos es vista con la misma naturalidad que el hecho de que uno de los oficiales viva una plena y feliz relación gay. Y sin embargo, por debajo de ese lugar donde todo el mundo se conoce, donde nunca parece que pueda suceder nada, hay turbiones de intereses, construcciones, drogas, que pueden llegar a trastocar valores. Las interpretaciones están todas a un nivel más que alto y permiten interesarse por lo que va a suceder, aunque a mí el final me haya dejado un poco despaisajado.

 
José Manuel Mora.
 


Comentarios