El método Kominsky (2018-2021), Chuck Lorre

 Complicidad

Hace ya más de un año, en pleno confinamiento, que disfruté a modo de una serie que, me guste o no, empieza a hablar de mi realidad, la famosa "tercera edad". Por fin vacunado, lo veo ahora y de nuevo con algo más de distancia, ya que me siento protegido y vuelvo a mis caminatas mañaneras, hoy 16 kms, junto al mar, con baño incluido. Ello no me impide ser consciente, como dice el gracioso de mi hermano, de que "estamos en lo mejor de lo peor". Y eso es lo que le sucede a los personajes de la tercera y última temporada de El método Kominsky, comedia humanísima de Chuck Lorre, rey de la sitcom estadounidense (Dos hombres y medio y The Big Bang Theory que no he visto), y quien ya dirigió las dos temporadas anteriores, y que se tenía que enfrentar al cierre de la historia haciéndolo por todo lo alto. A mi entender, lo ha conseguido, ya lo adelanto. Dejo aquí el comentario de las dos primeras para alguien que no esté avisado: El método Kominsky, 1ª y 2ª temporadas.

Todo está en Netflix y se puede ver casi de una sentada, dada la brevedad y la agilidad de los seis episodios que la conforman. Quien ha desaparecido del reparto, porque la vida resulta a veces así de jodida, es Alan Arkin, quien desde el tráiler sabemos que ha fallecido, pero viene a darle la réplica al inmenso Mikel Douglas la que fue su pareja en pelis de acción divertidísimas y mito erótico de la época: Tras el corazón verde (1984), La joya del Nilo (1985), La guerra de los Rose (1988), una Kathleen Turner que, a pesar de su artritis reumatoide, tiene las agallas de ponerse delante de la cámara con toda su humanidad, con su voz rota, con unas réplicas inteligentísimas que le han escrito los guionistas, uno de ellos el propio director, y que borda con su mirada picarona, llena de complicidad frente a quien durante años fue su marido, aunque no fuera buen marido, y con el que ahora es capaz de tejer una complicidad eléctrica que tal vez sólo un conocimiento asentado y los años de trabajo en común permiten a dos actores.

La herencia del muerto pasa a manos de su amigo y cómplice, quien se encargará de manejar el fideicomiso millonario que lega a su hija, una recuperada de sus adicciones Lisa Edelstein, ahora más contenida, y al gilipollas de su nieto (para los mitómanos, se trata del niño de El sexto sentido, pero ya barbado, miembro de la Cienciología, Joel Osment). Un buen pellizco va a parar también a manos de Mindy, (Sarah Baker), que prepara su boda, acontecimiento al que llega su madre, la Turner, para ayudar a prepararlo. El cameo de Morgan Freeman en uno de los capítulos, como profesor invitado a la academia de Sandy, es de nota por toda la ironía que encierra.  Pero lo que a mí más me ha interesado ha sido la relación de estos seres crespusculares, lejos de la nostalgia edulcorada, capaces de hacer frente a su decadencia física todavía con un optimismo razonable, y a quienes la vida aún les ofrece alguna posibilidad. Y sobre todo la opción de irse reconciliando con uno mismo al conseguir cierta paz mental, a la vez que se intenta vivir en la plenitud del presente de indicativo, ya que todo puede torcerse en cualquier momento. Humor y drama se van alternando de modo equilibrado.
 
Y así, la decisión de Arkin de dejar la serie, en vez de hundir el proyecto, ha exigido de sus creadores dar un giro a la historia, del que parecen haber salido bien parados. Probablemente mi estado anímico ha mejorado con la vacuna y con la posibilidad de ir retomando rutinas. Me falta cantar. Ya hay proyecto a la vista. Y como a los personajes de la serie, voy a intentar seguir empujando el carro con buen ánimo y disfrutando junto a la persona que quiero, de todo lo que todavía la vida pueda ofrecernos. 
 
José Manuel Mora.

 



Comentarios

Unknown ha dicho que…
Genial como siempre!
Rafa Torregrosa ha dicho que…
Magnífico comentario José Manuel.
La serie me ha parecido genial y te recomiendo que veas Dos hombres y medio y The Big Bang theory. Son otra cosa pero divertidas y amenas.
Rafa