La mujer del espía, de Kiyoshi Kurosawa

 Cosmopolita

El cine japonés siempre ha ejercido en mí una suerte de fascinación, alimentada por los cinefórums salmantinos y por los ciclos de la 2 en los que he podido volver a disfrutar con los clásicos en B/N de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Una referencia leída con rapidez y la seguridad de un cine vacío en estos calores nuevamente pandémicos han hecho que nos animemos a ir a ver La mujer del espía, dirigida por Kiyoshi Kurosawa (Kobe, 1955), quien no tiene nada que ver con el apellido del director de cine clásico nipón, y del que no conocía nada anterior tal vez porque, como saben quienes brujulean por estas páginas, no soy fan del cine de terror, algo que me cuenta la Wiki. Fue una de las galardonadas con el Premio a la Mejor Dirección en la pasada edición del Festival de Venecia. Ha coescrito el guión junto con Ryûsuke Hamaguchi y Tadashi Nohara. Se sale aquí al parecer de esa línea temática y se va a un drama de aire clásico, ambientado en el Japón de los años 40, cuando  el Imperio se acaba de aliar con Alemania e Italia en el tristemente famoso "Eje". El fascismo disfrazado de nacionalismo empieza a apuntar también por oriente.


Un comerciante local de Kobe (Issey Takahashi), aficionado a rodar películas caseras en las que también se incluye su mujer (Yu Aoi) como protagonista, decide viajar a Manchuria con su sobrino. Allí es testigo casual de los horrores que el ejército japonés está cometiendo con la población de esa parte de China, ocupada entonces por las tropas imperiales. Se trata de experimentos que tienen que ver con una epidemia de peste provocada en los que se sirven de seres humanos. No destrozo nada, son datos históricos. Vuelve con el propósito de denunciar esos hechos ante la comunidad internacional, al poner por encima de su patriotismo su cosmopolitismo. Su mujer cree que eso lo convierte en enemigo público y espía, y eso la hace dudar de él y de sus intenciones. El amor vencerá todas su sospechas, lo que se traducirá en compromiso y lealtad, pero la represión policial los pondrá a ambos en verdadero peligro (la truculenta escena de tortura es horrible).

Una de las cosas que me han fascinado desde su arranque ha sido el diseño de producción, la ambientación, el atrezo y el vestuario, todo servido por una fotografía delicada de un tal Tatsunosuke Sasaki, de tonalidades apagadas que le dan un aire antiguo. Y lo que empieza de forma morosa se va convirtiendo en un thriller de espionaje con cierto aire de cine negro, lleno de romanticismo, violencia y crítica política. Al final, el juego del cine amateur dentro del cine, acaba por proporcionar la sorpresa, al contraponerse con el cine documento, que puede servir de denuncia, de resistencia y de verdad.


 

La peli está filmada con extraordinaria elegancia y algunos críticos han acusado a la pareja de actores, de excesivamente fría y poco empática. Yo no sé si ello se debe a esa manera que tiene la sociedad japonesa de contener la expresión de sentimientos, escondidos tras tanta reverencia.  Ella es el eje de la narración, tal y como lo expresa: “Si eres un espía, seré la mujer de un espía". Y en torno a ella hay un constante juego de ocultación que hace que sea difícil creer incluso en lo que se tiene delante de los ojos. En definitiva, un ejercicio de memoria histórica envuelto en aires de cine de los años cuarenta, que reflexiona sobre la capacidad de levantar engaños para desvelar realidades.

 
José Manuel Mora.

 

 

 

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