22 de julio, de Sara Johnsen y Pål Sletaune

Información reflexiva versus espectáculo morboso

La serie es del año pasado. Sin embargo ha sido al celebrarse el décimo aniversario de los sucesos de Utøya, cuando me he animado a verla, a pesar de que me temía la plasmación de un horror inasumible. El título hace referencia a la fecha en la que se produjo primero un atentado con bomba en la zona gubernamental de la capital y la subsiguiente matanza en la isla cercana a Oslo, que dejaron 77 cadáveres en total, víctimas del odio supremacista de un individuo cruel y narcisista, frío y violento. 22 de julio es el título de la miniserie de seis capítulos, colgada en Filmin en enero de 2021 y creada por Sara Johnsen y Pål Sletaune. El segundo ejerce además como coguionista y director junto a Gjyljeta Berisha.

Lo fácil, si se quería lograr espectadores ávidos de imágenes impactantes, hubiera sido echar pie a tierra y seguir al asesino y a sus víctimas. Esta opción ha sido la elegida por la película del mismo título, 22 de julio, de Erik Poppe (2018), quien adopta la perspectiva de una de las víctimas filmada con cámara subjetiva. Pero en el caso de la miniserie que comento el punto de vista es múltiple: periodistas, trabajadores de hospital, policía, algunos de los que lograron escapar del tiroteo a nado, familiares de los asesinados y una profesora que atiende a un niño traumatizado, dos inmigrantes etíopes, uno de los cuales forma parte del equipo de limpieza de quirófanos, en suma, un retrato coral... Esta mirada caleidoscópica me parece mucho más rica, al multiplicar la perspectiva. Se parte de la conciencia de un país, seguro de ser uno de los más adelantados del mundo en derechos y servicios, al que nunca se le pasó por la cabeza que algo así pudiera ocurrir. Sin embargo no todo es tan idílico: la reestructuración, por culpa de la crisis, del servicio de urgencias del hospital que se tendrá que hacer cargo de las víctimas, las deficiencias investigadoras de la policía, los límites a la libertad de expresión de los periodistas que investigan... Todo ello conforma una sociedad compleja, que ha incluido un 8% de población inmigrante sin demasiado conflicto, aunque no todo el mundo está de acuerdo con esta llegada y las opiniones en las redes en su contra se van multiplicando. Hay blogueros, como el que aparece al inicio, ultraderechista radical, que están convencidos de estar siendo conquistados por turbas islámicas que acabarán con el alma noruega, por lo que hay que defenderse y todos los medios son válidos. De hecho uno de sus seguidores, Anders Bervik, un niño bien de la capital, empresario fundamentalista cristiano planificó minuciosamente el atentado con bomba y luego se dirigió a la isla, donde se celebraba un campamento de las juventudes laboristas, aquí socialistas, y empezó a disparar sin misericordia contra adolescentes. Para él, el partido era uno de los responsables de la decadencia noruega.














 

Hay dos maneras de situarse con la distancia suficiente para no caer en el espectáculo, las imágenes grabadas en B/N por una cámara callejera que muestran la explosión inicial, y los disparos del asesino allá a lo lejos, en la isla. Las consecuencias son tan aterradoras que no pueden sino conmover. Sobre todo cuando llega el momento del juicio y se discute sobre la posible insania del asesino quien, cada vez que comparece ante el tribunal realiza el saludo nazi. También aquí el objetivo lo filma de espaldas, como para evitar darle el protagonismo que busca y no merece, y se centra en la gente que asiste conmocionada. Así pues, la plácida sociedad noruega tuvo que hacer frente al lado oscuro, lo que suponía aceptar que violencia y terrorismo no siempre son importados y que en este caso se fraguaron en el interior de una sociedad que va en cabeza en tantas cosas y en la que, a pesar de ello, se produjeron fallos inexplicables en la detección, seguimiento y atención a los heridos. Aquella fecha supuso el despertar del letargo en el que se vivía. Los crímenes supusieron un antes y un después para aquella sociedad. Y como los  actores me son completamente desconocidos, tienen mayor fuerza a la hora de retratar con sensibilidad conmovedora la gestión del duelo de un niño cuya hermana falleció en el tiroteo. No se cae en el sensacionalismo, con lo que los seis capítulo tienen un mayor poder de toma de conciencia.

José Manuel Mora.



Comentarios

Unknown ha dicho que…
Seguramente no lo recordarás, pero una conversación contigo sobre este blog en tu último año en el cole y, según creo, primero de https://mbadalicante.blogspot.com hizo que me picara el gusanillo de abrir mi propio cuaderno de bitácora. Trece años y varios blogs después, nos volvemos a encontrar. Un abrazo, compañero.
Nacho Sendón ha dicho que…
Por cierto, el Unknown de antes soy yo, o sea, Nacho Sendón