Charlatán, de Agnieszka Holland

 ¿Curanderismo?

La breve sinopsis incluida en la crítica que leí en el periódico fue suficiente para que me decidiera entre los estrenos del viernes pasado en los Cines Aana de Alicante, que es adonde suelo ir. Se trata de Charlatán (2021), la última peli dirigida por Agnieszka Holland, la veterana directora polaca, de quien vi la impactante Europa Europa (1990) y más recientemente la apasionante cinta, especial para fanes de la música, Copiyng Beethoven (2006). Ha sido seleccionada para los premios de Cine Europeo a la mejor dirección. No sabía que había dirigido últimamente capítulos de series afamadas que no he visto, como House of cards, por ejemplo. El guión es de un tal Marek Epstein. Lo cito porque me parece que está muy bien escrita. Al llegar a los créditos finales me entero de que está basada en un personaje real de la Checoslovaquia de la época turbulenta del nazismo y el comunismo subsiguiente.



Jan Mikolášek (1889-1973) era un hombre que, desde su juventud, se interesó por las plantas y sus propiedades medicinales. Pasó a estudiar y logró una titulación, aunque fue considerado un curandero, un "sanador". Nunca se dio a sí mismo el nombre de médico. Atendía a centenares de pacientes a diario, sin considerar su condición social o su adscripción política. Trató tanto a jerarcas nazis durante la ocupación, como a miembros de la jerarquía comunista de la Praga de postguerra. Su éxito por sus ajustados diagnósticos a partir de los análisis visuales de la textura y el color de la orina de las personas, no lo libró al final de acusación y juicio en 1958. La historia está contada en paralelo, en presente y con un pasado que explica lo que vemos. El retrato del personaje se va enriqueciendo con un estudio psicológico en profundidad, aunque no hay rastros de sensiblería o melodrama. Hay, sí, una sequedad expositiva, una sobriedad, que lo mantienen a una distancia que puede alejarlo del espectador. 
 
 
Uno de los grandes aciertos de la película es el hecho de que el personaje no sea de una pieza, antes bien, aparezca contradictorio, al mostrarse como orgulloso y oportunista, a la vez que capaz de ser de una generosidad extrema, todo ello mezclado con un emocional conflicto íntimo. No será eso lo que acabará llevándolo a prisión, de la que vemos escenas de su interior que la directora muestra con un desnudamiento formal que viene ayudado por una fotografía, que parece filmada en grises, de Martin Štrba, tan oscura como debió de ser la época en la que la Holland ha buceado con seriedad anteriormente. Dicha fotografía contrasta con la luminosidad de los flash back. Aún recuerdo en mi última visita a Praga el ambiente de los interiores de algunos lugares que mantenían un aire "comunista", visto también en la Alemania del Este. Por todo ello la cinta es una mezcla de cine histórico-político, maravillosamente ambientado gracias al vestuario y al atrezo, a la vez que una crónica sentimental contenidísima y un thriller  judicial en su parte final. 
 

El actor que encarna al protagonista, Ivan Trojan, es capaz de mostrarse casi como un iluminado y momentos después como alguien arrebatado por la pasión, brutal incluso. Josef Trojan, su hijo en la vida real, hace aquí el papel del joven Jan, igual de torturado. No hay en el filme una defensa de medicinas alternativas, aunque las hierbas curativas han estado presentes entre los humanos desde antiguo. No hay negacionismo científico, sino defensa de la libertad de actuación, que llega a la defensa de su relación con su ayudante Frantisek Palko (Juraj Loj) en momentos de prohibiciones, tabúes sociales y vigilancia del Gran Hermano. Es cierto que los personajes antagonistas, son más de cartón piedra, pero todo resulta de lo más creíble. Una buena ocasión de volver al antaño valorado "cine del Este" en una historia que queda abierta.
 
José Manuel Mora.
 

 

 

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