Todos hablan de Jamie, de Jonathan Butterell

 Contra viento y marea

En esta ocasión "La película de la semana", según rezan las etiquetas temáticas de este blog, la he visto en mi televisión y no en una sala. La plataforma Amazon Prime Video ofrecía un estreno que de alguna manera me resultaba familiar. Se trata de un musical que me parece recordar que vi en Madrid en un teatro, aunque ahora mi mente esté confusa respecto a cuándo y dónde, seguramente hacia 2017, en otra era anterior al covid. Así que, musical y estreno, tocaba dedicarle un rato a Todos hablan de Jamie (Everybody's Talking About Jamie en su título original) de Jonathan Butterell, director y coreógrafo de la versión teatral. La peli es británica y está "basada en hechos reales", un documental de 2011, Jamie: Drag Queen at 16, un documental de BBC Three. Durante los créditos finales se nos muestran imágenes de los personajes reales de la historia. 


Nacer en un pueblito de la Inglaterra profunda, Sheffield, lejos de la multicultural y  no sé si  tan tolerante Londres, debe de hacerse cuesta arriba si se tienen 16 años y se es queer, rarito, diríamos nosotros. Jamie no sólo es gay plenamente consciente, sino que está dispuesto a luchar por lograr su sueño, ser una drag queen  de éxito. Ello le comporta ser el hazmerreír de sus compañeros de clase, a los que se enfrenta con coraje e ironía, y además ser rechazado por su padre o por una estricta profesora. Lo apoyan a muerte su madre, una compañera de  origen musulmán, (Lauren Patel), y una vieja gloria del glamur, un Richard E. Grant (nominado al Oscar por ¿Podrás perdonarme algún día?), que se sale, roba planos y que sabe por propia experiencia lo que le espera al muchacho. Su valor y también la consciencia de la situación de éste (“Sí, soy gay ¿y?”, le dice al acosador de turno) lo llevan a amoldarse y a la vez a mantenerse en sus trece para salir airoso a su modo. 
 
 
Con estar todo ello contado de forma muy creíble, llama la atención la natural afectación de su protagonista, el debutante y carismático Max Harwood, y la veteranía de la madre, Sarah Lancashire, a quien ya admiré en Happy Valley. A ello se une una partitura en estado de gracia (con guión y letras de Tom MacRae y música y canciones vibrantes de Dan Gillespie Sells), tanto cuando las piezas se acompañan de coreografías métódicamente enloquecidas, divertidísimas, como si el número se reduce al maravilloso y conmovedor solo "It's My Boy" cantado por la madre quien, ante la afirmación de su hijo, que dice no ser normal, ella responde “¿Y qué es ser normal?”. Mi alumnado recordará esa frase. En ocasiones puede traer a la cabeza The Prom con su fiesta final, ya comentada aquí, sólo que al estar basada en un suceso real, no termina igual de bien, incluso Billy Elliot, un chico que quería bailar, al igual que éste quiere llevar un vestido en la fiesta de fin de curso.

 
Aunque algunos consideran que la cinta responde a clichés, puesto que el protagonista sabe "lo que quiere ser de mayor" y los personajes son estereotipados, ser capaz de quitarse etiquetas de encima y mostrarse de modo combativo y digno permite que se visualicen historias que cuando yo tenía la edad del protagonista no era posible ver en la pantalla porque eran realidades que no existían porque no se nombraban. Y es muy oxigenante que ahora eso se pueda contemplar sin que se rasgue el velo del templo, como un canto a la tolerancia y a la diferencia y que contagia entusiasmo celebratorio, gracias a unos números musicales extraordinarios. Suficientes razones para echar un rato con la peli.
 
José Manuel Mora.
 

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