Doña Rosita, anotada; de Pablo Remón

Doña Rosita y el tiempo

Vuelta al Teatro Arniches, la bombonera alicantina, repleta de nuevo, como en los viejos tiempos. El público de la ciudad no suele dar para más de una representación por espectáculo, lo que es una lástima cuando la obra merece la pena, como es el caso. Sirvan pues estas líneas para recordarme que lo presencié, que la magia se volvió a producir y para advertir a quienes en su ciudad tengan oportunidad de verla que no la deben dejar pasar. Doña Rosita, anotada, espectáculo escrito y dirigido por Pablo Remón, a partir, como es evidente desde el título, de la obra de Federico. Hace falta valor, se podría pensar, tras tantas versiones. Y sin embargo... Acabamos puestos en pie en un aplauso continuado y vibrante.

Remón (Madrid, 1977), era un nombre que me sonaba. La wiki me chiva que ha ganado el Premio Nacional de Literatura Dramática 2021, lo cual ya es un punto. También me entero de que compartió un Goya por el Mejor Guión Adaptado con Intemperie, que tanto me gustó. De sus trabajos teatrales creo que éste es el primero que llega a Alicante. De hecho este título se estrenó en los Teatros del Canal de Madrid en 2019. Seguro que leí entonces la reseña, aunque haya ido virgen a ver la función. Debería dejar de leer los sueltos de crítica cinematográfica o teatral. Los olvido al minuto. Escenario con tres planchas verticales, grises, tras las que los tres actores, dos mujeres y un varón, se esconden y vuelven a salir mientras suena una música que pone en situación y la gente se va acomodando. Esas planchas, al desplomarse sobre el suelo, dejarán al descubierto los elementos de atrezo y escenografía necesarios para las escenas subsiguientes, todo como por arte de magia, sorprendente, cortesía de Mónica Boromello.

Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores se estrenó en 1935. ¿Qué tiene que decirnos hoy día, se pregunta el supuesto adaptador/anotador desde el escenario desde una indecisión comiquísima inicial? Y contesta pronto: el drama lorquiano sigue siendo actual, puesto que de lo que trata es de algo que nos afecta a todos, el paso del tiempo, un tiempo suspendido en el que parece que nada sucede, y eso es precisamente lo que ocurre, como decía Ángel González en su conmovedor poema, "tan sólo es lo que pasa". Se nos advierte que los tres actores encarnarán a todos los personajes, incluso cambiarán de papel cuando sea necesario, pero lo vamos a entender. Hay una apuesta por el juego irónico desde el principio que nos hace sonreír. Aunque se nos dice que es una versión "anotada" pronto nos damos cuenta de que no es cierto. Remón ha escrito su propia versión con aportes propios de gran calado, aunque haya fragmentos importantes del texto original. Y junto al paso del tiempo, el dramaturgo incorpora sus propios recuerdos trastocados, sus tías ya muertas, que son capaces de llamarlo por teléfono para pedirle que haga la obra porque “nosotras fuimos Rositas", muy chejovianas ellas. Trata de tú a tú, con cierta fresca irreverencia, el texto lorquiano. Y no chirría. Hay mucho de metateatro en los apartes complices con el público, en sus explicaciones descacharrantes sobre las notas al pie del texto que tiene entre manos. Por supuesto está el monólogo del tercer acto, aquí al principio, interpretado por Fernanda Orazi con su acento argentino original y que no desmerece con la canónica interpretación de la Espert hace ya tanto tiempo. 


Y a la vez, sin desdoro, el texto de Remón, resulta igualmente conmovedor al acabar ubicando la acción en 1988, en la juventud del escritor, con una escena de despedida en un banco del bosque de un lirismo emocionante. Francesco Carril ha sido capaz de pasar de ser el anotador, a la tía de Rosita, o al hijo travestido de una vecina, hasta llegar a ser el novio que se va a América, todo con una verdad actoral sin subrayados, sobria, muy natural. Por no hablar de la tercera en discordia, Manuela Paso, la criada que ahora es asistenta rumana con acento y todo, que se convertirá en la madre del anotador en un final memorable. Los tres derrochan vis cómica y capacidad para el drama, mostrando su versatilidad. Al acabar sentimos que Remón ha hecho suyo el espíritu de la soltera, trasladándolo a sus propias filias y fobias, a sus recuerdos, al intento de resucitar ciertos muertos de su vida. Ya digo, si pasa por vuestra ciudad, no hay que perdérsela.

José Manuel Mora.





 


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