Cómo meterse en un jardín (Landscapers), de Ed Sinclair y Will Sharpe

 ¿Frágiles?
En este espeso jardín de plataformas y series, donde cada vez resulta más difícil orientarse, abrumados como estamos por tanta abundancia no siempre de calidad, ver publicitarse una de apenas cuatro capítulos parece algo extraordinario por fuera de lo común. Que se trate de una coproducción británica aporta un marchamo de prestigio al que la isla nos tiene acostumbrados; ver hace poco Endeavour (2012-2020) nos lo confirmó una vez más, al igual que Todas las criaturas grandes y pequeñas (2020), de la que no di aquí cuenta, a pesar de lo bien que nos lo pasamos viéndola, en la línea de Los Durrell. No me da tiempo a todo, sorry. HBO, que la coprodujo junto a Sky, colgó en su plataforma en diciembre Cómo meterse en un jardín (Landscapers), creación de Ed Sinclair y Will Sharpe, responsables ambos también del guión, y que nos ha parecido excepcional. Y mira que a mí las historias "basadas en hechos reales" suelen hacer que me muestre desconfiado. Veamos.
 

Ed Sinclair, más conocido como "el marido de Olivia Colman", ha ejercido de actor y éste es su pimer trabajo como guionista. Tampoco de  Will Sharpe tenía la menor noticia. Han sido capaces de levantar un trabajo del que desde el principio se conoce el desenlace. El matrimonio formado por Susan y Christopher Edwards fue condenado en 2014 a 25 años de prisión por el asesinato de los padres de ella dieciséis años antes. Tras el asesinato los enterraron en el jardín de la casa, de ahí el título que han elegido para la serie. Y esto se sabe desde el minuto uno. ¿Cómo se consigue mantener el interés? ¿Dónde está el secreto, pues, de esta historia? En la estética de la narración y en la forma de estar contada, que se salta los cánones habituales de los argumentos de crímenes y policías. Porque al final el espectador deberá decidir si cree a los acusados o a las conclusiones que se obtienen de unos interrogatorios sin concesiones, en los que luego basará la fiscal sus alegaciones. Ambos viven en un mundo de fantasía, ella es una fetichista de los viejos carteles de cine, que sustentan su mitomanía, y son admiradores de Gérard Depardieu. Y ambos son conscientes de que se tienen el uno al otro como punto de apoyo y ámbito donde sentirse protegidos en una lealtad sin fisuras. Por eso su encierro en celdas separadas es tan destructor y doloroso. Ambos son de una fragilidad extrema, cada uno por razones diversas. La pareja de policías lo percibe y entra a saco, aunque también la detective tenga un "tocao".
 

Hablaba antes de métodos de contar, como el hecho de romper la cuarta pared y hacer que los interrogadores aparezcan en el ambiente del que se está hablando, como testigos mudos, todo con un juego de luces y colores sorprendente. En otras ocasiones el pasado se rememora en blanco y negro o bien oscureciendo zonas para resaltar aquello que se recuerda. Por momentos todo  resulta muy teatral.
El último episodio combina el juicio con una reinterpretación del caso en forma de western, conseguidísimo y acorde con la mitomanía del matrimonio. También los créditos finales de cada capítulo se salen de lo establecido.

 
 
Olivia Colman, especialista en reinas como La favorita de G. Lanthimos, o la inmensa Isabel II en The Crown, a sus 47 años, tiene el valor de aparecer envejecida, desvalida, sin adorno alguno, a cara descubierta en primeros planos brutales y efectivos. Capaz de ingenuidad, de ternura, de violencia herida en sus recuerdos, de amor incondicional. Su compañero de fatigas es David Thewlis. No lo recuerdo en Fargo, a pesar de su físico tan peculiar, capaz de transformarse cuando se viste de vaquero. Amoroso, protector, aparentemente seguro de sí mismo y necesitado también de afecto y atención. Kate O’Flynn, la interrogadora implacable, con su mirada penetrante, resulta efectiva y convincente.
 
 
Una última cosa. A pesar del manido y cierto tópico de la buena cantera de dobladores profesionales, hay que intentar verla en V.O.S. Las voces de los actores originales son aquí imprescindibles. Un caso irresuelto, lleno de dramas íntimos.
 
José ManuelMora.
 


 


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