Delicioso, de Éric Besnard

 ¡Tan francesa...!

¿Cómo es posible que simplemente el abigarrado cartel anunciador de una peli pueda predisponernos a no verla? Me pareció que había en él mucho de falsamente pictórico. Ha tenido que ser el cinéfilo de mi hermano quien, desde Madrid, me recomiende imperiosamente el ir a verla. Delicioso (Délicieux) es el título de la cinta dirigida y coescrita por Éric Besnard, señor del que no había oído hablar antes de ahora. La Wiki dice poco de él, tan sólo que es director y guionista francés. No creo haber visto ninguno de sus títulos. En esta coproducción franco-belga me es desconocido también casi todo su elenco. Seguramente ello será un plus en la credibilidad a la hora de encarnar a los personajes, al no tenerlos encasillados previamente. Se presenta como drama "culinario" de época, lo que me trae a la mente la impagable y ya antigua El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987), que tanto disfrutamos. Y como además soy cocinillas...


Francia, 1789. Todavía hay pelucas empolvadas y criados de librea. El cocinero de un noble es su auténtico siervo al que se puede humillar y la creatividad le está prohibida. Cuando lo echen del castillo deberá reinventarse y lo hará gracias a su hijo y a una mujer de pasado misterioso, que lo animan a convertir un viejo caserón en medio del campo provenzal, antigua casa de postas, en algo cercano a lo que ahora entendemos como casa de comidas, abierto a toda clase de gente, donde se comen tres platos bien cocinados, todo ello en medio de la hambruna que asolaba los campos de entonces. La anécdota es nimia. Lo que resulta un placer es ver el mimo con el que el director ha trabajado junto al director de fotografía, Jean-Marie Dreujou, componiendo auténticos bodegones barrocos y en su momento escenas de bucolismo rococó, justo en la estética previa a la Revolución, tan del gusto de María Antonieta con su Hameau. El paso de las estaciones a través del paisaje es un auténtico gozo. La iluminación de interiores, el atrezzo, el vestuario, responden a la perfección a lo que uno recuerda haber visto en cualquier pinacoteca. La música de Christophe Julien, bellísima, se hace tal vez demasiado presente por momentos. 

 
Los personajes son una auténtica delicia por lo bien dibujados que están. Grégory Gadebois (El oficial y el espía) es un cocinero inteligente, sensible y creativo. Isabelle Carré le da la perfecta réplica desde el misterio que la rodea Y su deseo de aprender a cocinar. Y, sin ser empalagosos, son el contrapunto perfecto de los miembros de la nobleza, auténtica panda de haraganes que parecen estar pidiendo que les corten la cabeza. En definitiva, una película amable y muy agradable de ver. 

José Manuel Mora. 






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