La piel de zapa, de Honorato de Balzac

 De otro tiempo

Como la anterior reseña, este libro llegó a mí abandonado en una repisa de la calle, entre otros títulos. Como se verá en la nota bibliográfica, el volumen tenía su pedigrí ya que, además de algo desarticulado en su lomo, dado lo barato de la edición, los cuadernillos iban simplemente pegados, las hojas mostraban un tono atabacado, característica indudable del paso del tiempo por la piel de un libro. El que comenzara su lectura se debió a la curiosidad por un título que me sonaba de entre los del autor, no sé bien por qué, tal vez por desconocer el significado de la palabra que lo encabeza. Y así empecé con BALZAC, HONORATO. La piel de zapa. Barcelona: Editorial Bruguera, 1967; trad. José Mª Claramunda, 331 págs.; título original, La peau de chagrin. En francés le chagrin, la pena inmensa, es mucho más significativo que la zapa, tipo de piel de asno salvaje, el onagro, usado para marroquinería.  Atención a la imagen de la cubierta que aquí dejo, tan sesentera ella.

Ya hay en la reseña anterior de este autor, Éugenie Grandet, una referencia a su tumultuosa biografía,  escrita por  Stefan ZWEIG. Balzac. La novela de una vida. A ella remito para quienes quieran saber más sobre Balzac (Tours, 1799 - París, 1850, el maestro del Realismo francés. Terminando el tornado napoleónico y a punto de acabar la restauración borbónica, la burguesía, como clase social triunfante, se enseñorea del momento y "El Gobierno, es decir, la aristocracia de banqueros y abogados que hacen hoy la patria como los sacerdotes hacían antes la monarquía" (pág. 52) regenta un país en el que el dinero todo lo domina, aunque hay de fondo una visión muy negra de la realidad: "En la tierra sólo es  completo el infortunio" (pág. 11). Por eso Valentín, el protagonista, está decidido a acabar con su vida en las aguas del Sena, al no poseer más que un último napoleón. Entra en una tienda de antigüedades, y el anciano propietario le muestra sus posesiones, lo que da lugar al escritor para una detalladísima descripción de los objetos allí acumulados. Pero, más que ningún otro, una extraña piel que posee propiedades casi demoníacas. Su poseedor logrará hacer realidad cualquier deseo a costa de que su vida vaya menguando. Incrédulo, el joven acepta el reto y el regalo, a pesar de que una inscripción en su parte trasera advierte: "Ajusta tus deseos a tu vida" (pág. 43).  También el hombre le resume su filosofía vital: "El querer nos abraza y el poder nos destruye; pero el saber deja a nuestra débil organización en un perpetuo estado de calma" (pág. 45). Está convencido de que "el pensamiento es la llave de todos los tesoros" (pág. 46). El joven de 22 años, impetuoso y con ganas de beberse la existencia a tragos largos, no hace caso y su vida cambia por completo. Dinero, posesiones, amor, todo está a su alcance, aunque poco a poco va comprobando lo real de lo anunciado por el viejo. 

Entre los sinsabores que Valentín dejaba atrás estaba la propia experiencia del escritor, con las dificultades que experimentó durante sus inicios profesionales como redactor de folletines y aprendiz de novelista. El libro que comento fue su primer gran éxito (1831). En él Balzac, en su intento de "hacerle la competencia al registro civil" para dar cuenta de la sociedad de su época, entra en banquetes de la nobleza, en teatros de alta y baja estofa, en balnearios de postín, en casas de juego... "Es un tiempo en que ya no creemos más que en las escrituras notariales" (pág. 254). Y en las descripciones de estos ambientes despliega su observación minuciosa de espacios, objetos y personas. Por debajo de todo ello, su filosofía vital, que se trasluce a través de algunos personajes: "Más vale estar libres, amar a quien nos guste y morir jóvenes" (pág. 87), dice una cortesana. Ante  esta vida disipada de la mujer de mala nota, "la verdadera esposa con corazón, de carne y hueso, se deja llevar allí adonde va aquel en quien reside su vida, su virtud, su felicidad" (pág. 112). Libertad, pues, frente a sumisión, dos polos opuestos de la figura femenina. 

 

Y, a pesar del preciso realismo con que todo lo describe, está el componente fantástico de la piel mágica de la que depende su fortuna y su vida: "era como un tigre con el que le era necesario vivir sin provocar su ferocidad" (pág. 230). Es raro que deje libros sin terminar. Con éste ha estado a punto de sucederme. La narrativa ha avanzado mucho y ahora es menos morosa. Creo que la novela supone una imponente radiografía de la sociedad de su época, extraordinariamente escrita, y dejo aquí tan sólo un ejemplo de su capacidad descriptiva y de la fuerza de sus imágenes: "Este lago está allí como una turquesa extraviada" (pág. 296). Sin embargo no ha conseguido atraparme la angustia del pobre Valentín más que en su etapa de mísero habitante de buhardilla, que ha llevado mi mente de lector al ambiente de La Bohème; aunque Puccini la escribiera mucho después, la ambientó en 1840. He tenido la impresión de que había mucho de discursivo por momentos en las cuitas amorosas, demasiada reiteración de situaciones, y la progresión de la acción era insuficiente para atrapar mi interés. Novela pues de otro tiempo, tal vez para curiosos de la época. 

José Manuel Mora.

P.S. Hay varias versiones cinematográficas. 

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