Suyos eran los pájaros, de Marja-Liisa Vartio

 Literatura exótica

Como se puede comprobar en esta etiqueta, muchos de los libros reseñados proceden de recomendaciones de amigos en quienes confío, porque conozco sus gustos y su afición lectora. En otras ocasiones he comprado el ejemplar animado por una crítica periodística elogiosa. En el caso del libro que encabeza esta entrada, se trata de una recomendación de alguien a quien tenía en gran estima, personal y literaria, Almudena Grandes. Parece que fue el último que recomendó y, como homenaje a su memoria, compré el ejemplar. VARTIO, MARJA-LIISA. Suyos eran los pájaros. Madrid: Ed. Errata Naturae, 2020; trad. Luisa Gutiérrez Ruiz. 321 págs. Esta pequeña editorial se está haciendo un hueco en el mercado a base de una selección de autores y títulos exquisita y con un cuidado extraordinario en la edición, que cumple con todos los estándares de protección del medio ambiente según se expone en la anteportada. Cuenta también con un curioso colofón. 


Como se puede imaginar, no había oído nombrar a la escritora, Marja-Liisa Vartio, (Sääminki, 1924 - Savonlinna, 1966). Es el primer título que leo procedente de ese territorio septentrional, fronterizo con la URSS, con referencias a Tolstoi, y alejado de las editoriales hispanas, y para cuyos textos no sé si habrá traductores competentes. Gutiérrez lo ha hecho con sumo cuidado a pesar de la dificultad, no sólo léxica, sino constructiva, de la que luego hablaré. Se  trata de una escritora que se ha dedicado a la poesía y a la narrativa, aunque sea esta última la que le ha dado proyección. Publicó por primera vez en los años cincuenta y el que estoy comentando vio la luz de forma póstuma en 1967, siendo alabado unánimemente por la crítica y convirtiéndose en una figura preminente del modernismo finés. 


 
Cuando uno se sumerge en la lectura de la historia, porque se trata de una auténtica inmersión emocional, nos encontramos con una serie de voces que la cuentan, de modo que resulta incialmente difícil seguir los acontecimientos e identificar a quien habla, puesto que los guiones de diálogo no siempre aparecen y son los apelativos los que indican quién es el receptor. La anécdota es casi nimia: un incendio en la casa del deán, personaje entre el misticismo y su insana pasión por la ornitología, de una aldea perdida cerca de la frontera con Rusia, en el que éste trata de poner a salvo su colección de pájaros disecados, en lugar de recuperar objetos litúrgicos y archivos documentales "Fue una gran desgracia [...] y no la causó sólo el incendio. La casuaron las personas" (pág. 12). La escritora logra crear un clima de descontrol y angustia vivido de forma diferente por quienes participan en la extinción del fuego. Pero el núcleo de la narración comienza cuando, a su muerte, la deana, Adele, hereda la colección y comienza la batalla dialéctica constante, obsesiva, con su criada, Alma, una mujer joven en la treintena. Al parecer se trata de responder a la pregunta que contesta de manera ambigua el título del libro: "suyos"; ¿de quién? Cisnes, urogallos, mochuelos, aguzanieves, avefrías... y una variedad sin fin de aves que ponían al deán en contacto con la vasta naturaleza que los rodea y que ahora no tiene más destino que la degradación por el tiempo y el descuido.  
 
 
Y no parece que ambas mujeres hablen el mismo idioma, dado el grado de incomunicación existente entre ambas: "No lo entiendes , Alma" (pág. 61), es un ritornello constante en boca de la deana, quien siente una obsesión enfermiza por las aves de la colección: "Vaya donde vaya, los pájaros vuelan sobre mi cabeza" (pág. 84). A este enfrentamiento constante se une la presencia de las hermanas del deán, Teodolinda y Elsa, "orgullosas las dos" (pág. 226), codiciosas, malévolas como suelen ser las gentes de los lugares pequeños y quejosas por la forma en que se repartió la herencia de sus padres, y las figuras de Holger, el boticario, marido de una de ellas, que busca consuelo en el alcohol y en otras mujeres, y Antii, hijo de la deana: "la orfandad se derramó en su mente como la lluvia en el mundo" (pág. 150). Todo muy bergmaniano. Adele es consciente de lo extraño del conjunto humano que la rodea. "Anda, dime ¿quién de nosotros es más raro?" (pág. 192), le pregunta a Alma. Ante el frecuente silencio obstinado de ésta, ella se suele contestar a sí misma: "Somos [...] dos mujeres desamparadas" (261). Y la soledad que parece perseguirlos a todos, aun estando en compañía, los amarga: "Una botella [...] cuando una persona está sola se llena de veneno" (pág. 227), lo que causa el estado de desasosiego e infelicidad constantes de estas gentes. 
 

Hay trenes, autobuses, teléfono, pero todo parece desarrollarse en un marco intemporal, ya desaparecido, tan universal que logra conectar con quienes estamos lejos de todo aquello, en el espacio y en eltiempo. Las narraciones se suceden entre ellas, a veces repetitivas, pero contadas dede distinta perspectiva, lo que las acaba transformando. Y así vamos profundizando en el corazón de ambas, en la compañía mutua que necesitan, en los reproches que se suceden: “Se tiene usted por una persona espiritual y ni siquiera soporta a un ser humano a su lado”. Hay una dependencia enfermiza en la relación, un cierto aire existencial, absurdo, sin sentido, muy de los años sesenta. Y todo contado con una economía expresiva extrema. Dejo aquí un par de las escasas descripciones, bellísimas por otra parte: "qué camino vecinal más bonito, cómo ondeaba el campo de centeno, como la superficie de un lago bajo el viento, como un río serpenteando a través de los prados, como un río convertido en remanso frente a las casas" (pág. 266). O esta otra: "El cielo estaba extrañamente brillante, un cielo como una fina lámina de cobre estirado iluminando el bosque, detrás del lago. La deana había visto un pájaro sobrevolando las copas de los abetos, desapareciendo a ratos, como si el cielo hubiese sido agua en la que sumergisrse. Y como si el cielo hubiese tintineado al rozarlo las alas de pájaro, el tintineo aún en el aire, como un pájaro, pájaros sin nombre, imágnes negras en forma de pájaros, sátrapas celestiales" (pág. 294). Obsesiva y absorbente pues, la historia de estas mujeres, tan lejos y tan cerca. 
 
José Manuel Mora. 


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