Gran libertad, de Sebastian Meise

 Vivencias carcelarias

Mi amiga Inma, de fino paladar cinéfilo, me recomienda un título que sólo proyectan en los Odeón de San Vicente. Y a una hora intempestiva, las 22:30, teniendo en cuenta además que dura dos horas. Así que, a pesar de tanta dificultad, decido ir a ver Gran libertad (Great Freedom), dirigida por un desconocido para mí, el austriaco Sebastian Meise. La cinta ganó el premio del jurado en la sección Una Cierta Mirada de Cannes 2021. Y, aunque supongo que no se mantendrá una semana más en cartel, escribo estas líneas para no olvidar lo visto, como tantas otras veces. 

El director ha escrito el guión en colaboración con  Thomas Reider, a partir de hechos reales, ambientados en tres fechas distintas, 1945, 1957 y 1969 (cuando se despenalizan las relaciones homosexuales cuyas leyes punitivas venían de 1871 y llegaban al nazismo), y con dos protagonistas, Hans, rebelde y aficionado al "cancaneo", que entra y sale de la cárcel cada vez que lo pillan en  los urinarios manteniendo relaciones prohibidas por entonces, y Viktor, yonqui homófobo, encarcelado por asesinato, con muchos años de condena por delante. Drama carcelario pues, pero con un componente importante de solidaridad en los momentos duros; de afecto, cuando todo es deshumanización alrededor; y finalmente de amor. Me han venido a la cabeza títulos de este género, mucho más patibularios, como El expreso de media noche o  la Querelle  de Fassbinder. Y es cierto que el hecho de estar rodada prácticamente en el interior de una antigua prisión abandonada del este de Alemania , con lo que comporta eso de componente angustioso, supone un auténtico tour de force para director e intérpretes. La iluminación y la fotografía, voluntariamente sucias, envuelven todo de una pátina terrible, sin acompañamiento musical para evitar el melodrama. Sin embargo las relaciones personales en prisión, liberación física y necesidad emocional, acaban por ir estableciéndose para poder sobrevivir a base de dependencia mutua hasta llegar al afecto, y a un punto en que en el momento preciso, el exterior pueda ser más inhóspito que la misma cárcel.

 

La contención expresiva de los dos actores principales, Franz Rogowski, (camaleónico Hans) y Georg Friedrich (imponente, magnético, Viktor) potencian las escenas de los cara a cara en soledad. No hay moralina alguna en el discurso del director a través de sus personajes. Cada uno se mantiene en su sitio y apechuga con lo que le toca vivir, el abuso, la violencia de los carceleros, la imposibilidad de ser plenamente humanos a causa de los propios prejuicios, de sus dependencias, de sus miedos. Y a pesar de todo, el afecto y la ternura acabarán por encontrar su sitio. Y es esa evolución la que está inteligentemente expuesta en la cinta, hasta hacerla por completo creíble. Dura y conmovedora, terrible y esperanzada.

José Manuel Mora. 




Comentarios