Oculto sendero, de Elena Fortún

 Educación sentimental

He aquí una "madalenadeproust". Hace ya tiempo que leí en prensa que se reeditaban libros de una escritora que había publicado toda una saga en torno a la figura de Celia, una chiquilla que al parecer fue modelo y centro de atención para todas las niñas y muchachas de los años veinte. En casa de mi abuela recordaba haber visto uno de los ejemplares, Celia, novelista, de los que sus cinco hijas se debieron nutrir, entre ellas, mi madre, y ello me transportó al paisaje de mi infancia de verano en Yecla. Sabía que hacía poco que había visto la luz uno de la serie, Celia en la Revolución, el último título, que no se publicó en su momento (1943), por motivos obvios, y que se imprimió por fin en 1989, desapareciendo de las librerías al poco tiempo misteriosamente. Se reeditó en 2020, que fue cuando yo me enteré por una reseña, aunque no lo leí. Llega ahora a mis manos por recomendación de mis libreras de 80 Mundos el último de su autora. FORTÚN, ELENA. Oculto sendero. Sevilla: Editorial Renacimiento, 2021, 2ª ed. en la Biblioteca Elena Fortún, con prólogo bien documentado de Nuria Capdevila-Argüelles, y María Jesús Fraga; 495 págs. La factura del volumen de esta editorial, para mí desconocida, es soberbia, cuidadísima, desde la imagen de la cubierta a la clara tipografía y al color hueso del papel y las ilustraciones. 

He aquí una novela de aprendizaje, un bildungsroman, que le dicen. Elena Fortún era el nom de plume, el seudónimo, de Encarnación Aragoneses (Madrid, 1886 - 1952), quien dejó establecido en sus últimas voluntades que el manuscrito se destruyera a su muerte. Gracias a la tenacidad y a la búsqueda incansable de las editoras, Capdevila-Argüelles y Fraga, el libro vio la luz en su primera edición en 2016. Había comenzado a publicar las aventuras de Celia, una niña de siete años, en  1928,  en el suplemento infantil Gente menuda, de Blanco y Negro, en formato de historias cortas que luego pasaron a publicarse en Aguilar en forma de libro. En ellas se da cuenta, desde una óptica infantil, de la época que le tocó vivir, cuestionando muchos de los valores adultos que se daban por sentados y desde las ideas educativas de la Institución Libre de Enseñanza. Casada a los dieciocho años, Fortún, con dos hijos, vivió un matrimonio no demasiado feliz. Se formó en Biblioteconomía, estudió braille y formó parte del grupo de feministas de primera época, defendiendo la abolición de la prostitución, e integrando el Círculo Sáfico madrileño. Durante la Guerra Civil siguió publicando en Crónica y tuvo que exiliarse a Buenos Aires junto a su esposo, ya que ambos habían estado comprometidos con el bando republicano. A su regreso tuvo problemas con la censura. Estuvo también en Nueva York y acabó en Barcelona, donde conoció a C. Laforet (con quien se escribió y a quien dice: "Imaginará usted que soy una vieja solterona. En lo de vieja acierta, que ya lo soy, pero en lo de solterona no. Me casé cuando aún era adolescente y no había pensado en escribir una sola idea.”, a C. Conde y a E. Tusquets.



María Luisa Arroyo es la protagonista absoluta del libro, que cuenta en forma autobiográfica y en tres partes, Primavera (infancia), Verano, (matimonio y maternidad), Otoño (madurez y etapa creativa), toda una vida de constantes reproches, primero de su madre, que la ve con ojo crítico desde bien niña, "Es muy chicazo, esta criatura" (pág. 143), más tarde de sus compañeras de escuela  y de ella misma, y finalmente de su marido, por no ajustarse a los cánones establecidos y no responder a lo que se espera de una mujer, que sea una feliz ama de casa,  porque "para una mujer no hay más camino que el matrimonio" (pág. 221), cuando ella lo que quería era "leer, leer todos los libros que hay en el mundo" (íbidem), y escribir, "poder decir en palabras escritas todo cuanto se me pasaba por la cabeza... Era como si los posos de mi alma salieran a la superficie convertidos en diamantes... como si soltara de mis hombros un peso que toda la vida me había abrumado... como si bubiera descubierto la puerta misteriosa de la verdadera libertad" (pág. 225). Lo que pretendía era "ser yo, María Luisa misma, ser como era y serlo del todo" (pág. 230), ya que, como confiesa más adelante, "No me quiero casar [...] a mí no me gustan los hombres" (pág. 301, íd.). Cuando por fin se ve abocada a hacerlo, tras la temida noche de bodas llega la desilusión: "Tanta emoción, tan exaltada poesía, para tan pobre y vulgar resultado" (pág. 302). Y le toca "adaptarse a la doble vida que vive todo el mundo" (pág. 355). 


Y el otro gran eje temático del libro es la realización personal a través, no de la escritura, como lo fue en el caso real de Fortún, sino de la pintura, concebida primero como pasatiempo y luego como ocupación plena: "Era mi trabajo lo único que empezaba a darle interés a mi vida" (pág. 393), lo que desatará los celos artísticos de su marido, también pintor. La contradicción íntima entre su realidad y su sentir la lleva a consultar un psiquiatra, quien le dice "llegará a sobreponerse al desequiilibrio de su naturaleza" (pág. 433). La concepción de la homosexualidad como enfermedad en aquella época, se ve contrarrestada por las primeras experiencias homoeróticas entre amigas que encuentra en Tenerife, lejos del ojo juzgador capitalino. Y así se expresa tras reconocer lo que ha visto como algo que le es propio: "El corazón me batía en el pecho como una campana de gloria [...] algo luminoso y dulce, esperado instintivamente toda la vida, inundaba mi pensamiento" (pág. 400). En Italia, lejos de nuevo, recibe el empujón que necesita en forma de consejo: "Entra  ya en el sendero que hasta ahora ha estado oculto... y pisa con pie firme [...] y si de tu vida sentimental y de tu vida artística puedes hacer una sola, verás como no fracasas" (pág. 446). Finalmente su amiga Julieta concluye sabiamente: "Estás enferma [...] de falta de una compañía femenina, de un alma y un cuerpo femeninos [...] de una mujer que te hubiera completado, dándote el placer necesario en la vida y en el arte [...] pórtate en consecuencia con tu naturaleza [...] no hay mérito en serlo ni en no serlo... Las cosas son... porque son" (pág. 447; todas las cursivas son mías). Siendo tan explícita, y tan moderna, uno entiende que la autora dejara dormir el mecanoescrito en una maleta. 
 
 
La República y la promulgación de la ley del divorcio permitirán por fin la liberación de este ser humano quien confiesa: "Siempre me parecía haberme prestado a un acto contra naturaleza [a lo que su amiga responde]. Ahora has dicho la palabra exacta. Contra naturaleza, contra tu naturaleza" Pág. 448). Así va concluyendo esta autobiografía disfrazada de novela, en la que la autora va descubriéndose progresivamente a sí misma en un proceso emotivo y realista, sin autocensura, pues no pensaba publicarla. Y esto, junto a la precisa descripción de ambientes y personajes de su época, que retratan una manera de estar en el mundo, la "perfecta casada", aparentemente periclitada, es lo que centra el interés, ya que no hay en el libro un exceso de formalismo. Algunas descripciones, como su encuentro con el mar "con su ruido de sedas rasgadas" (pág. 111), o momentos decisivos en su vida, "Se fue el verano y me llevó todo... Las hojas amarillas de los álamos y mi hija Mª José" (pág. 364). Cierro con esta delicadísima y decadente pintura ambiental: "El olor de otoño, olor de búcaro, de humedad que fermenta en rincones escarchados donde mueren las últimas rosas" (pág. 484). Y una última modernidad: el uso a veces del estilo indirecto libre para las reflexiones. Libro pues de luces y sombras, de gran valor testimonial, escrito en Argentina para Matilde Ras, quien fue su amor, y a quien nunca llegó a entregar el manuscrito. Como dicen las estudiosas autoras del prólogo, la novela es una "salida del armario" en toda regla, entendida la expresión que se viene utilizando desde el s. XIX, como alegoría de la sexualidad como algo reprimido [...] y que nos representa quizás más verazmente" (pág. 8). Ahora quienes escriben testimonialmente sobre estos temas (Chirbes, Molina Foix y tantos otros) no tienen que dejar dormir sus obras ocultas en un cajón y publican abiertamente lo que gozan, lo que les preocupa, o les angustia. Algo se ha avanzado. Esperemos que no haya vuelta atrás, como algunos desearían. 

JoséManuel Mora.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
o y me llevó todo... Las hojas amarillas de los álamos y mi hija Mª José" (pág. 364). Cierro con esta delicadísima y decadente 

 


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