Mass, de Fran Kranz

 Tragedia ¿irremediable?

El diario Información de mi ciudad lleva tiempo animando a la gente a asistir a las salas, y lo hace proyectando pelis que se estrenarán en los días subsiguientes, con lo que se tiene referencias sobre lo que se va a ver. Es mi caso en esta ocasión. Me habían hablado bien de la cinta estadounidense de 2021 titulada Mass ("misa", para los de francés), escrita y dirigida por un para mí desconocido Fran Kranz, a pesar de su ya larga trayectoria en cine y televisión como actor. Me ha sorprendido su juventud, apenas cuarenta años, para ser capaz de enfrentarse como director con el tema del filme con la hondura que lo hace. Viene con el marchamo de "cine independiente", lo que seguramente le ha permitido a su autor una cierta libertad al necesitar menos medios que en una gran producción.

El título puede hacer referencia a lo que tiene de ceremonia lo que vamos a presenciar: una pequeña iglesia baptista, una sala vacía, luminosa, con una mesa redonda y cuatro sillas como casi decorado único y un crucifijo presidiendo la escena. Allí llegan dos parejas, una de ellas llena de recelos, visiblemente doloridos, la otra sin tener clara conciencia de con qué se va a enfrentar, aunque los cuatro saben que es un encuentro promovido por los servicios sociales en un sitio neutral, con la intención de sanar heridas. El tema religioso queda muy de fondo, dado que uno de ellos se manifiesta claramente como no practicante. Se mantiene sin embargo el asunto del perdón, tal vez imposible, dada la tragedia que han tenido que afrontar. Uno de esos asesinatos masivos que de vez en cuando se producen en los institutos de Estados Unidos. Parece rodada casi en tiempo real y es evidente su raigambre teatral, dada la unicidad del espacio y que se sostiene en unos diálogos muy bien escritos y unas interpretaciones magníficas.


Lo que se incia con las formalidades habituales en una reunión semejante, irá evolucionando hacia unas escenas cargadas de dramatismo, conforme se vayan haciendo las preguntas necesarias y difíciles de responder. ¿Por qué un adolescente dispara a sus compañeros sin motivo aparente? Y lo que subyace en primer lugar es el uso abusivo de las armas en aquel país y la facilidad con que se accede a ellas. Por no hablar de la posible influencia de los videojuegos  que alienan a los adolescentes de nuestros días, o las posibles razones de desequilibrio mental no suficientemente tratado. No estamos sin embargo ante una peli de tesis, al estilo que lo era la cinta de Michael Moore, Bowling for Columbine (2002). El director está más preocupado por dejar aflorar los sentimientos de pérdida por la muerte de los hijos, por la angustia provocada por lo irrecuperable, también y por qué no, la culpa que se lanza a la cara de los otros o con la que uno carga irremediablemente, incluso la compasión, todo con la intención de seguir adelante con sus vidas. Ese proceso está maravillosamente presentado, con una dosificación perfecta de la información que se brinda al espectador. Uno se da cuenta de la cantidad de ángulos que puede haber a la hora de filmar una situación única, a veces con lentísimos travellings o en ocasiones dejando fuera de campo a la mitad del otro personaje que podría compartirlo. En otras se juega al plano / contraplano, y  también a los primeros planos para acercar la emoción del personaje. Cada toma está medidísima. Y funciona, sobre todo gracias a sus cuatro protagonistas.

No hay aquí, como en tantas otras veces sucede con objetos o decorados, más apoyatura que el rostro de los contendientes en el pugilato que los enfrenta. Jason Isaacs (los seguidores de Harry Potter lo reconocerán inmediatamente) y Martha Plimpton (a quien no hubiera reconocido como la niña de Los Goonies, o aquella otra de La Costa de los Mosquitos), son los que dudan en si entrar a la reunión o no; Ann Dowd (inolvidable desde que la vi en The Leftovers y El cuento de la criada), los inicialmente más en su sitio, aunque también acaben derrumbándose al preguntarse que pudieron haber hecho y no hicieron para evitar lo sucedido. Cada uno tendrá su momento de brillar cuando le toque. Y todos lo harán con un comedimiento y una fuerza interpretativa imponentes. Me ha gustado que sean las dos mujeres las que puedan mostrar empatía a pesar de todo. Dolorosa e incómoda, pero honda y conmovedora cuando suene la música al final.

José Manuel Mora. 

 


 

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